Un juego de exteriores e interiores
Admiradores de la obra de Jaime Sanfuentes, está familia ha habitado dos de sus casas en Jardín del Este. En esta, desde hace 12 años, han aprovechado sus espacios vistiéndolos con materiales auténticos, colores puros y bastante arte.
Los legendarios arquitectos chilenos Emilio Duhart y Jaime Sanfuentes trabajaron asociados por 10 años, hasta la muerte temprana de este último, en 1967. La obra más reconocida de la dupla se conoció como Jardín del Este, un conjunto de casas que si bien no seguían estrictamente el modelo, se inspiraron en las Case Study Houses que se construían en EE.UU.
Hace algunos años Alberto Montealegre -amigo y socio de Emilio Duhart- nos habló del contexto en que surgía el proyecto: “El modernismo en Chile apareció como una ruptura y convivió simultáneamente con el estilo neoclásico y el inglés. En aquella época el movimiento de arquitectura moderno era el que hacía las cosas, y así fue como se hizo Jardín del Este. En su caso fue algo sencillo, pero nuevo y hermoso”. A diferencia de EE.UU., las motivaciones en Chile no eran resabios de la guerra, sino más bien un deseo de alejarse del centro establecido y vivir una vida moderna y familiar.
Los materiales eran sencillos, las líneas simples. La gran diferencia la hacían jardines abundantes dentro y fuera de las casas y una urbanización que no era la habitual. María conoce bien ese juego permanente entre interior y exterior que las lleva a ser llamadas casas-patios. Ella creció en la primera de las 25 casas que se le atribuyen a Jorge Sanfuentes dentro de este conjunto -una con techo a dos aguas y no plano como el resto- y desde hace 12 años vive en esta, otra de las memorables obras del arquitecto chileno.
“La conocíamos de antes porque era de los papás de unos amigos nuestros. Siempre nos gustó el trabajo de Sanfuentes, sus estructuras, sus patios y ambientes que no necesariamente se ven unos con otros. Tiene harto misterio, por decirlo así”, explica María. Al llegar modernizaron las ventanas, cambiaron la calefacción y mejoraron la cocina, pero no hicieron ninguna modificación estructural. Lo más cercano sería la sala de música que anexaron desde afuera.
Puso las cosas simplemente porque le gustaban. Algunas habían estado en su familia desde hacía tiempo y son sencillas, sin mayores sofisticaciones. “En general me gustan las cosas auténticas, los colores más puros, no la mezcla excesiva; me ciño a una paleta. Me gusta la tranquilidad, no estar atiborrada de cosas. Me gustan la cosas limpias”, dice María.
En las paredes el arte se ha ido acumulando de manera natural; las pinturas, fotografías y cerámicas que se ven en la casa son creaciones de familiares y gente cercana.
María además tiene otra pasión que ocupa un lugar especial de su casa: “Hago talleres de cactus y jardines en general. He ido creando mi propia colección de cactus. Tengo un invernadero chiquito de donde van saliendo unas cosas milimétricas. Hoy tengo varios cactus grandes ya, aquí y en la playa. Estoy experimentando con jardines más secos, más acordes con nuestra realidad. Saco las semillas de la zona de la costa donde voy y las reproduzco. También he comprado muchas semillas en viveros”.
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