Daniel Mansuy: “Es un error histórico de la derecha no haber leído los cambios”
El filósofo y académico de la U. de los Andes tiene una mirada crítica de la resistencia del sector a las reformas constitucionales.En ese sentido, afirma que el éxito del Rechazo dependerá de las garantías que pueda dar la derecha para dar continuidad al proceso constituyente, en caso de que no se apruebe la nueva Carta Fundamental. A su juicio, Chile Vamos se debe comprometer “en ejes, en articulaciones generales de contenido”, y alerta que los partidos no están haciendo ese trabajo.
En Temuco estuvo esta semana el académico de la U. de los Andes, y uno de los referentes intelectuales de la centroderecha, Daniel Mansuy. Lo hizo para exponer en el encuentro empresarial Enela sobre la situación política del país.
Su mirada es considerada en Chile Vamos, desde donde se alistan para la campaña del Rechazo. La semana pasada, Mansuy junto a un grupo de intelectuales les hizo una sugerencia en términos programáticos con el lanzamiento de la plataforma “Casa de Todos”. Una iniciativa que busca instaurar ciertos principios de cambios si es que gana el Rechazo.
¿Cómo debería ser la campaña por el Rechazo?
Una donde se debería poner el acento en los defectos del proceso, en que no cumplió las promesas que él mismo se había fijado. De que supuestamente iba a sanar nuestras heridas, a restaurar nuestra unidad. Todas esas expectativas fueron sistemáticamente incumplidas. Muchos de los motivos por los cuales entramos a este proceso siguen estando ahí.
¿Fue un error de la derecha oponerse a los cambios por tanto tiempo?
La derecha padeció de cierto inmovilismo durante mucho tiempo y le costó mucho leer los cambios que había tenido el país. Eso explica muchas de las dificultades que tuvo Sebastián Piñera en su segundo gobierno. Es evidente que después del plebiscito de entrada la Constitución está desahuciada. Pero me parecería delirante que en caso de un triunfo del Rechazo alguien de la derecha dijera que aquí no ha pasado nada y volvemos a la Constitución anterior y nos negamos a cualquier reforma. Eso sería como pegarse un cabezazo contra la pared. La derecha tomó nota de una realidad que le costó mucho entender antes. El plebiscito de entrada tiene cifras demasiado elocuentes como para ignorarlas.
¿Y ahora se está pagando un costo por ello?
Por supuesto. Hoy día toda la derecha mira con nostalgia el proyecto de reforma constitucional de Michelle Bachelet. Hay arrepentimiento de no haber tomado ese proceso. Pero eso ya no se hizo y efectivamente creo que fue un error histórico que la derecha ha pagado y la cuenta ha sido cara. Es un error histórico de la derecha no haber sabido leer los cambios estructurales que había tenido el país en las últimas décadas. Para ser justos, este es un problema de toda la clase política en general, a la cual le ha costado leer los cambios del país y por eso que está tan deslegitimada.
¿Por qué la derecha se ha opuesto tradicionalmente a los cambios?
Los 90 fueron años del fin de la ideología, del fin de la historia y se supuso que no había nada más relevante que merecía ser pensado, y lo que había sido dicho estaba ahí y no había nuevos desafíos. En ese sentido, la derecha fue inmovilista desde el punto de vista intelectual, porque no se hizo cargo de que un país que estaba cambiando iba a requerir cambios grandes, más que un maquillaje. Se quedó pegada en un lenguaje tecnocrático y economicista de los años 90. La derecha, pero no solo ella, leyó triunfos electorales como triunfos culturales y sociológicos. Cuando Piñera gana, ese triunfo electoral no es un triunfo en toda la línea, es una derrota de la Nueva Mayoría. Es un triunfo súper matizado y la derecha lo leyó como si fuera un triunfo total.
¿Cómo ha repercutido eso?
Eso le pasó las dos veces que ganó. El primer gobierno de Piñera se enfrentó a las movilizaciones estudiantiles y el segundo al estallido social. Las dos cosas la derecha no las vio venir, porque tenía una caja de herramientas muy limitada y le impedía entender los profundos cambios que estaba viviendo el país.
Ahora lidian con un problema de credibilidad. La gente, y en especial la centroizquierda, no le cree que de verdad quiere hacer los cambios.
Ese es un flanco de la derecha, es uno objetivo y que tiene sus motivos históricos, incluso psicológicos que uno tiene que constatar. Hay dos maneras de solucionarlo. Una es avanzar en el proyecto de la rebaja de quorum para la Constitución, que es lo que propusieron los senadores DC Matías Walker y Ximena Rincón. Es una prueba de decir que, por tanto, va a ser mucho menos enredoso cambiar esta Constitución en caso de que gane el Rechazo.
¿Y la otra?
La otra dimensión es conversar y comprometerse en ejes, en articulaciones generales de contenido. Qué cosas la derecha hoy día está dispuesta a reconocer y está dispuesta a comprometerse respecto del cambio constitucional.
La derecha tiene que hacer lo que la izquierda no quiere que haga, que es tratar de mostrar en qué consiste el camino el 5 de septiembre si gana el Rechazo. Y ese camino que se muestra no puede ser el inmovilismo.
Si el Rechazo gana por mucha diferencia, en la centroderecha hay quienes quieren dejar todo como está.
Me cuesta mucho pensar eso. Supongo que hay gente que pensará así. Esto es lo que nos cuesta tanto en Chile, leer las elecciones en continuidad y no aisladamente. Si uno mira el panorama electoral, hay un profundo anhelo de cambios, los chilenos quieren cambios, y que sean profundos.
En Chile Vamos algunos plantean presentar una reforma constitucional para darle continuidad al proceso constituyente, o un documento con compromisos programáticos.
Todas esas iniciativas suman. Todo lo que vaya en dirección de mostrar el compromiso efectivo de la derecha para que en caso de que gane el Rechazo no haya un inmovilismo institucional. Tal como simétricamente es muy importante que la centroizquierda que vota Apruebo también muestre un camino viable, de qué significa aprobar para reformar.
“La Convención nos metió en una falsa polarización”
Una forma de resolver ese tema es con ciertos principios de cambios a hacer. En ello ha aportado la “Casa de Todos”. ¿Se debieran acoger estas iniciativas?
Lo que esa iniciativa busca hacer es exactamente eso. Producir insumos que sirvan para empezar a discutir el 5 de septiembre, después del plebiscito, si gana el Rechazo. Nos preocupa más el 5 de septiembre que el 4 de ese mes. Tenemos que darle viabilidad al cambio constitucional si es que gana el Rechazo.
¿Esta arremetida intelectual nace debido a una carencia del mundo político de proponer eso?
No tengo contacto directo con el mundo político, ignoro un poco eso. A nosotros nos pareció que podíamos hacer un aporte en esta línea, que efectivamente nace de la constatación de que los partidos no lo están haciendo, y si podemos poner un grano de arena en ese esfuerzo, lo vamos a poner. Sabiendo que si esto se suma a una aprobación de la reforma de los 4/7 el camino de la reforma de la Constitución actual va a ser más viable y más fácil.
La derecha se está abriendo en temas como el reconocimiento constitucional a los pueblos indígenas. ¿Cuánto más y en qué otras materias debiera abrirse?
Eso es un tema. Otro es el reconocimiento del Estado social de derecho. En descentralización hay mucho por avanzar. El hecho de que no nos guste la propuesta tal y como está no significa que no haya principios valiosos que deban ser recogidos en una nueva discusión constitucional.
El sector también busca que la sociedad civil esté en la primera línea del Rechazo. ¿Qué voces debieran encabezar el proceso?
Voces que pueden encarnar la frustración o decepción de la ciudadanía con el proceso por cómo se dio, por lo estridente, excluyente y ruidoso que fue.
¿El país va a quedar polarizado después del plebiscito?
Ese es el gran drama, una gran tragedia de una elección así. Que se convierta en algo muy binario, una elección que no tendría por qué ser tan binaria. Porque si hay algo que me parece evidente, es que gane quien gane el plebiscito, si tú sumas a los que quieren rechazar para reformar, y los que quieren aprobar para reformar, es una inmensa mayoría de los chilenos. La Convención nos metió en una falsa polarización. Y, por tanto, todo lo que podamos hacer para mantener los canales de diálogo abiertos son cosas útiles, y las que van a servir para que las instituciones puedan seguir funcionando razonablemente bien al día siguiente del plebiscito.
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