Constanza Michelson: “Si algo está mal, que es algo muy actual, la culpa es de otro”

Constanza Michelson
02 Mayo 2024 Entrevista a Constanza Michelson Psicologa, Psicoanalista, escritora. Foto: Andres Perez

La autora y psicoanalista se enfoca en los cambios de las tres generaciones de chilenos y su salud mental. Y hace el contrapunto: si antes estábamos subdiagnósticados e ir a un terapeuta era una suerte de tabú, hoy el problema es el sobrediagnóstico, el abuso de fármacos para tratar problemas menores. Asegura, además, que en términos de salud mental no hay brechas generacionales: "es más bien una fosa".


Mucho ha cambiado Chile en tres cuartos de siglo en salud mental. Constanza Michelson (46) psicóloga, psicoanalista y autora, ha dedicado buena parte de su carrera a escribir desde sobre los diferentes estados mentales de la sociedad chilena, cruzando el ensayo con el análisis sociológico. Y aunque en el marco de este especial ella es parte de la generación de los padres, tira líneas para analizar y perfilar la generación de abuelos e hijos chilenos y su siempre pedregoso camino de búsqueda, conflicto y escape cuando hay que hacer frente a la vida.

Michelson empieza por hablar de los grandes cambios a grandes rasgos. Y el primero llegó con los fármacos que apuntaron a tratar malestares que nunca habían sido tratados con remedios : “En los 50 está la segunda revolución farmacológica, donde la industria descubre, bueno, ‘esto es fantástico: no solamente tratemos las grandes patologías, con estos que se llamaban los tranquilizantes mayores, que eran los antipsicóticos, sino que empecemos a crear tranquilizantes menores’. ¿Y eso qué significó? Significó que podemos diagnosticar cosas que antes no eran diagnósticos, no sé, la depresión de la dueña de casa de los años 50, los estudiantes estresados. Explotan los diagnósticos y se empieza a tratar a la gente que no tiene grandes trastornos. Antes de eso ese tipo de pacientes eran pacientes efectivamente de psicoanálisis, de psicoterapia, es decir, ‘bueno, sí... estoy un poco cansado, estoy deprimida’, pero no entraban a la psicopatología en términos de grandes diagnósticos. La industria farmacológica viene a cambiar toda esta cuestión, y como todos los fenómenos culturales, para bien y para mal”.

El que proliferen los diagnósticos también es un problema…

Sí. Así como que hay cosas que por mucho tiempo no se hayan diagnosticado y que no hayan tenido tratamiento. Pero efectivamente en la generación de los abuelos, la psicoterapia, y todo lo que tenía que ver con psiquiatría y psicología, precisamente porque no habían tantos diagnósticos, está asociado a las patologías mayores. Entonces hay una resistencia al tratamiento porque, entre comillas, se dice esto es para gente loca.

Claro. Era un poco tabú y se hacía un poco escondido a veces, ¿o no?

Pero era porque los grandes diagnósticos eran para patologías mayores. Quienes se trataban en los hospitales psiquiátricos eran generalmente personas con trastornos psicóticos. Era una generación criada en que todo el otro campo de lo que nosotros en Psicoanálisis llamamos la neurosis, se tiene que arreglar solo. Y especialmente los hombres tienen esa resistencia a pedir ayuda, ir a hablar con alguien.

Claro. Pero incluso no tanto tiempo atrás la gente hablaba de ir al “loquero”, pienso en 20, 30 años atrás.

Es que recién en los 90, con el retorno a la democracia, es que vuelven los programas de salud mental, o los programas de salud mental se alinean con la OMS y con la estandarización de los diagnósticos en salud mental. El Programa Nacional de Depresión recién se instala a principios de los 2000. Entonces esta extensión de los tratamientos psicológicos, o la democratización de eso, es más propio de nuestra generación. Como de los que fuimos jóvenes en los 90. Además en los 90 pasa otra cosa que aparece ya a nivel mundial: todos estos antidepresivos de segunda generación, como el Prozac y toda su familia. La publicidad de estos antidepresivos es para gente que no tiene grandes trastornos. Incluso hay un cantante famoso que fue a un late show norteamericano y dijo que con el Prozac creaba mejor. Paralelamente empiezan a haber denuncias de que estos fármacos podían tener efectos secundarios y podía haber agitación o riesgo suicida. Eso fue una gran pelea, porque al principio todos estos fármacos se presentaban como la panacea. O sea, ya, ¿qué es esto de ir a hablar con alguien? Ahora tenemos este remedio, puedes tratarte. Y es más, aunque no tengas ninguna patología, vas a estar mejor. Aparece el concepto de la psiquiatría cosmética.

¿Cómo es eso?

Nada, te cuesta estudiar, tómate esta cosita. Ah, claro. Te cuesta un poquito levantarte, tómate esta otra.

El Ritalin en los más chicos.

El Ritalin, o sea, también explotó el diagnóstico del déficit de atención. Lo que empezó a pasar con la psiquiatría también y con la psicología, que es un problema que tenemos hasta ahora, es que a diferencia de las patologías orgánicas, tú no puedes encontrar la enfermedad mental en un examen, a menos que sea un trastorno psicológico que tenga una causa orgánica.

Sí, como el alcoholismo o algún daño cerebral.

Pero en general estos trastornos no es algo que se puedan medir. Si bien existen pruebas psicométricas, nada es tan exacto. Por eso es que hacer diagnósticos es algo tan complicado a veces y difícil en algunos cuadros, pero toda la tendencia hoy día es a estandarizar los diagnósticos, a hacer pruebas súper rápidas, a que te atiendan cada vez en menos tiempo, lo que ha llevado a tratar como diagnósticos de supermercado, que es problemático también. Entonces hay sobrediagnóstico o a veces hay subdiagnóstico.

Constanza Michelson
02 Marzo 2022 Entrevista a Constanza Michelson, escritora. Foto: Andres Perez02 Marzo 2022 Entrevista a Constanza Michelson, escritora. Foto: Andres Perez

Volviendo a las generaciones anteriores, ¿qué pasaba con la gente que no se trataba?

Estaba esa tía que siempre estuvo deprimida o ese tipo que siempre lo trataron como a alguien con mucha personalidad, pero seguramente tenía una bipolaridad no tratada. Eso generó un montón de catástrofes familiares y vidas catastróficas que nunca pudieron recibir ayuda. Es lo típico que uno ve en las familias que hay personajes así.

Ahora, en los 90 quizás en Chile pasa otra cosa, que pasamos de ser un país más pobre, a un país de ingresos medios, eso hace que la gente se abra a tratarse también, no?

Bueno, el proceso de modernización, también le pega a la salud mental, se instalan estos programas de salud mental, pero alineados y se estandarizan los criterios mundiales. La depresión se vuelve como la gripe de la psiquiatría. A todo se les empieza a llamar depresión y el problema es que se pierden las diferencias clínicas.

Es un poco lo que pasa con los TEA o la neurodivergencia hoy que es algo que no diagnosticaba mucho antes...

Con el tiempo, si tú me preguntas, en mis 20, un poco más de 20 años de trabajo, la gente sí empezó a creer que los diagnósticos son la enfermedad. Y no solo los diagnósticos, también todas las nuevas categorías que vienen del activismo o de los movimientos sociales. Cada malestar se estandariza. Y eso efectivamente tiene la virtud de que llega a más personas, pero también le quitas a las personas ciertas herramientas narrativas para poder pensarse, que es lo que a la larga te salva. ¿Qué es lo que pasa después? Las cosas más que categorías cerradas se empiezan a transformar en espectros. Desde la sexualidad hasta todo. Entonces, ¿qué pasa con el espectro? Que todo el mundo cabe en un espectro. ¿Quién gana ahí? La industria, obviamente. A todos les sirve una pastillita.

Ahora, perdón, pero la neurodivergencia también a veces como que se ocupa como una excusa, como, no sé, se me olvidó algo. Ah, no, ‘es que soy neurodivergente…’.

Claro, los diagnósticos se empiezan a usar como chapitas identitarias. Y por el contrario, entonces hay un sobrediagnóstico, pero al revés, también hay un subdiagnóstico en el sentido de decir qué tratamiento requieren realmente los que requieren tratamiento, que muchas veces no se tratan o no tienen cómo acceder a eso, precisamente. Pierden los que realmente lo necesitan y gana, digamos, esta nueva cosa de usar los diagnósticos como comodines.

Ahora, en la generación de nuestros abuelos, como que la carta Gantt de la vida estaba mucho más definida. O sea, era como terminar el colegio, te casabas en un par de años, eran universitarios los que tenían más suerte, y tenías una familia a los 25, 26. Después, a fines de los 80 teníamos cinco canales, elegíamos entre esos. Y después se abrió todo: el cable, internet, los teléfonos inteligentes. Una cantidad de opciones que pueden ser abrumadoras.

Claro, yo creo que pasan distintas cosas: en las sociedades más tradicionales las vías de realización personal estaban más o menos escritas, es decir, esto que dice la Eva Illouz, que es una socióloga que estudia el amor desde el punto de vista sociológico, que dice, claro, hoy día somos más libres para el amor, pero en las sociedades tradicionales no pasaba esto terrible que era, no sé, el ataque de ansiedad porque alguien no te llamó y a las 3 de la mañana empezar a buscar a no sé quién, porque, porque no había ghosting, porque era mal visto socialmente. Es decir, había menos libertad, pero había algo que se llamaba, un código moral que se llamaba el carácter, donde tú tenías que estar a la altura, o había un estatus también, no sé, tener pareja para los hombres, cosa que hoy día no es una vía de realización personal, entonces, la vía de realización personal en lo contemporáneo más bien tiene que ver con el mérito personal. El drama sociológico que hoy día hay con el tema del mercado del amor, las personas como se lo explican, ‘yo soy el problema’, y van a terapia a decir qué es lo que tengo de malo, por qué nadie se queda conmigo, por qué no puedo encontrar el amor, cuando esta socióloga, por ejemplo, dice, pues hoy día no hay ningún incentivo, especialmente para los varones heterosexuales, para que se queden en una relación, o hasta que son más grandes, mientras las mujeres siguen con un tope biológico respecto a la maternidad, que si bien hoy día más mujeres no quieren tener hijos, todavía muchas sí quieren, o al menos hacen la pregunta, y ahí hay una desventaja genética.

Hay un desacople ahí...

Claro, entonces, como para aportar a lo que tú estás diciendo, claro, hoy día todo está puesto en el individuo, y eso genera una presión totalmente distinta, además, no es que antes los tiempos fueron mejores, esta gente vivió la guerra, vivieron unas cosas que nosotros no tenemos ni idea.

Y el que era un poco diferente sufría mucho también…

Totalmente. Bueno, ese es otro tema, y eso yo lo vi, ese tránsito, o sea, yo que empecé a trabajar a comienzos de los 2000 en la clínica, todavía eran como en Chile en los resabios del siglo XX, en el sentido de que todavía las personas sufrían porque querían verse adaptadas, no raras. Y como que todavía el campo de la neurosis tenía mucho que ver con lo represivo, estar reprimidos y tener que liberarse, salir del closet, no solo en la homosexualidad, sino en un montón de cosas. Pero después yo te diría que ya más cerca de la primera década de los 2000, ya cuando aparece la generación millenial, empieza a ser grande, viene la presión contraria, todos quieren ser especiales. O sea, ser ordinario es como una maldición.

Y eso es otro problema...

Bueno, si nunca se acaba, como decía Freud: no hay cultura sin malestar, no hay progreso en ese sentido. Se progresa por un lado, pero se pierde por otro, y por eso es que hay que tener herramientas para poder lidiar con el malestar. Yo no digo que los fármacos bien indicados y por un tiempo acotado salvan vidas, pero cuando se dan de esta manera mercantil a cualquiera, le quitan la posibilidad a las personas de hacer cosas. Le quitan la posibilidad a las personas de esto que es tan valioso que se llama el narrador interno, porque te salva la vida con el que conversas, digamos, que eso crezca para poder crecer psicológicamente. Y eso es otra pregunta, si acaso hoy día la salud mental hegemónica, ¿tiene algo que ver con crecer? ¿Le importa a alguien este problema de cómo se crece psicológicamente? Si algo duele, si algo está mal, que es algo muy actual, la culpa es de otro. La culpa es del extranjero. Esa es la paranoia, que también hoy día en la política se capitaliza mucho.

¿Y se busca un poco la terapia para buscar culpables?

Sí, porque también uno siempre cree que te quieren menos de lo que te deberían querer.

Felicidad

Quizás hoy para los más chicos, gente de 20, 25 incluso, es un poco una suerte de carnet de sanidad estar terapiado. Hay personas que en las aplicaciones de citas ponen como condición salir solo con terapeados…

Es usar la terapia también como una píldora, como un mercado. Como que todo se explica desde algo acomodaticio. Tú entiendes el pasado como una versión así como lo supersónico, o lo pica piedra, como desde el presente. No hay choque, ¿me entiendes? Entonces, una buena terapia es es darte cuenta de que no logras algo para siempre, sino que te das cuenta de que vivir es súper difícil, y que cada vez vas a estar en un encrucijada donde vas a tener que responder. Eso se llama ética, digamos. Vas a tener que responder cada vez, tomar el riesgo, responder a tu dilema, jugártela, y eso es crecer. Pero no es como, porque estoy terapiado, entonces ya vi toda la verdad y estoy mejor. Eso es una pésima terapia, digamos, creer que uno logró un estado...

Y discrimina a los que no están terapiados, de alguna manera.

Con una amiga psicoanalista nos preguntamos, pero qué significa realmente madurar. ¿Es que maduraste y ahora haces las cosas bien? No, es seguir siendo idiota, seguir haciendo idioteces, pero la diferencia respecto de cuando eres más joven, es que ahora sabes que eres idiota, esa es la única diferencia. Entonces, por lo menos estás más advertida. Pero no es que se te sane la condición humana, es que estás más advertido de la condición humana, y si estuviéramos más advertidos de la condición humana, haríamos mejor política.

¿Y puede ser que haya más autoestima hoy, por eso mismo, pero sin tanto sustento?

¿A qué se le llama autoestima? Porque hay que pensar en la figura del narcisismo, Narciso se muere por su imagen. Lo de Narciso es una tragedia. O sea, Narciso es esclavo de su imagen. Y si, de la autoestima al final. La real autoestima opera cuando uno se puede querer bien y mal. No es querer tu imagen como si fuera súper bueno todo. Eso es al final lo que lleva a que dejes pedacitos tuyos afuera, y esos pedacitos tuyos afuera después son los que te aniquilan.

Volviendo a la generacional...¿cómo uno hace un puente entre la generación, por ejemplo, de los abuelos que no fueron, que nadie fue a terapia básicamente, o casi nadie fue a terapia, ni cuando chico, ni cuando grande, muy poco? Y los chicos, que básicamente muchos van a universitaria también. ¿Hay una suerte como de cisma ahí entre las generaciones?

La otra vez escuché a alguien que decía, no hay una brecha generacional, hay una fosa generacional. Así cuando hablan de los multiversos, haber crecido en planetas que son totalmente distintos, de verdad. Yo creo que ahí hay una cuestión enorme.

Y si uno pudiera como perfilar hoy las tres generaciones en este momento, ¿cuáles son como las patologías que más definen a cada una hoy? Ponte tú, como abuelo, padre, hijo.

Yo creo que la ansiedad en los más jóvenes. O la ansiedad más temprano, o sea, porque yo creo que los adultos también padecen de ansiedad e insomnio y todo eso. Pero es empezar más chicos con la ansiedad, con la idea de que no hay futuro, de que todo es incierto, de que no hay orientación, como por dónde seguir. Esa cosa más errática es lo que yo creo que es lo más propio de los más chicos. Y de los grandes, yo creo que los viejos esta cosa media desesperanzada de que nadie quiere ser viejo, donde tampoco hay un estatus por ser viejo. No está la idea de que llegar a la vejez te significa haberte jubilado y tener un cierto respeto y una cierta sabiduría y que lo que aprendiste va a tener un valor para los demás. Y nuestra generación intermedia, yo creo que tiene el problema de un poco de ayudar a nuestros padres, pero también de decir, chuta, cuál es el futuro de nuestros hijos. Tendremos que nosotros hacernos cargo de ellos hasta qué edad. Y de creerse jóvenes, ¿no? Así como que nos toca una generación como donde nadie quiere envejecer, también de querer ser como una especie de adultos un poco ridículos al rato, se me ocurre. Es como una zona gris de... de nada.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.