Editorial

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Sábado 29 de diciembre de 2018, edición N° 816




Último fin de semana del año, uno perfecto para poner en orden ideas y, si hay energía, la casa. Es una buena manera de cerrar el año y de recibir el nuevo más liviano, desháganse de lo que no usan, de lo que está roto o aquello que ya no les genera ninguna emoción positiva, cuesta, desprenderse nunca es fácil, pero una vez que se empieza, el proceso se va simplificando. Soy un convencido de que las casas llenas de cosas generan espacios más complicados, menos fáciles de vivir y menos alegres, y quizás esa sea mi meta para el 2019, dejar ir y no caer en la tentación de reemplazar.

Escribirlo y predicarlo me cuesta poco, pero aplicarlo mucho más y se me hace cuesta arriba. ¿Qué hago con las cientos de revistas que por trabajo y placer he ido recolectando por años? Sé que muchas nunca las volveré a leer, pero cuando empiezo a seleccionar y a hojear, inevitablemente me quedo pegado y así justifico que sigan ocupando metros en la biblioteca, o los muchos adornos que llenan el living, algunos son regalos, otros comprados en viajes o heredados. Y así la lista puede seguir mientras me paseo por cada sector de mi casa, incluso el botiquín está lleno de 'quizases' y 'talveces', soy acumulador por naturaleza y es una característica personal que cuesta reeducar. Por lo menos puedo declarar que el 2018 fue el turno del clóset y, si miro para atrás, puedo decir ¡prueba superada! Logré disminuir el volumen de manera radical y he evitado reponer lo que doné o regalé, pero creo que aún puedo hacerlo mejor.

Existen autores como la archiconocida Marie Kondo con su best seller La Magia del Orden, que te dice que conserves solo lo que te produce alegría y que ahora estrena serie en Netflix, o sitios como el blog The Minimalist Wardrobe, que con un mínimo de piezas resuelve el ir bien vestido por la vida, para que se inspiren y apoyen cuando las fuerzas para descartar flaqueen.

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