Deportistas y universitarios: dos carreras, doble presión

La presión de competir por ser el mejor deportista quedó en evidencia en los JJ.OO. de Tokio. ¿Y si a esa presión se le suma estudiar, al mismo tiempo, una carrera? Es el escenario que enfrentan miles de deportistas, donde las universidades juegan un rol clave. En Chile varias entregan facilidades y se ha ido formando una cultura sobre el tema. "Tener la posibilidad de sacar nuestro título es muy importante”, dice el voleibolista y estudiante de UNAB, Marco Grimalt.



De los 58 atletas del Team Chile en los Juegos Olímpicos de Tokio, la delegación de universitarios más numerosa fue la de la Universidad Andrés Bello (UNAB), con 10, superando a las tradicionales, como la Universidad de Chile, que tuvo a 6, y a la Universidad Católica, que fue representada por 3 estudiantes-atletas en los Juegos Olímpicos. Independiente de los resultados, todos enfrentan el desafío de combinar dos carreras: la del deporte de alto rendimiento con los estudios superiores tradicionales.

Un caso ilustrativo es el de los voleibolistas de playa Marco y Esteban Grimalt, quienes llegaron a octavos de final en los Juegos Olímpicos de Tokio y que están en tercer año de Ingeniería en Administración de Empresas, en la UNAB. Desde Tokio, Marco Grimalt comenta: “En nuestro caso, tenemos la suerte de estar en una universidad que nos brinda todas las oportunidades posibles y eso nos ha permitido llevar las dos carreras: tanto la universitaria como la deportiva. Al final, no podemos rendir como un alumno regular, ya que la carga académica la tomamos en relación a la cantidad de torneos que tenemos”.

Frente a ese escenario, Grimalt dice que “hay semestres que tenemos que congelar y otros tomar menos ramos, y por eso es tan importante la comunicación con los profesores y con los entes rectores. Cuando tomamos ramos debemos concentrarnos al 100% en ellos también. Y en la universidad nos ayudan a tener un ritmo de estudio”. Pese al buen rendimiento que han tenido en el voleibol playa, los primos Grimalt se proyectan: “Tener la posibilidad de sacar nuestro título es muy importante, en nuestro caso tenemos becas al 100% y estamos muy agradecidos de la universidad”, dice Marco.

La principal dificultad de los atletas-deportistas es poder compatibilizar sus competencias, entrenamientos y viajes con toda la carga académica, plantea Álvaro Saffa, director nacional de deportes de la UNAB. “Lo que no debemos hacer es sumarle al deportista un estrés adicional, ya tienen mucha presión con las competencias, así que debemos facilitarles el camino”, puntualiza. Desde su cargo, Saffa supervisa el cumplimiento de la Política Nacional de Deportes del plantel, que data de 2018. Esta ha permitido, según su director, tener el mayor número de deportistas-universitarios destacados: 1.156. De ellos, la mayoría opta por carreras del área de la salud, como nutrición, medicina, kinesiología, enfermería, obstetricia e ingeniería comercial.

“Con esta política se unificaron criterios, no sólo en el otorgamiento de beneficios como becas deportivas (para más de 200 alumnos por año) o en la flexibilidad en la toma de ramos (los atletas-estudiantes son parte de los grupos prioritarios a la hora de elegir asignaturas y horarios); también en el desarrollo de una filosofía en torno al deporte, que incluye la captación de deportistas desde los 15 años, el involucramiento de sus familias y la coordinación de todos los estamentos universitarios”, detalla Saffa, quien adelanta que la meta es llegar con 85 deportistas UNAB a los Panamericanos 2023 de Santiago.

“Organizar los tiempos es lo más complicado, porque se topan horarios de entrenamiento con clases o con pruebas, es difícil coordinar y cumplir con todo eso”, dice Yastin Jiménez, seleccionada nacional de fútbol femenino que acaba de volver de la capital japonesa y que al mismo tiempo cursa el cuarto semestre de la carrera de Contador Auditor, también en la UNAB. A sus 20 años, ella vive el desafío de la “doble carrera”. “Es difícil, pero si la universidad te apoya, te da flexibilidad, se puede. La universidad se ha portado un 7 conmigo; este año he tenido muchos viajes y me han ayudado a dar las pruebas en otro momento, o cosas así”, resume.

Becas y beneficios

En la Universidad de Chile, la directora de Deportes y Actividad Física es una exatleta: Blanca Durán, que desde 2011 estudió Ingeniería Civil Industrial gracias al Ingreso Especial para Deportistas, vía de admisión paralela a la regular que actualmente recibe un promedio de 110 alumnos por año, que pueden acceder a una de las 40 becas deportivas.

Desde su doble experiencia, la ex tenimesista comenta qué gana una universidad al acoger a deportistas como alumnos: “Primero, es el sello de excelencia que distingue a los deportistas y también son un tremendo promotor de hábitos saludables. Podría hacer la misma pregunta de por qué potencias en el deporte como Estados Unidos, países de Europa o asiáticos le dan tanta importancia al deporte de alto rendimiento. Es una herramienta de promoción. En la suma y resta es mejor tener grandes referentes deportivos que hacer las campañas de promoción. Esa es la razón lógica, pero también tiene que ver con impregnar a la comunidad con los valores y el espíritu que promueve el deporte”, dice Blanca Durán.

En la Universidad Católica disponen de 128 becas deportivas y actualmente cuentan con 926 estudiantes destacados en 38 disciplinas. El director de Deportes UC es Jorge Silva, quien coincide en la necesidad de ser flexibles con los atletas universitarios, alargando la duración del período académico: “Así van ganando tiempo. Una vez que termina su carrera deportiva o si deben dejarla por algún problema, ya tienen algo avanzado para poder insertarse en la sociedad. Especialmente pensando en algunos deportes que no son muy rentables”.

En general, las universidades que apoyan a deportistas de alto rendimiento lo hacen a través de becas que cubren distintos porcentajes del arancel anual, ingresos especiales sin pruebas específicas, prioridad en la elección de ramos y horarios e incluso la posibilidad de inscribir menos asignaturas que el resto.

A cambio, el estudiante-atleta debe cumplir metas académicas y mantener la excelencia deportiva, además de ser y asumir su rol de deportista, “llevando una vida sana y en concordancia con su condición de deportista destacado”, como se lee en un convenio deportivo-universitario. “Básicamente, debemos ser modelos a seguir. Un ejemplo para los demás. Es una presión que se siente”, admite Yastin Jiménez.

Ese tipo de presiones por ser los mejores en su disciplina deportiva, y sus consecuencias, quedaron de manifiesto en los últimos Juegos Olímpicos. “Ojalá ahora, con lo que pasó en Tokio, se empiece a trabajar más la salud mental de los deportistas y de todos”, reflexiona Jiménez. “Simone (Biles) es súper destacada y quizás la gente piensa que alguien como ella no tiene problemas y no es así. Todos los deportistas pueden tener problemas familiares o cosas externas, y está el tema de la presión: se espera mucho de los deportistas y no siempre se logra y se juzga muy duramente. Sin duda, todo deportista debería tener un sicólogo en el cuerpo técnico. Nosotras, en la selección, tenemos un sicólogo que siempre viaja con nosotras y ayuda mucho”, cuenta la futbolista.

Un tema cultural

La presencia de atletas en las universidades es, desde hace décadas, parte importante de la cultura educativa de países como Estados Unidos. “Estudié Educación Física en la Universidad de Miami, Florida, entre 1965 y 1969 y la experiencia fue fantástica”, recuerda Jaime Fillol, que en esos años ya se preparaba profesionalmente para el tenis, deporte en el que tuvo sus mayores éxitos en las dos décadas siguientes.

“Mi hijo Jaime y mi hija Catalina también hicieron ese proceso (ser estudiante y atleta en EE.UU.) en una generación más reciente y es la demostración de que hay un beneficio mutuo para el deportista y para la universidad. Nadie le regala el título a un deportista, pero tampoco se le perjudica en su avance deportivo”, dice Fillol, director de la recién creada carrera de Entrenador Deportivo en UNAB.

“El deporte ayuda no sólo a distraerte, sino que ayuda a mejorar tus niveles de aprendizaje. Hay una formación de la personalidad de ese profesional que es muy atractiva en el mundo laboral”, dice Fillol y Álvaro Saffa coincide: “Un profesional que ha sido deportista es más demandado, ya que tiene disciplina, resiliencia, sabe trabajar en equipo y tiene mayor tolerancia al fracaso”.

Fillol sostiene que, en general, las universidades chilenas se han demorado en reconocer el potencial del deporte y su aporte en la formación académica. “Ciertamente es un problema cultural, de educación de las personas: es muy corriente escuchar que si un chico deportista en el colegio comienza a bajar las notas, los padres deciden sacarlo del fútbol o del deporte en el que está destacando y eso es porque no estamos valorando el deporte en su total dimensión”.

El ex tenista reflexiona sobre el rol de las universidades y el valor del deporte: “Las crisis que se viven hoy, ya sea sociales o de salud, nos están llamando a una alerta sobre la manera en que estamos educando, qué estamos ofreciendo, qué es lo importante. Hay un reconocimiento muy claro y con respaldo científico de que hoy lo que se requiere es gente con habilidades blandas, y el deporte entrega justamente eso”.

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