El complejo regreso de los libaneses al sur: “Tengo dudas de que el alto el fuego se mantenga”

Samir Kassab, de 53 años, carga sus pertenencias mientras camina sobre los escombros de su casa destruida en un ataque israelí, después del alto el fuego entre Israel y Hezbolá, en Tiro, sur del Líbano, el 29 de noviembre de 2024. Foto: Reuters

La situación humanitaria cerca de la frontera con Israel es compleja para los residentes, que al regresar encontraron sus hogares destruidos por los ataques de las fuerzas israelíes. Ello, mientras la tregua entre Israel y Hezbolá no disipa el miedo de que puedan continuar las destrucciones.


Tan pronto como los aviones de guerra y los drones israelíes abandonaron los cielos de Beirut, la capital de Líbano, decenas de familias del distrito Karantina comenzaron a empacar sus pertenencias. Fátima Haidar, de 38 años, tomó su ropa, ollas, sartenes y mantas en maletas. Al mediodía del miércoles, aproximadamente la mitad del refugio donde se encontraba viviendo estaba vacío y mucha más gente se estaba preparando para irse.

Durante todo ese día, hubo un flujo constante de vehículos repletos de familias, bolsos y colchones. Y el jueves, decenas de miles de personas habían regresado a las ciudades duramente afectadas en el sur del país. Pero lo que se encontraron no fueron sus hogares como los conocían, sino escombros de lo que fue destruido por las operaciones militares israelíes mientras los desplazados estaban en los refugios, lejos de sus casas.

Pero después de semanas de intensos ataques aéreos israelíes, en lo que fue la guerra más letal en Líbano en décadas, las cicatrices no eran fáciles de ignorar: restaurantes bombardeados, edificios de apartamentos derribados, árboles partidos como ramitas. “No teníamos idea de que iban a atacar con tanta fuerza”, dijo Hind Saydah, una de las personas que regresó a The New York Times. “Cuando dejas tu casa, dejas atrás tu valor”, añadió.

Jad Arouni, 10, se encuentra dentro de su casa dañada en un ataque israelí, después del alto el fuego entre Israel y Hezbollah, en Tiro, Líbano meridional, 29 de noviembre de 2024. Foto: Reuters

Una de las familias desplazadas regresó horas después de que entrara en vigor el alto el fuego al edificio en que vivían, en Tiro, al sur de Líbano. Parecía que nadie se había quedado en su casa. Como no había electricidad, subieron las escaleras hasta el sexto piso, ayudados por las linternas de sus teléfonos. Mohamad Marouf iba acompañado de su esposa y sus dos hijos. Luchó por abrir la puerta principal, contó a la cadena BBC.

Cuando por fin entró, se dio cuenta de inmediato de que su hogar, tal como lo conocía, había desaparecido por ahora. “Estoy muy triste, es una casa bonita y decente”, dijo Marouf, un comerciante de automóviles. “Hay muchos daños”. Marouf dijo que la destrucción fue causada por un ataque a un edificio residencial cercano. Fue tan fuerte que su edificio también resultó gravemente dañado.

Los paneles habían caído del techo. Las ventanas, las puertas y los muebles estaban destrozados. En la cocina, las tazas y los platos estaban rotos en el suelo. Había polvo y escombros por todas partes. Habitación por habitación, lamentó la pérdida de objetos que ya no se podían reparar y celebró los que de alguna manera hubieran permanecido intactos. Otros residentes dijeron que muchos de los muertos todavía estaban enterrados bajo los escombros.

Un hombre reza fuera de su tienda dañada en un ataque israelí, después del alto el fuego entre Israel y Hezbollah, en Tiro, sur de Líbano, el 29 de noviembre de 2024. Foto: Reuters

Cuando Israel y Hezbolá acordaron el alto el fuego el martes, Adnan Zaid respiró aliviado. Él y su familia habían estado despiertos toda la noche debido a los estruendosos ataques aéreos de Israel sobre la capital del Líbano. El temor se disipó después de que el esperado alto el fuego entró en vigor a las 4 de la mañana, pero surgió la inquietud sobre el futuro para los residentes. “Sinceramente, todavía me preocupa que algo pueda pasar”, dijo Zaid a Al Jazeera.

Tengo dudas de que el alto el fuego se mantenga”, precisó, escéptico. Zaid es una de las 650 personas que huyeron de sus hogares a una casa de huéspedes administrada por un grupo de ayuda local en Karantina, un distrito predominantemente de bajos ingresos . No es el único que tiene sentimientos encontrados sobre el alto el fuego actualmente en vigor y dudas sobre si será seguro regresar a casa.

Tal como temía, el ejército israelí dijo que su fuerza aérea atacó este jueves una instalación utilizada por Hezbolá para almacenar cohetes de mediano alcance en el sur del Líbano, después de que ambas partes se acusaran mutuamente de violar el acuerdo de alto el fuego. Israel dijo que atacó contra lo que llamó “sospechosos” con vehículos que llegaban a varias áreas de la zona sur, diciendo que era una violación de la tregua con el grupo armado Hezbolá respaldado por Irán.

Los dolientes se reúnen durante el funeral de los combatientes de Hezbolá, quienes fueron asesinados durante las hostilidades con las fuerzas israelíes, después de que entrara en vigor un acuerdo de alto el fuego entre las dos partes, en Maarakeh, en el sur de Líbano, el 29 de noviembre de 2024. Foto: Reuters

Debido a las pérdidas humanas y materiales, los residentes no sienten que el cese el fuego pueda considerarse una victoria, a diferencia de los conflictos anteriores entre Hezbolá e Israel. “Estamos de luto y deprimidos. Cualquiera que diga que salimos victoriosos miente”, dijo a Al Jazeera, relatando un sentimiento común en el refugio. Ayat Mubarak, de 64 años, dijo que el estado de ánimo en su familia es bastante diferente en comparación con la guerra de 2006.

Aunque habían perdido su hogar en 2006, estaban muy animados porque creían firmemente que Hezbolá había triunfado. Esta vez, están menos convencidos. De hecho, los carteles de los líderes asesinados de Hezbolá todavía se alinean en la ciudad, donde nacieron muchos de los principales funcionarios del grupo y donde aún cuentan con un gran apoyo. Nasralá, Hashem Safieddine, Fuad Shukr, todos fueron asesinados en las últimas semanas en medio de la ofensiva israelí.

Nadie ganó. Nuestras casas están destruidas. Nuestro líder se ha ido”, dijo Samia Baalbaki al Times. “Soy una mujer mayor. No tengo ningún vínculo con nadie. ¿Qué hice para merecer esto?”, dijo Taflah Amar, de 79 años, al mismo medio mientras barría los escombros del frente de su casa, una de las pocas que aún quedan en pie en su calle. “He estado llorando todo el día”, añadió.

Una mujer reacciona desde un balcón mientras los dolientes llevan los cuerpos de los combatientes de Hezbollah, que fueron asesinados durante las hostilidades con las fuerzas israelíes, durante su funeral, después de que entrara en vigor un acuerdo de alto el fuego entre las dos partes, en Maarakeh, sur de Líbano, el 29 de noviembre de 2024. Foto: Reuters

En el Líbano, más de 3.500 personas han muerto, 15.000 han resultado heridas y se estima que 1,3 millones han sido afectadas directamente y desplazadas de sus hogares desde octubre de 2023, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Líbano. Un seguimiento conjunto de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el ACNUR muestra que, hasta el 25 de noviembre, 899,725 personas libanesas y sirias habían sido desplazadas internamente en Líbano.

Las hostilidades en curso han destrozado innumerables vidas, han creado desafíos devastadores en materia de protección y han dejado a muchas personas vulnerables y en gran riesgo, según afirmó Ivo Freijsen, Representante del ACNUR en Líbano en el Palacio de las Naciones en Ginebra el viernes pasado. Y la zona sureña es la más compleja, donde incluso la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) ha enfrentado dificultades para operar a máxima escala.

Fue difícil para nosotros mandar nuestros equipos a las partes más al sur del país. Porque es cierto que nuestro mandato es el de proveer atención médica a los más vulnerables y los que no pueden acceder a ella. Pero toda la parte del sur fue muy afectada por los bombardeos. Hay muchos hospitales que quedaron o directamente afectados o que tuvieron que funcionar a mitad de su capacidad”, cuenta a La Tercera Camila Feinat, coordinadora de asuntos humanitarios de la organización MSF.

Las familias desplazadas del albergue Azarieh, donde Médicos Sin Fronteras ha acompañado a las familias, se agolpan alrededor de un tanque de agua durante una distribución de agua. Beirut, Líbano, 11 de octubre de 2024. Foto: MSF

Para Feinat, “la situación humanitaria está bastante difícil actualmente. Hace unos años el país sufre una degradación de la situación económica y humanitaria que se deterioró desde 2019. Y después, hace más de un año que empezaron las hostilidades en el sur del país, trayendo desplazados a las partes más al norte del país, pero sobre todo desde finales de septiembre 2024 con la expansión sin precedentes del conflicto”.

A la gente que se fue muy rápido, le falta agua, le falta comida, elementos de primera necesidad como mantas, colchones, sistemas de calefacción. Además ahora que el invierno está llegando y en ciertas partes, como en el Valle de la Becá, que está cerca de la frontera con Siria, hay también campos con población que vive en carpas y ahí el invierno se va a hacer muy difícil”, añade la coordinadora de asuntos humanitarios.

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