Calentamiento global: ¿Cómo bajar la temperatura del planeta?

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La búsqueda científica y técnica para enfriar el planeta no se detiene. Siembra de nubes con yoduro de plata para hacer llover; adición de hierro al océano para aumentar el fitoplancton que consume CO2; o disminuir la radiación solar con sulfatos. Pero todos estos experimentos pueden tener efectos negativos no deseados y no observados en ambientes acotados o en laboratorios.



En abril de este año, el gobierno sueco obligó a la Universidad de Harvard a detener el primer proyecto de geoingeniería denominado Experimento de Perturbación Controlada Estratosférica, la parte de la atmósfera que se extiende entre los 10 kms. y los 50 kms. Un globo iba a liberar pequeñas cantidades de partículas, como sulfatos, carbonato de calcio y otros, para comprender mejor los riesgos y el potencial de la geoingeniería solar. La idea detrás de este experimento es dispersar la luz solar y reducir el calentamiento global.

El vuelo se realizaría desde el Centro Espacial Esrange, en Kiruna (Suecia), pero las autoridades de ese país revirtieron la decisión aduciendo falta de información de la ciudadanía, tras críticas públicas en contra de la iniciativa científica, encabezadas por Greenpeace Suecia. El lanzamiento se pospuso para el próximo año, aunque no se descarta que se busque otro país que permita en sus cielos efectuar este proyecto financiado por Bill Gates.

Esta iniciativa se inscribe dentro de la llamada geoingeniería, que trata de modificar de manera científica y a gran escala el clima terrestre, con la intervención de los océanos, suelos o la atmósfera, para combatir el calentamiento global. Para sus detractores se trata del camino corto y peligroso que no se hace cargo de las emisiones de dióxido de carbono emitida por la quema de combustibles fósiles, el principal factor en el incremento de la temperatura global.

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Geoingeniería solar: una de las ideas de esta rama es instalar reflectantes gigantes en el espacio que hagan rebotar la radiación antes de que llegue a la Tierra.

Para sus defensores, la geoingeniería es una nueva frontera del conocimiento humano para revertir el calentamiento del planeta, que no se debe descartar a priori por prejuicios conservacionistas.

Ambas fuerzas se enfrentan allí donde se alce una idea o un proyecto de geoingeniería, sin distingo de continentes. Organizaciones de alcance global, monitorean los desarrollos de esta rama científica.

Siembra de nubes

En julio, en pleno verano en Emiratos Árabes, una siembra de nubes mediante drones provocó más lluvias que las deseadas, inundando zonas del país y carreteras. El motivo de ello fue la presencia de nubes convectivas, típicas de los climas tropicales, a 40 grados Celsius de temperatura, un factor no previsto en momentos en que se realizaban las descargas artificiales.

La siembra de nubes no es nueva y se efectúan en Estados Unidos, China y otros países. En Nevada, en Norteamérica, por ejemplo, se ha logrado aumentar en 10 por ciento las precipitaciones con yoduro de plata.

“El caso reciente de Emiratos Árabes es un claro ejemplo de cómo la ciencia puede afectar el clima, porque hubo inundaciones no deseadas. Así que la gran incógnita son los efectos negativos inmediatos o a largo plazo cuando se actúa desde la geoingeniería”, dice José Miguel Arriaza, director de Escuela de Ingeniería Civil, Minas y Sustentabilidad de la Facultad de Ingeniería y Tecnología de la Universidad San Sebastián (USS).

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José Miguel Arriaza, director de Escuela de Ingeniería Civil, Minas y Sustentabilidad de la Facultad de Ingeniería y Tecnología USS.

El académico explica que “el precursor de la geoingeniería fue el uso de armas para una eventual guerra climática por parte de Estados Unidos, como por ejemplo generar una tormenta, un tornado o marejadas al enemigo. Esta aplicación militar comenzó a emigrar hacia la mitigación del calentamiento del planeta”.

Siembra del mar

Al intento de controlar de la radiación solar (caso de Suecia), que es el principal problema en el aumento de las temperaturas, debido a la acumulación de gases de efecto invernadero generado por la quema de combustibles fósiles, se suma la posibilidad de alterar genéticamente plantas (Biotecnología vegetal) para que el follaje haga que la luz rebote, de modo que el calor no se concentre en el suelo.

También existe la siembra del mar con hierro para hacer crecer el fitoplancton, que son pequeñas algas que flotan en el mar, que corresponden al primer eslabón de la cadena trófica (alimentación) de las especies marinas. Este componente captura mucho dióxido de carbono y a la vez alimenta pesquerías que están sobreexplotadas. Esto comenzó con la observación de las erupciones volcánicas que emite mucho hierro a la atmósfera y que al caer en el mar favorece el crecimiento del fitoplancton. En Chile, en 2017, la corporación canadiense Oceaneos intentó llevar a cabo un experimento en este sentido, el que fue criticado por científicos del Instituto Milenio de Oceanografía, aduciendo falta de información.

“La siembra con hierro ayudaría -sostiene Arriaza-, pero hay riesgos de que las aguas oceánicas se llenen de algas que consuman mucho oxígeno, provocando la muerte de especies marinas. A menor escala, esto se pudo ver en el lago Villarrica o en la laguna de Aculeo, cuando el agua se veía verde por la gran proliferación de algas, provocando la muerte de peces. Es decir, los efectos no deseados de la geoingeniería no se pueden controlar, no se sabe en qué puede terminar la manipulación de la naturaleza por el hombre a gran escala”.

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Diversas ideas para la aplicación de la geoingeniería para enfriar el planeta.

El académico de la USS opina que “la única forma de poder controlar los efectos negativos de la geoingeniería es con ensayo y error. Es decir, modelar, probar y controlar en ambientes muy acotados. Pero aún así, cuando se aplica a zonas vastas, hay factores incontrolables, con un riesgo para los ecosistemas”.

Agrega que “soy más bien pesimista de que logremos revertir el calentamiento de la Tierra. Creo que el cambio climático ya lo estamos viviendo. Poder generar cambios radicales para que la curva se invierta, enfriando el planeta, es algo de largo plazo. La mirada actual y de las próximas generaciones debe ir en la línea de la adaptación al nuevo escenario, caracterizado por los efectos en el clima, los eventos extremos y la sequía, porque esta situación se va a acelerar en los próximos años”.

Es en este contexto en que Arriaza sostiene que “los desafíos de la ingeniería y la aplicación de la ciencia son responder a los cambios que van a experimentar las ciudades, las actividades productivas, la agricultura. La ingeniería puede optimizar el uso del agua u obtener nuevas fuentes, lo mismo con el uso eficiente de la energía, la implementación de energías renovables no convencionales y la gestión de las ciudades. Lo que viene es un gran desarrollo para todas las ramas de la ingeniería”.

En tanto, el único consenso mundial en torno a detener el calentamiento global es disminuir la emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, de la mano de la electromovilidad, la disminución del consumo de carne, detener la deforestación y masificar el uso de medios de transporte ecológicos como la bicicleta.

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