Mujeres Desafiando Ciencias: cómo avanzar para reducir las brechas de género en la academia
Así fue el primer encuentro de investigadoras del consorcio Ciencia e Innovación para el Futuro, conformado por las universidades Mayor, de Atacama, Autónoma y de Tarapacá.
A pesar de los avances, a pesar también de las regulaciones y legislaciones, de las discusiones y debates, las brechas de género siguen ahí. Quizá más cortas, claramente más visibles, pero todavía no del todo reducidas. Una desigualdad que pueden comprobar las investigadoras y académicas, quienes crecen progresivamente en número, pero aún se encuentran con obstáculos y dificultades solo por ser mujeres.
¿Cómo avanzamos ahora que los sesgos se han hecho evidentes, que las demandas están sobre la mesa y que el machismo, el acoso y la discriminación ya no son aceptables? ¿De qué manera la academia puede ser un ejemplo de equidad para el resto de la sociedad? ¿Cuáles son los siguientes pasos en una industria tan competitiva, jerárquica y masculinizada como la universitaria?
Muchas preguntas difíciles, pero que se intentaron responder en el Primer Encuentro de Investigadoras del consorcio Ciencia e Innovación para el Futuro, organizado por el Eje de Participación y Liderazgo Femenino de este proyecto. El evento, realizado el jueves 29 de agosto, se llamó Mujeres Desafiando Ciencias, donde científicas y académicas de las universidades Mayor, de Atacama, Autónoma y de Tarapacá se reunieron para compartir experiencias, debatir ideas y trabajar en propuestas.
Realizada en el auditorio de posgrado de la U. Autónoma, la actividad comenzó con una charla de Claudia Sanhueza, subsecretaria de Relaciones Económicas Internacionales y ex subsecretaria de Hacienda, quien habló de su experiencia en la academia y el gobierno. Luego continuó con un conversatorio entre Antonia Santos, coordinadora del Observatorio de Violencia e Igualdad de Género de la Universidad de Chile; aleosha eridani, doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, experto en masculinidades y género; y Nicole Trefault, vicerrectora de Investigación de la U. Mayor y directora del consorcio. El panel fue moderado por la periodista Bárbara Pezoa.
Un camino pedregoso
Sanhueza ahora es autoridad del gobierno, pero antes de eso realizó una rápida y destacada carrera académica: doctora en Economía por la universidad de Cambrigde, fue docente y directora académica de programas en distintas universidades (entre ellas la Mayor), por lo que experimentó en carne propia todos los sesgos que viven las mujeres cuando intentan abrirse camino en espacios históricamente dominados por los hombres, como la economía y la política.
«Mucha gente en la academia cuestionó mis decisiones», dijo la subsecretaria, tanto profesionales como familiares. «Les parecía inconcebible que yo decidiera hacer un doctorado siendo madre. Al mismo tiempo, no podían entender que yo quisiera formar familia y explorar la maternidad en medio de un exigente camino académico».
También era normal que en los distintos espacios de trabajo —comités, comisiones, consejos universitarios, direcciones o gabinetes— Sanhueza fuera la única mujer del grupo, una soledad de género que le cuestionaba su presencia y mérito en esos lugares, y que además no empatizaba con sus distintas necesidades.
Aparte de compartir sus experiencias, la subsecretaria aprovechó de valorar los avances que ha realizado el país en los últimos años, y que en algunos aspectos lo ponen a la vanguardia latinoamericana. Aspectos como exigir perspectiva y paridad de género en la postulación de proyectos con financiación pública —como algunas investigaciones científicas—, o agregar capítulos y apartados de género en acuerdos de cooperación económica con otros países, es algo en lo que Chile es pionero en la región.
Mucho sigue siendo poco
Luego de la charla de Claudia Sanhueza, en el encuentro se dio paso a un conversatorio en el cual se discutieron las actuales medidas que se están tomando en el ámbito científico y académico para cerrar las brechas de género y hacer de la universidad un espacio más inclusivo y menos precario para las mujeres.
¿Son suficientes las políticas que se han tomado para corregir la desigualdad entre hombres y mujeres en la academia? Claramente no, pero Antonia Santos advierte de la trampa de quedarse con esa idea: la de remar mucho para nunca llegar a la orilla.
«Cuando hacemos evidente una realidad, y queremos intervenir y actuar sobre ella, esta no se vuelve más sencilla, sino que algo más complejo», dijo la socióloga. Por eso, lo que conviene ahora es hacer ciertos esfuerzos por empujar una «inversión» del Estado para tener más mujeres en la ciencia y mejorar los datos, pues las métricas hoy «no dan cuenta real de lo que ocurre».
Por ejemplo, Nicole Trefault mencionó la agenda Mejor Trabajo en Investigación, lanzada hace poco por el Ministerio de Ciencia, donde además de evidenciar las dificultades que existen para casi todo el personal en este ambiente —poca regulación de horarios, muchas exigencias de publicación—, se resaltan los obstáculos específicos que deben sortear las mujeres, como falta de representación y visibilidad, poca compatibilidad entre vida familiar y profesional, y el riesgo aún latente de sufrir acoso.
«Intentamos resolver problemas estructurales con medidas absolutamente incapaces de atacar lo profundo de las brechas existentes», dijo Trefault. «Si te queda mucho por conseguir, no puedes haber avanzado tanto. Has avanzado poco, digamos las cosas como son».
A pesar de eso, las medidas aplicadas por el consorcio en sus universidades —»como mentorías y capacitaciones, o promover la discriminación positiva— le parecen «procesos necesarios para promover ambientes más inclusivos y conseguir una representación igualitaria en posiciones de liderazgo». Sin embargo, agregó, «eso no se logra con poner a una colega a hacer patria en un departamento donde solo hay investigadores hombres».
¿Cómo conseguir que los hombres participen activamente de este proceso? Para aleosha eridani, eso implica reconocer «las distintas vivencias masculinas, sus distintas consideraciones respecto a este cambio cultural, mapearlas bien y considerarlas todas». Eso ayudaría a establecer «posibles articulaciones con ciertos varones con los cuales formar vínculos, empatías o reflexiones, y que a partir de sus experiencias —algunas también de violencia o discriminación por parte de otros hombres— puedan relacionarse con estas luchas que están dando las mujeres».
Santos reconoce que este es un proceso de largo aliento, que debe acelerarse progresivamente cuyos resultados demorarán en verse. Por eso se enfoca en las nuevas generaciones: «las políticas universitarias son más fáciles de aplicar al estudiantado», señaló. «Por ejemplo, hay más dificultades en instalar medidas de corresponsabilidad social en el estamento docente, pues afecta las trayectorias y una encuentra más resistencias, tanto de hombres como de mujeres».
Como se ve, el diagnóstico respecto a la desigualdad de género en la academia, y por supuesto en la sociedad, todavía está en proceso. Pero que las mujeres científicas de distintas universidades, ciudades y regiones de Chile puedan encontrarse, compartir sus experiencias y formar redes, es un claro paso adelante.
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