José Yuraszeck, capellán del Hogar de Cristo: “Escuchar constituye una herramienta muy potente de sanación”
El sacerdote aborda el proceso de acompañamiento a enfermos en medio de la pandemia, por lo que plantea que es clave crear espacios de apoyo espiritual.
“Escuchar constituye una herramienta muy potente de sanación. No son simplemente sueros, pañales o medicamentos que se le brindan a las personas enfermas, sino que hay que escucharlas”, afirma el capellán del Hogar de Cristo, José Yuraszeck, quien aborda uno de los temas más difíciles de enfrentar en tiempos de pandemia del coronavirus: acompañar a los enfermos que están por morir.
El “Padre Pepe”, como es conocido en el Hogar de Cristo, explica que quienes están en esa fase de sus vidas deben ser acompañados, por lo que la institución ha publicado un “Manual de apoyo psicoespiritual de fin de vida”, destinado a quienes realizan esta tarea en hospitales, clínicas, residencias de adultos mayores o en sus domicilios. “Vemos que, además del dolor físico, hay un sufrimiento espiritual”, añade.
-El Hogar de Cristo desarrolló un manual de apoyo psicoespiritual para apoyar a personas de fin de su vida. ¿De qué se trata?
-Hemos compartido este manual de trabajo interno del Hogar de Cristo, pensando que en todos los recintos hospitalarios y en hogares de adultos mayores se están dando situaciones extremas de fin de vida. En los cuidados del fin de la vida de una persona se debe incorporar la dimensión espiritual: a veces tanta especialización médica y científica nos hace perder de vista que somos mucho más que un cuerpo. Este manual busca aportar con orientaciones a quienes realizan esta labor. A propósito de la pandemia, vemos que hay muchas personas que están muriendo solas. Vemos que, además del dolor físico, hay un sufrimiento espiritual.
-¿Quiénes realizan el apoyo a los enfermos terminales?
-El acompañamiento psicoespiritual tiene dos enfoques: el enfoque de derechos humanos y el de la espiritualidad del Padre Hurtado. Se trata de la comprensión del ser humano en su integralidad. Las personas necesitan sanar la memoria, la historia, los recuerdos y los vínculos. Cuando una persona está por morir, enfrentarse a este proceso tiene distintas etapas y lo que procuramos, además de los cuidados médicos, es una sanación espiritual y emocional. ¿Quiénes intervienen en esos casos? Los trabajadores del Hogar de Cristo están en condiciones de realizar ese acompañamiento, pero también los voluntarios. Se han implementado llamadas por teléfono o videollamadas en este periodo en que no se puede ir presencialmente a las residencias.
-¿Cómo se acompaña a estas personas?
-Las personas que hacen este acompañamiento generan un espacio de escucha y, de ese espacio, brotan todas las otras cosas que se pueden ofrecer. A veces, las personas enfermas en esta etapa necesitan reconciliarse con algún familiar; es una necesidad muy profunda. Hacemos un trabajo de revincular a personas que no se han visto por años. Otras personas quieren, simplemente, contar su historia y eso es muy sanador. También tienen mucha angustia por la muerte inminente por algo que hicieron o dejaron de hacer; tienen mucho miedo. La persona que acompaña y escucha tiene que ser flexible, entonces hay que entrenarse en ese acompañamiento de tal forma de ser receptivo ante esa historia. Escuchar constituye una herramienta muy potente de sanación. No son simplemente, sueros, pañales, medicamentos que se les brindan a las personas, sino que escucharlas es relevante. En mi caso, hice ese trabajo el año 2000 en la sala Padre Hurtado, como voluntario. Y el acompañamiento consistía en sentarse a los pies de la cama de alguien, conversar, hacer amistad, ayudar a dar la comida y ganarse esa confianza. Son cosas sencillas como tomar la mano, decir ‘no estás solo’, porque hay gente que está muy sola.
-Hay muchos adultos mayores que están en residencias. ¿Por qué es importante que las familias se comuniquen con ellos de forma efectiva?
-Desde marzo, las personas mayores no pueden salir a hacer sus actividades; no han visto la calle. Esa soledad y aislamiento se vive de distinta manera. Unos lo viven con mucha angustia, otros con humor y con profunda gratitud de ser cuidados. Creo que recibir una llamada y saber que alguien está preocupado es importante. Hay voluntarios que se mantienen comunicados con personas que visitaban, a través de videollamadas y ellas echan mucho de menos a quienes visitaban antes de la pandemia. Entonces, entre voluntarios y quienes están en las residencias hay un ‘pasando y pasando’, pues se cuentan cosas mutuamente, y así se honra la relación. Aconsejaría reforzar lo más que se pueda esas relaciones.
-¿Cómo enfrentan los adultos mayores la muerte por Covid-19 de otras personas que estaban en la misma residencia?
-Han fallecido 47 personas por coronavirus en el Hogar de Cristo. En las residencias es habitual que alguien fallezca. La muerte, muchas veces, es alivio porque las personas estaban sufriendo. Entonces lo que procuramos es mantener un espacio de despedida, de memoria, de oración, liturgia, cuando muere una persona. Procuramos mantener un rito y una despedida.
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