Joaquín Lavín: “Se quiere discontinuar el proceso de los Liceos Bicentenario más por razones ideológicas que por reales impactos”

Joaquín Lavín
Mario Tellez / La Tercera

El exministro de Educación fue uno de los grandes impulsores del programa al que el actual gobierno no le dará continuidad, lo que critica con dureza. “Mientras no tengas una muy buena alternativa para alumnos talentosos y esforzados de la clase media y vulnerable, cuidado con ponerte a terminar planes si no les vas a dar otra opción”, asegura.


“No soy el padre ni mucho menos, pero para mí es motivo de mucho orgullo”. Con esas palabras Joaquín Lavín (69) refleja su sentir por los Liceos Bicentenario (LB), programa que le tocó liderar desde sus albores en 2010, siendo ministro de Educación del primer gobierno de Sebastián Piñera. En esta entrevista, el excandidato presidencial UDI rememora esos inicios y entrega sus aprensiones por un programa con futuro incierto tras la lápida que le puso el actual gobierno.

¿Cómo fueron pensados los LB?

El sueño era replicar el éxito de los liceos emblemáticos. Queríamos que los alumnos del resto de Chile tuvieran la oportunidad de tener sus propios Institutos Nacionales, porque en ese momento aún era el primer faro de luz de la nación. La instrucción del Presidente Piñera fue ‘traten de replicar el éxito en el resto de Chile’. Diría que la última verdadera innovación en la educación pública son los LB. ¿Por qué? Todos los gobiernos de las últimas dos décadas se han dedicado a cosas administrativas y los LB tienen que ver con calidad de la educación. Lo que había detrás de decir ‘tengamos más Institutos Nacionales’ era el reconocimiento a que la élite que gobernó Chile se conformó de esta mezcla de dos grandes fuentes: los colegios particulares pagados y el resto, una élite más republicana, laica y de clase media que surgió y que provenía de liceos emblemáticos. Eso tiene un gran valor. Cuando en esos tiempos veíamos los rankings de las pruebas, los 100 mejores eran colegios particulares, y de repente aparecía el Instituto Nacional. Eso lo queríamos cambiar.

Se ha criticado que para obtener el sello se prioriza a aquellos liceos con mejor rendimiento y los otros que no lo tienen jamás podrían aspirar a ser LB. ¿Los criterios para optar al sello fueron bien pensados?

Creo que sí. Fue una discusión que tuvimos en ese momento. Yo mismo a veces fui muy escéptico de lo bien que les pudiera ir a algunos liceos. Había un liceo en Ñuble, en un lugar pequeño, bastante rural. ‘¿Cómo lo van a hacer?’, dudaba uno. Y resulta que les fue bien; los criterios estaban bien. La receta, esta forma de emular a los emblemáticos, resultó. Y hoy a ese liceo se lo pelean. Y de a poco empezamos a ver variedad: algunos seleccionaban, otros no, había humanistas, pero luego también técnicos.

¿Y no se instaló una lógica de competencia entre liceos para lograr el sello?

No todos podían lograr el sello, entre otras cosas, porque había limitación de recursos, un presupuesto. También se instaló la discusión si partirlos de cero o transformar liceos ya existentes. Ahora, sí, se generaba competencia, pero era una sana para mejorar. Quizás la palabras es ‘esfuerzo’. Había un esfuerzo de las comunidades por tratar de ser Bicentenario. Sé que a veces hay una discusión de fondo y algunos prefieren una cosa como más chata, de decir ‘no quiero que se destaque nadie’, que todos los liceos tienen que ser iguales. No estoy de acuerdo con eso, porque sería como negar la importancia histórica que tuvieron los liceos emblemáticos. Que no destaque nadie, que ‘vamos a mejorar la calidad de la educación pública completa’... En eso han pasado décadas y sigue igual. Por eso nace esta vía rápida a los alumnos talentosos y esforzados.

Hay quienes aseguran que a los LB les va bien porque seleccionaban a los mejores.

La experiencia empírica desmiente eso. Al inicio algunos seleccionaban, pero después empezamos a ver muchos otros que no, que en su proyecto estaba no seleccionar. O que en sus inicios no llenaban vacantes y ahora sí. Y, por otra parte, los emblemáticos en su época de gloria también seleccionaban y hoy ni siquiera llenan vacantes. Entonces, ¿qué es peor? Obviamente que la situación actual.

¿Qué fallas ve en los LB?

Es un problema general de la educación pública: les falta autonomía para decidir sus propios proyectos educativos, autonomía curricular para meter temas de interés. Les falta el inglés, un déficit de la educación pública. Todavía hay mucho que mejorar.

Hay comunidades que dicen que no han visto cambios, ¿es un programa perfectible?

Por supuesto que sí. Primero, no todos los liceos pueden ser Bicentenario y eso hay que tenerlo claro. Y menos en plazos tan cortos. Hay una dificultad adicional en el caso de los colegios grandes con mucha tradición que quieres reconvertir en Bicentenario, porque la inercia de lo que viene es muy fuerte. Esas transiciones no son fáciles, pero valen la pena finalmente.

¿Debió haber una evaluación de impacto más acabada?

Me imagino que el Mineduc está haciendo eso permanentemente. Obviamente se tiene que ir analizando el impacto en relación a los liceos emblemáticos con los que te quisiste medir originalmente, en relación con el resto o quién se va quedando atrás. Por eso era tan importante el equipo pedagógico especial para los LB, que iba mucho más allá del Simce y la PSU. Lo que me llama la atención es que se quiere discontinuar el proceso de los LB más por razones ideológicas que por reales impactos -le escuché al ministro que se iba a hacer algo-. Si pudiera dar un consejo, diría que mientras no tengas una muy buena alternativa para alumnos talentosos y esforzados de la clase media y vulnerable, cuidado con ponerte a terminar planes si no les vas a dar otra opción. Es como extremar la teoría de quitar los patines: que se queden sin patines la educación particular subvencionada, los liceos emblemáticos -aunque esos se los quitaron ellos mismos prácticamente-, ahora los LB. ¿Qué va a quedar? ¿De dónde va a surgir esa élite que no puede pagar?

¿Es solo algo ideológico? ¿Por qué si según dice los Bicentenario han cumplido no se les quiere dar continuidad?

Es una visión ideológica que va más allá de las razones puramente educativas. Esos mismos argumentos comenzaron a darse hace algunos años respecto de liceos emblemáticos y pasó lo que pasó. Esos mismos argumentos comienzan a darse ahora con lo que destaca en la educación pública.

El argumento de fondo es que se debe poner foco en toda la educación y no en unos pocos establecimientos. ¿Eso es errado?

Es equivocado, porque uno puede caminar y mascar chicle al mismo tiempo. Perfectamente puedes tratar de mejorar la educación pública sin tener por qué matar en su momento al Instituto Nacional y ahora aplica a los Liceos Bicentenario. Y ese argumento lo he escuchado por décadas y nunca se ha hecho nada. Todas las políticas educacionales de las últimas décadas son administrativas. Por eso digo que la última innovación son los LB. Ese argumento desconoce cómo se conforman las élites, que un Ricardo Lagos haya surgido de ahí. Si no, va a pasar que los que gobiernen van a provenir de un sector, el capaz de pagar educación privada, y eso es malo para la diversidad.

¿Criticar que se ponga fin al programa no es ideológico también?

No hay nada malo en que dentro de la educación pública haya algunos liceos especialmente reconocidos como lo fueron los emblemáticos. Ese modelo le hizo bien a la sociedad y hoy son los LB los que los reemplazan. Si uno mirara atrás diría: ‘¿Prefiero el Instituto, el Inba, el Liceo 1 de hoy o de hace 20 años?’. Yo prefiero el de hace 20 años y probablemente Chile diría lo mismo. Yo no haría más experimentos, eso de terminar con la única innovación importante en educación pública de las últimas décadas. ¿Para qué? ¿Por qué evaluaste eso? ¿Cómo lo vas a reemplazar? ¿Qué movilidad social darás?

El gobierno anterior no llamó a nuevas convocatorias para Liceos Bicentenario. ¿Fue un error?

No lo sé. El programa tiene un límite en el sentido de un número de liceos, si no, tendrías que ir expandiendo los equipos pedagógicos. Me imagino que la pandemia significó un freno para eso.

¿Los Bicentenario debieron impulsarse como una política de Estado?

Obviamente que debiesen ser una política de Estado, y en vez de achatarlos o terminarlos, la política debería ser respaldarlos y exigirles. En general, las políticas de educación deberían ser de Estado, porque si no, nos vamos a llevar siempre haciendo cambios más bien administrativos y no vamos a entrar en el foco, que es la sala de clases. Y nos llevamos en estas discusiones, en pasos para atrás y adelante, ¿y cuándo llega el momento de preocuparse de lo importante? Nunca. Y eso es muy malo desde el punto de vista de la política educacional.

Si de usted dependiera, ¿cómo debiese seguir el programa?

Debería haber un estudio antes de tomar cualquier decisión, una evaluación de impacto en todo sentido, no solo PSU o Simce. Cómo les ha ido a los egresados y a las mismas cohortes de liceos no Bicentenario. Creo que habría que hacer una pausa en cuanto al número; no terminar con ellos ni muchos menos. Seguir apoyándolos, ver cómo mejorar y más adelante ver cómo aumentarlos. Y mantener ese equipo pedagógico del Mineduc. Los profesores me dicen que lo que más extrañan es ese apoyo.

¿Se descuidó a los liceos emblemáticos en beneficio de los Bicentenario?

Son cosas totalmente aparte. ¿Qué tiene que ver el éxito del Liceo Juan Pablo II de Alto Hospicio con los overoles blancos en el Inba o las tomas del Instituto Nacional? Nada. Lo ideal hubiera sido que los liceos de excelencia se hubieran mantenido y a esos se le hubieran sumado los Bicentenario.

Pero poner recursos a un programa impide poner en otro lado. ¿No es un problema?

Esos son los estudios de impacto que hay que hacer. Lo que pone el Mineduc, dentro del presupuesto, es muy menor. No estamos hablando aquí de un problema de recursos.

¿Y qué pasó? ¿Quién es responsable?

Este es un problema que viene bastante antes del estallido social. El estallido de violencia que hubo en los emblemáticos -no podría decir el momento exacto- no se paró bien. Se fue condescendiente, se les dejó crecer. Quizás la propia comunidad escolar al principio no reaccionó como debía y eso se fue notando.

¿Y cómo se recuperan los emblemáticos?

Si fuera ministro me imagino que el Presidente me diría ‘me encantaría que se pusiera como meta que los emblemáticos vuelvan a ser lo que fueron’, porque se destruyó un valor para Chile. Eso significa ser más firme respecto de la violencia, renovar equipos, que haya directores con autonomía y no rehenes, a veces, de los estudiantes.

La crisis en la educación pública es violencia, pero también es calidad, infraestructura, alimentación. ¿Cómo se sale? ¿Son más recursos? ¿Son voluntades?

Obviamente que hay un tema de recursos, pero nunca es solo recursos. Tiene que ver con gestión, pero esa gestión tiene que ver también con flexibilidad para los alcaldes, para los servicios locales, para los liderazgos educativos. Mientras no lleguemos a discutir lo que pasa al interior de la sala, no va a pasar nada. Dejemos de discutir temas administrativos, establezcamos políticas de Estado y echémosle para adelante.

¿Hubo un descuido general? ¿Todos los sectores son culpables?

Diría que sí. No creo que esto sea culpa de un sector en específico. Desde ambos lados nos hemos enfrascado en discusiones ideológicas que se han traducido en discusiones más bien administrativas. Nunca ha llegado el momento de enfocarnos en lo único verdaderamente importante, que es cómo aprenden los niños. Tenemos que darnos cuenta de ese problema y meternos ahí.

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