Qué hacer para disminuir el grave efecto del cambio climático proyectado para Chile

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Ilustración: Gabriel Ebensperger.

El último informe sobre el Cambio Climático de la ONU dice que que el calentamiento global avanza con rapidez y Chile será uno de los más afectados. La sequía ya es una constatación. Expertos explican cómo llegamos a este momento y entregan recomendaciones, entre ellas disminuir la huella de carbono y cambiar la dieta alimenticia.



El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, publicado en agosto, parece el guión de una película de catástrofes, pero sus 3.949 páginas no tienen nada de ficción. En él se afirma que el calentamiento global es generalizado, avanza con rapidez y se intensifica. Subraya la urgencia de reducir de forma sustancial, rápida y sostenida las emisiones de gases de efecto invernadero. Y concluye que se están produciendo cambios en el clima de toda la Tierra, sin dejar dudas sobre el responsable: la acción humana.

“Hace bastante tiempo que la comunidad científica viene alertando que las acciones para combatir el cambio climático son insuficientes, y que los compromisos deben ser mayores. En ese sentido no nos sorprende el informe”, dice Edmundo Muñoz, ingeniero ambiental, magíster en Ciencias de Recursos Naturales y director de postgrado de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad Andrés Bello (UNAB). “Pero sí sorprende lo rápido y lo catastrófico que pueden ser las consecuencias del cambio climático”, admite.

Chile aparece varias veces mencionado en el informe, el sexto en su tipo, citando pruebas científicas, como el análisis de anillos de troncos de árboles que demuestran que nuestro país vive una sequía sin precedentes en el último milenio. En otros párrafos puede leerse: “En el Mediterráneo, Chile central y el oeste de América del Norte, la aridificación futura superará con creces la magnitud de cambio observado durante el último milenio” o “la reducción de las nevadas sobre las montañas de los Andes chilenos y argentinos, ha resultado en reducciones sin precedentes en el caudal de los ríos, los volúmenes de los embalses y los niveles de las aguas subterráneas”.

Sequía, desertificación, aumento de los incendios forestales, disminución generalizada de lluvias, pero precipitaciones abundantes en algunas zonas, aluviones, marejadas y un dramático etcétera son parte del escenario que se proyecta para Chile. “No sorprende, pero duele”, complementa Ricardo Abuauad, decano del Campus Creativo de la UNAB. “Quiero pensar que este informe debe movernos a la acción. Crear una nueva manera de mirar las cosas”, agrega.

De todas las consecuencias del cambio climático, la más palpable en Chile hoy es la sequía. “Nuestro país es el 18° con mayor estrés hídrico del planeta”, dice la jefa de la Oficina de Cambio Climático del Ministerio de Medio Ambiente, Carolina Urmeneta, quien destaca la meta nacional de mitigación de Chile: tener carbono neutralidad a más tardar al 2050.

Respecto del agua, desde el gobierno destacan tres proyectos que buscan cuidar este recurso: la creación de una Subsecretaría de Recursos Hídricos en el MOP, la modificación del Código de Aguas y, especialmente, el Proyecto de Ley Marco de Cambio Climático. “Se establece como prioridad la seguridad hídrica y el consumo de agua humano y se establece la obligación de tener planes estratégicos de cuencas para las 101 cuencas del país”, afirma Urmeneta, sobre el proyecto que tiene suma urgencia y que coordinará acciones de 17 ministerios.

Tanto ella, como los académicos y científicos consultados para este artículo, coinciden en una recomendación que parece fácil, pero que tiene grandes complejidades: “Hay que cuidar el agua”. El director de postgrado de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad Andrés Bello, Edmundo Muñoz, da cifras: “Gastamos casi 200 litros de agua al día, y es agua potable, de la cual consumimos directamente de 2 a 4 litros. El resto, se pierde por ineficiencia”.

Cambio cultural

A nivel global, Chile es un emisor mínimo de Gases de Efecto Invernadero: aporta un 0,25% del total, ubicándose en el lugar 139, de una lista de países encabezada por China (26,1%) y EE.UU. (12,7%). Sin embargo, el nuestro es uno de los países del mundo que se verán más afectados por el cambio climático. Esto confirma, con dramático realismo, lo que ya se sabía, pero algunos aún no quieren oír. Chile cumple con siete de los nueve criterios de vulnerabilidad ante el cambio climático fijados por la ONU: (1) áreas costeras de baja altitud, (2) zonas áridas y semiáridas, (3) zonas de bosque, (4) territorio susceptible a desastres naturales, (5) áreas propensas a sequías y desertificación, (6) zonas urbanas con contaminación atmosférica, y (7) ecosistemas montañosos. Sólo “nos salvamos” por no ser (8) países de baja altitud y países insulares y (9) países sin litoral y de tránsito.

Desde la Facultad de Ciencias de la Vida de UNAB, Edmundo Muñoz entrega datos de cómo la vida cotidiana influye en el calentamiento global, como que entre el 70% y 90% de nuestra huella de carbono está asociado a la mecánica de una casa: “Los alimentos representan un poco más del 30%, más la energía de la casa, el auto, el transporte público o el gas para cocinar tenemos otro 40% o 50%”, dice.

Estas cifras son parte del artículo “Evaluación del ciclo de vida de los hogares en Santiago de Chile: puntos críticos ambientales y análisis de políticas”, que Muñoz y otros académicos de la Facultad de Ciencias Ambientales y Sustentabilidad y del Centro de Investigaciones en Sostenibilidad de la UNAB publicaron este año en la revista especializada “Sustainability”.

Para disminuir esa huella de carbono “doméstica”, los investigadores hacen hincapié en el “consumo responsable”: “Es muy difícil que un consumidor pueda elegir un producto con menor huella de carbono, si no tiene la información”, dice Edmundo Muñoz desde UNAB, y ejemplifica con lo que pasó con las ampolletas hace años, que una vez que se indicó claramente el gasto en watts, la gente optó por comprar bombillas de bajo consumo. O también con algunos electrodomésticos, como los refrigeradores, que indican si son A o A+ en eficiencia energética. Su propuesta es generar un eco-etiquetado que permita a las personas tomar una decisión informada, algo parecido a lo que se ha hecho con los alimentos y su sistema de alertas de exceso de azúcar o grasas.

Respecto de la alimentación, el cambio climático ya está produciendo alza de precios, debido a la sequía que afecta al país. Hay un efecto de adaptación a ciertas condiciones climáticas. Por ejemplo: hoy en La Araucanía se están produciendo frutas y verduras, incluidos viñedos, que hasta hace poco eran un producto más propio del Valle Central de Chile.

Disminuir el consumo de carne

Frente a esta nueva realidad, hay varios estudios que recomiendan un cambio de dieta en las personas. Por ejemplo, disminuyendo el consumo de carne. “La carne es uno de los alimentos que tienen mayor impacto sobre el cambio climático, especialmente la de vacuno”, explica Muñoz, adelantando que la tendencia hoy es “cómo equilibrar y cambiar las dietas”. Y no sólo por el daño climático que significa su producción, sino también por la pérdida de alimentos. “Cerca del 40% del impacto de los alimentos en el cambio climático está asociado a las pérdidas, a aquellos alimentos que se pierden en la cadena y terminan en un vertedero”.

Frente al cambio de clima que ya sufre Chile, el decano del Campus Creativo de la UNAB, Ricardo Abuauad, utiliza una idea que invita a la reflexión: “Crecimos con clima templado, mediterráneo en la zona central. Con cuatro estaciones bien marcadas y un invierno lluvioso. Nada de eso existe hoy. Vamos a ser la primera generación que ve un cambio climático durante el curso de su vida: y eso requiere pensar las ciudades de maneras diferentes”.

Abuauad ahonda en las ideas que planteó en una reciente columna titulada “Actuar ahora”: “Debemos entender que el futuro de nuestras ciudades principales será árido y caluroso, por lo que la ciudad misma y sus construcciones deben estar adaptadas”, dice, entregando propuestas prácticas, como cambiar el arbolado urbano por especies que requieran menor riego, crear microcentros para evitar los grandes desplazamientos y evitar la construcción de nuevas autopistas urbanas. “Debemos cambiar la matriz de movilidad, ser menos dependiente de motores”, dice, coincidiendo con su colega de la UNAB, que ve en la bicicleta una manera simple y económica de adaptar y mitigar el cambio climático.

Con su mirada desde la arquitectura, Ricardo Abuauad recomienda rescatar la antigua construcción (“el edificio más verde es el que ya existe”, sostiene), que usaba el entorno natural para, por ejemplo, luchar contra el calor (con pasillos techados o ventanas hacia el nororiente).

Desde el Centro de estudios del clima y resiliencia (CR2), Marco Billi, habla del informe a las naciones “Gobernanza climática de los elementos” que acaba de presentar y que ahonda en las consecuencias socio-ecosistémica del cambio climático: las clases más desposeídas se verán más afectadas, aumentando las brechas.

“Dentro de la región, Chile lleva la delantera tanto en la discusión, como en la preparación”, afirma Billi, quien recomienda incluir el tema del cambio climático en el curriculum escolar: “Estos temas deberían hablarse más, muchos aún piensan que no hay nada que se pueda hacer, lo que no es cierto porque hay pequeños cambios de conducta que ayudarían, pero estos cambios deben ser más transformacionales: tenemos que transformar la forma en que vivimos”.

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