El por qué del desencanto de los alemanes con Scholz
Los germanos están descontentos por temas como el bajo crecimiento y las tensiones sobre la política migratoria, lo que ha afectado la popularidad del canciller y ha impulsado el apoyo a partidos de extrema derecha como AfD.
“Alemania se hunde en el desencanto”, escribió el fin de semana pasado el diario El País. Un escenario donde Olaf Scholz figura como uno de los líderes más impopulares del mundo dentro de las democracias desarrolladas. Así lo determinó la consultora estadounidense Morning Consult, que el pasado 8 de marzo publicó los resultados de la medición y encontró que el canciller alemán, elegido en diciembre de 2021, encabezaba la lista con un 73% de desaprobación. Los expertos dijeron al New York Times -que citó los datos de la consultora- que cuatro cuestiones globales han provocado gran parte de la ira del público. Se trata de las cuatro I: inflation, immigration, inequality and incumbency (inflación, inmigración, desigualdad e incumbencia).
En esa línea, la economía es el primer factor que preocupa a los alemanes. Se prevé que el gigante europeo experimente el crecimiento más débil entre los países del G7, con un 1,3% en 2025, según cifras citadas por la cadena Deutsche Welle, que también señala la disminución de la población activa y obstáculos a la inversión.
En 2023 cayó en un 0,3% el Producto Interno Bruto (PIB) alemán, lo que llevó al ministro de Economía, Robert Habeck, a describir las perspectivas como “dramáticamente malas”. Y este martes, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advirtió que la economía alemana crecerá menos de lo esperado este año, con un 0,2%.
“La economía lo es todo, en cada país. Pero especialmente en Alemania, que es ante todo una potencia económica. El propio gobierno afirmó que el año pasado el PIB cayó y la inflación no ha desaparecido. Entonces los precios subieron, pero los salarios no. Eso enoja a la gente. Entonces, la incertidumbre económica es la palabra importante, y es lo que hace que los alemanes no lo apoyen”, explica a La Tercera el analista John Callahan, director de Programas de Relaciones Internacionales y Seguridad Nacional del New England College.
A su vez, otro elemento que juega en contra de Scholz es la comparación constante con la canciller anterior, Angela Merkel. Ella “era muy buena proyectando un sentimiento de confiabilidad y carisma, del que carece Olaf Scholz. Tenía esa manera de hablar suave, casi maternal, que la hizo ser querida por el público. Era vista como unificadora y tenía un amplio atractivo, algo en lo que Scholz tiene dificultades, ya que proviene de un entorno tecnocrático y carece del mismo nivel de carisma y conexión con la gente”, explica a La Tercera Matt Qvordrup, profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de Coventry y autor del libro Angela Merkel: Europe’s Most Influential Leader.
“Merkel no preparó a nadie para seguirla. Ella no hizo nada para crear ningún sistema que funcionara después de ella. En la administración Merkel, toda la atención y todo el poder estaban en ella y (los alemanes) todavía están sufriendo por eso. No es exactamente un culto a la personalidad, pero es la reacción cuando alguien ha estado ahí durante tanto tiempo y luego se va”, añade Callahan.
En paralelo, la inmigración es otro asunto que genera divisiones en el país germano. Alemania ha dado un giro brusco en su política migratoria en comparación con las “medidas de bienvenida” asociadas con la “era Merkel”. Para muchos, Alemania ha sido por décadas el país de la inmigración, con más de tres millones de refugiados y solicitantes de asilo, más que en cualquier otro país europeo.
De acuerdo con Franco Delle Donne, doctor en Comunicación por la Freie Universität Berlin que investiga la expansión de la ultraderecha y vive en Alemania desde 2010, “algunos partidos se suman a la idea de que el problema en Alemania podría ser el tema de refugiados y de la migración, porque los recursos se usan para eso en lugar de para los alemanes. Todo un discurso muy nacionalista, pero que funciona a la hora del voto”.
En Alemania, el aumento del 50% en las solicitudes de asilo ha llevado al sistema de recepción de inmigrantes a una crisis. La extrema derecha culpó al gobierno de no poder hacer frente aumento de llegadas, y en consecuencia el canciller Scholz ha endurecido las medidas de inmigración en un giro histórico, explica el portal EuroNews.
La Alternativa para Alemania (AfD), el principal partido de extrema derecha, ha estado en la controversia por participar en una reunión para discutir planes de deportación en el país, que incluía a ciudadanos alemanes, desencadenando manifestaciones contra la extrema derecha durante enero. A pesar de las acusaciones legales en su contra -por delitos como agresiones físicas y verbales e incitación al odio- la AfD sigue liderando en las encuestas nacionales y mantiene a muchos de sus miembros en cargos legislativos, con más del 30% de apoyo en Turingia y en otros estados federados del este de Alemania, según Deutsche Welle. De hecho, AfD se ha consolidado como segunda fuerza a nivel nacional, situándose sólo por detrás del bloque conservador que encabeza la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y por delante del Partido Socialdemócrata (SPD) de Scholz.
No obstante, para el académico Qvordrup “los partidos de extrema derecha como la AFD pueden obtener apoyo, pero sus posibilidades de ganar un poder significativo en Alemania son limitadas. El panorama político de Alemania requiere la construcción de coaliciones, y partidos como la AFD no podrían entrar en el gobierno. Pueden tener votos de protesta, pero su influencia en las políticas será limitada, especialmente considerando los factores históricos y la fortaleza de las instituciones democráticas”.
Sobre la postura germana frente a la guerra en Ucrania, “hay un posicionamiento de prácticamente todas las fuerzas políticas a favor de la posición de la OTAN, de apoyar a Ucrania. En cambio, la ultraderecha y algunos sectores de la izquierda más radical tienen una posición diferente, más prorrusa en el sentido de ‘aceptamos la situación como está, que Ucrania ceda y que la guerra se termine’. Y eso genera obviamente discusiones profundas en torno a qué pasa si dejamos que Putin ‘se salga con la suya’”, explica Delle, experto en ultraderecha.
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