Stéphane Sirot, historiador: "El movimiento de los chalecos amarillos es inédito en Francia"

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El experto asegura que la comparación de lo que está sucediendo hoy en París con respecto a lo ocurrido en mayo del 68 es limitada, principalmente porque no hay apoyos políticos ni sindicales.


¿Por qué las clases medias se convirtieron en las protagonistas del descontento de los "chalecos amarillos"?

La clase media en la sociedad francesa se encuentra en una situación de degradación. Desde hace varios años los estudios de opinión muestran que la clase media francesa se siente amenazada por la precariedad, por el desempleo, por la pérdida del poder adquisitivo, por la presión fiscal. Son una serie de elementos a los que teme esa clase media. En Francia hay una aceptación a los impuestos mientras estos estén acompañados de una política considerada como equitativa. Este movimiento no es contra los impuestos, es contra la desigualdad del impuesto, entonces a partir del momento en que se identifica a los impuestos como una medida que promueve las desigualdades y la injusticia, la gente se rebela. La clase media no se rehusa a pagar los impuestos, pero quieren constatar que el impuesto que pagan es utilizado para reducir las injusticias.

¿Cuál es el referente de esta rebelión de la clase media? ¿La Revolución Francesa, por ejemplo?

En 1780 hubo eso que llamamos el Tercer Estado, que era una revuelta y se trataba de un movimiento muy grande que podía ir desde los vagabundos hasta los burgueses ricos. Hoy día podemos encontrar algunas similitudes con el período revolucionario porque el movimiento de los "chalecos amarillos" tiene la adhesión de la mayoría de la sociedad francesa, excepto algunas profesiones intelectuales. Pero todo el resto, los desempleados, los jubilados, la juventud, se comenzaron a manifestar también, gente de salario medio, es decir, aquellos que ganan cerca de 1600 a 1700 euros al mes. Es una representación muy grande de la sociedad francesa, un poco como antes de la Revolución Francesa de 1789. Eso le da una gran legitimidad al movimiento, el hecho de que aglomera un gran espectro de los franceses, que tienen reivindicaciones en contra del menosprecio, para que la incapacidad del poder político responda a esta ola de reivindicaciones que sumerge al gobierno, y que encuentra mucha dificultad para poder sacar la cabeza a flote, y encontrar una solución al conflicto.

¿Cree que las movilizaciones en París son comparables a las de mayo 68, como algunos historiadores han señalado?

Esa comparación es limitada, y el límite es simple porque este movimiento por varios aspectos es inédito en su forma. Es la primera vez en Francia que tenemos un movimiento social que es organizado completamente por redes sociales a nivel nacional, algo que nunca se había visto y que escapa totalmente de todas las organizaciones políticas y sindicales. Y desde ese punto de vista hay una diferencia con el 68, porque en el 68 efectivamente tuvimos miles de huelgistas, tuvimos manifestaciones y enfrentamientos violentos, pero al mismo tiempo, los partidos políticos, los grupos de extrema izquierda de la época, los sindicatos estuvieron muy presentes en ese movimiento. En cambio, hoy el movimiento está por fuera de cualquier organización. Un aspecto que encontramos en el 68 que también lo encontramos en la mayoría de los movimientos sociales más grandes es el hecho de que a partir de una reivindicación que parece ser reducida, como la cuestión sobre el alza a los carburantes, a partir de eso el movimiento se fortalece y aparecen una serie de cuestiones que se relacionan al hecho inicial, y se vuelve un movimiento que discute acerca de la forma de la sociedad, del sistema económico y social. Y desborda la reivindicación de un principio que se vuelve un tema secundario, y eso fue cierto en el 68 y también en otros movimientos.

¿Todo esto podría derivar en elecciones anticipadas?

Entre las hipótesis de una disolución del Parlamento y una deriva autoritaria hay también una tercera solución. Que es que el gobierno deberá intervenir rápidamente, una decisión del poder político que sea más profunda.

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