La historia tras el invento que busca revitalizar la producción de algas rojas en Chile
Una nueva herramienta biotecnológica que hace cinco veces más eficiente la producción de algas rojas. Ese es el invento made in Chile, específicamente patentado por investigadores del Centro de Investigación Marina de Quintay de la Universidad Andrés Bello, que aspira a revolucionar completamente una industria.
Desde que Ignacio Pérez Massad tiene memoria, en su casa siempre hubo un acuario, la primera especie de pez que recuerda haber tenido es la de las coloridas carpas koi. Con el paso de los años su fascinación fue creciendo y al cumplir los 18 años ya tenía especies más exóticas y manejaba técnicas de cultivo de animales y plantas acuáticas.
A pesar de que su pasión se centraba en el mundo marino decidió entrar a estudiar arquitectura. No duró mucho en la carrera. Las pasiones casi siempre se terminan imponiendo e Ignacio fiel a esa premisa se cambió de carrera a Ingeniería en Acuicultura en la Universidad Andrés Bello.
En el desarrollo de su nueva carrera aprendió que la industria de la explotación de recursos marinos en Chile es casi completamente extractivista, más aún si se trata de las algas. Fue allí donde se propuso formar equipo y buscar soluciones.
De esta forma, entre 2016 y 2018 formó parte de una investigación cuyos resultados prometen cambiar para siempre la producción de algas en el país, y que recientemente ya fue patentada por INAPI (Instituto Nacional de Propiedad Industrial) para su industrialización.
Produciendo algas rojas
En las costas de Chile existen más de quinientas especies de algas. En muchas playas del territorio nacional pescadores artesanales decidieron dejar de lado las redes y los anzuelos para convertirse en algueros, persiguiendo los buenos precios que el mercado ofrece para el producto.
La mayoría de ellos se dedicó a la recolección de los huiros, un grupo de especies de algas pardas que crece en casi todo el territorio nacional. Según informa la Subsecretaría de Pesca, gran parte de ellas son exportadas principalmente al mercado asiático.
El huiro, sin embargo, no es la única alga de exportación. Las algas rojas también forman parte de la industria nacional: el Chondracanthus chamissoi por ejemplo se conoce como Chicoria de mar, la Callophyllis variegata como Carola y la Gracilaria chilensis como Pelillo, entre muchas otras que son explotadas a lo largo del país.
En sus células poseen moléculas (agar y carragenanos) que tienen el poder de espesar los líquidos en forma de gelatina. Por ello, las algas rojas se han convertido en plantas marinas altamente valoradas, especialmente, por su aprovechamiento en uso farmacéutico y alimentario.
El problema es que es un recurso escaso, solo una de las especies de alga roja, el pelillo, es cultivada, el resto se extrae desde reservas naturales, lo que constituye una importante amenaza para su conservación.
“En Chile hacemos lo mismo que se hacía hace décadas atrás. Las sacamos, se secan y se mandan al extranjero, con poco valor agregado. Y después nosotros compramos productos que vienen con los derivados de esas algas, un poco lo que hacemos con el cobre”, señala al respecto Cristian Bulboa, académico de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad Andrés Bello, en un enunciado parecido al que escuchó su exalumno Ignacio Pérez Massad años atrás. Esto supone una fuerza extractiva alta, y una presión sobre las poblaciones naturales de estos recursos que las pone en riesgo e hipoteca la sustentabilidad y conservación presente y futura.
Una solución a este problema añade el académico, se centra en avanzar en el cultivo de las algas, pasando de la recolección a la producción de estos organismos, un anhelo de décadas en nuestro país, y en donde se ha avanzado mucho, pero aún no se encuentra consolidado comercialmente, agrega Bulboa. En las algas rojas especialmente hay algunos desafíos productivos relativos a la biología de estas especies, ya que las células reproductivas (esporas o gametos) de las algas rojas no se mueven (cómo si lo hacen las esporas de algas pardas), por lo que su reproducción y propagación con fines comerciales, usando estas estrategias, puede ser sumamente compleja.
Enfrentado a este problema, el alumno Ignacio Pérez Massad pensó en una solución ¿Cómo hacer más eficiente la adherencia de esporas al sustrato, y de esta forma facilitar el esporocultivo de las algas rojas? La respuesta la tuvo en su primera afición.
Re suspensión
Los acuarios de peces Koi que Ignacio tenía en su niñez funcionaban con un sistema de filtración mediante esponjas gracias a la re-suspensión de agua, lo que permitía una circulación de ésta. Ignacio Pérez pensó que podría usar un método similar con las esporas que no se podían adherir al sustrato en una primera oportunidad.
Junto a su profesor perfeccionaron la idea, la que mostró resultados sorprendentes, así lo explicó Bulboa en una publicación de su casa de estudios
“Lo que hicimos fue diseñar una herramienta biotecnológica que desafía la falta de movilidad de las esporas de algas rojas, a través de un proceso de resuspensión, en el cual se inyecta aire desde el fondo de un estanque, y se aprovechan las esporas no asentadas, logrando así dar solución a este problema, y posibilitando un proceso de siembra de sustrato con esporas, altamente eficiente”.
En este contexto, el invento obtuvo una patente INAPI (Instituto Nacional de Propiedad Industrial) por la creación de esta nueva herramienta biotecnológica que hace más eficiente la producción de este recurso marino.
Ignacio Pérez Massad, ya titulado, también reflexiona sobre su invento que sumó el apoyo y experiencia de la Dra. Loretto Contreras-Porcia, profesora titular e investigadora de la Facultad de Ciencias de la Vida UNAB y de Marcela Ávila, ambas reconocidas ficólogas chilenas, y la huella ambiental que la patente de éste puede significar para Chile y el mundo:
“La idea es justamente utilizar la invención para hacer crecer el cultivo de algas, sumando especies para luego comercializarlas. Siempre haciendo cultivo, porque a mí no me interesa seguir explotando aún más el mar. Me cautiva poder cambiar un poco esa visión y por algo estudié esta carrera. La idea es poder hacer acuicultura con las algas, usar algunas para venderlas como materia prima de exportación y otras para repoblamiento y así dejar una huella positiva en Chile y el mundo”.
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