Transparente, mágica

La mayoría de las casas que Magdalena Donoso diseña y construye en sociedad con Víctor Miranda en Chiloé no buscan más que ofrecer un lugar acogedor, que permita disfrutar sin perder de vista el gran adorno, el paisaje. Sin embargo, aquí se permitió un experimento: meter la naturaleza a un espacio interior.




Se abre el portón y llegan corriendo tres perros grandes, lanudos, amigables. Pronto aparecen los gansos y las gallinas. El camino de piedra conduce a tres casas como suspendidas en un verde infinito. Imposible no detenerse en la del medio: ¡se puede ver la tercera construcción (así como todo el paisaje) a través de ella!

Mucho antes de ser técnica agrícola, Magdalena Donoso ya construía. Aprendió haciendo y tuvo como modelo a su papá, que es constructor. No siendo arquitecta, a ella le gusta pensar que su trabajo es el diseño de casas, que lo ha convertido en su oficio. "Aquí se da un poco la unión de las dos cosas que más me gustan, el diseño y construcción con las plantas", dice ella abriendo las puertas de esta casa agalponada, hecha de madera y vidrio, mucho. Por supuesto las plantas creciendo y trepando por todos lados se ven desde afuera, pero una vez dentro de la casa, en este jardín interior que envuelve un estar y una cocina con su comedor diario, esa unión de intereses se ve más claramente. Se huele también.

Magdalena hizo esta casa para sus padres, pensando en sus necesidades, para que tuvieran tranquilidad y privacidad incluso si invitaban a una pareja de amigos. "Cada extremo de la casa es una suite independiente y el punto de encuentro es este jardín interior. Lo entretenido es que es una casa sensorialmente superactiva. Tiene tantos colores y olores como plantas, puedes meter las manos en la tierra para jugar con ellas. Cuando vienen mis papas están todo el tiempo podando, plantando", cuenta. Ella quería que no hubiera un espacio de la casa ajeno a la experiencia del jardín, y ahora que han pasado dos años desde que se terminó la construcción, que las plantas han crecido y la imagen es más parecida a lo que había en su imaginación, se da cuenta de que se logró ese objetivo. Solo falta que trepen hasta el techo, que se enrollen por la estructura.

El centro, el jardín de invierno es realmente un jardín: "Los durmientes están tirados directo al piso, las jardineras están directo a tierra. Las dos suites son como casas-casas, con termopaneles, aislación y climatización. La idea siempre fue que hubiera una mezcla entre plantas ornamentales, hortalizas y hierbas, pero con un énfasis en las ornamentales, solo por un tema de gustos. Lo entretenido también es que uno va viendo qué especies se portan mejor, y así vamos incorporando unas y sacando otras. El espacio va mutando de acuerdo a las plantas que hay adentro, así como de acuerdo a la época del año. Hay distintas floraciones y olores siempre cambiando".

Todos los proyectos de Magdalena –que no son pocos en los años que lleva viviendo acá– en la isla de Chiloé han sido en sociedad con Víctor Miranda, más conocido como Tito: "Desde que partí trabajando en Chiloé siempre lo hemos hecho juntos. Él conoce a la perfección la carpintería chilota y el diseño es mío. Él tiene toda la expertise de la madera, de la zona y del trabajo con la gente. Somos un equipo, yo, Tito y todos los maestros que nos acompañan hace muchos años. Yo sin el equipo no hago nada". Otra característica común en todas las obras de este equipo es la ausencia de pretensiones, la intención de que prime la simpleza. Finalmente, como dice Magdalena, ¿aquí en Chiloé qué puedes hacer en el interior de una casa que sea más interesante que lo que pasa afuera?

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