Ni el cielo es límite: la Navidad hace posible el sueño de volar
Rutinario para muchos, un viaje a Temuco se transformó en una experiencia inolvidable para ocho niños de la Fundación Nuestros Hijos. Con apoyo de Correos de Chile cumplieron su deseo de subirse a un avión.
El reloj marcaba las 12:45 del martes 17 de diciembre cuando un vuelo habitual con destino a Temuco se preparaba para despegar desde el Aeropuerto Arturo Merino Benítez de Santiago. Pero esta vez la jornada tenía algo especial: ocho niños de la Fundación Nuestros Hijos estaban a punto de cumplir un sueño que hasta ese día solo habían visto desde tierra firme. ¿Cuál era? Volar por primera vez.
“Nunca he volado y tengo muchos nervios de hacerlo”, se escuchaba decir a uno de ellos en la tienda de recuerdos frente al portal de embarque de vuelos nacionales. Entre risas y miradas expectantes, el grupo se preparaba para una experiencia inolvidable, una aventura impulsada por Correos de Chile, que hizo posible este deseo navideño.
Una de las niñas protagonistas que por primera vez miraría todo desde el aire era Ema. “Dicen que a veces sientes mariposas en la guata”, comentaba emocionada a sus compañeros. A su corta edad ella enfrenta un cáncer y describía esta oportunidad como un premio: “Fui una buena estudiante porque pasé con un 6,9″.
Aunque el vuelo era de corta distancia, Ema relataba que en su equipaje llevaba tres cosas esenciales: pastillas para las náuseas, un polerón y su bitácora de vuelo, un regalo especial que ella y los otros menores recibieron antes de abordar.
Mientras esperaban el embarque los niños exploraban el imponente aeropuerto de Santiago, y momentos antes del despegue cuatro personas y un curioso compañero los recibían. Eran funcionarios de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) junto a un perro antiexplosivos llamado Enzo, que se robaba la atención de todos.
Los menores, alumnos de los colegios hospitalarios de la Fundación Nuestros Hijos en los Hospitales Sótero del Río y Exequiel González Cortés, aprendieron sobre seguridad aeroportuaria y hasta participaron en una demostración del equipo de Servicio de Seguridad, Salvamento y Extinción de Incendios.
Alan, de 13 años, era uno de los más entusiastas. Logró soportar el peso de los dos tanques de oxígeno que cargan diariamente los bomberos de Nueva Pudahuel y hasta probó las máscaras de oxigenación. “Aló, probando, central”, decía mientras jugaba con los radios que le prestaban los funcionarios.
“Esta actividad no solo cumple sueños, sino que también nos recuerda que con pequeños gestos podemos marcar una gran diferencia en la vida de quienes más lo necesitan. Agradecemos profundamente a todos los que hicieron posible este regalo lleno de amor y esperanza para nuestros niños”, decía Josefina Berliner, gerenta comercial de la fundación, mientras aguardaban los niños -todos oncológicos- a subirse al avión.
Según un estudio realizado por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile y Fundación Nuestros Hijos, el cáncer es la cuarta causa de muerte más frecuente en la población infantil chilena, representando un 6,4% del total de menores de 15 años. El informe revelaba que cada año se diagnostican entre 440 y 590 casos nuevos, con una tasa de sobrevida a cinco años que alcanza el 76,9%.
Cross check y reportar
A punto de despegar por altoparlante se anunció la presencia de los invitados especiales. Por eso no extrañó que ya en el aire se escucharan aplausos. Y ya desde las alturas los niños pudieron contemplar un Chile que hasta ese día solo conocían a través de mapas y relatos.
Javiera (16) también era parte del sueño, aunque ella había volado una vez en su vida. Fue la encargada de transmitirles tranquilidad a sus compañeros, que murmuraban sus nervios. “Uno ve cosas nuevas y experimenta el viaje”, les decía, mientras otra sorpresa se preparaba.
La aparición del Viejo Pascuero dejó a casi todos boquiabiertos. A paso saltado y con su característico “jo jo jo”, el anciano se acercó a la parte delantera del avión para darle a cada uno de los niños un regalo, quienes ya agradecían ver desde el aire volcanes y nubes. Esas vistas, resumían, eran parte de lo que más les llamó la atención. Antonella era una de ellas.
Aterrizaje feliz
La llegada a Temuco fue recibida con aplausos y desde la cabina los pilotos se sumaron a la experiencia permitiendo a los niños acceder a ella, compartiendo detalles sobre su funcionamiento. La emoción era visible y el inmediato regreso a Santiago aplacó cualquier amago de cansancio de los menores. “Ahora puedo decir que volé y que no fue tan aterrador como pensaba”, comentaba uno de los niños que estuvieron a más de 10 mil pies de altura.
Desde Correos de Chile, María Elena Cooper, gerenta de Asuntos Corporativos, afirmó a La Tercera que “pudimos cumplir los sueños de un grupo de niños y niñas de la Fundación Nuestros Hijos que anhelaban volar. Lo que vivieron fue más que tomar un vuelo, tuvieron una real experiencia de viaje, invitándolos a tener un día distinto”.
Algo que también compartió Mayra Kohler, gerenta de Asuntos Corporativos y Sostenibilidad de Sky Airline, la aerolínea que facilitó la experiencia: “Este vuelo es un ejemplo de cómo, a través de nuestros valores, buscamos que el cielo sea más accesible para las comunidades que nos rodean”.
Y es que más que un vuelo la jornada, que culminó a eso de las 17:45, se transformó en una celebración de vida, sueños y superación, y donde incluso el cielo dejó de ser límite.
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