Claro persigue el pasado
<p>Jorge Claro, controlador del CDF, fue un fanático temprano del fútbol. Iba en Punta Arenas a ver el club local, se metía a los camarines y jugaba a la pelota en el colegio. Recién a los 60 años, en 2003, se decidió a hacer de esa pasión un negocio y creó este canal deportivo. Eso, de paso, le dio dinero para cumplir recién otro sueño ligado a su infancia: una hacienda en el sur, con ovejas. Ese gusto personal, dice, también lo convertirá en empresa. </p>
Días antes de la fiesta por los 10 años del Canal del Fútbol (CDF), celebrada el 2 de mayo, Jorge Claro Mimica, dueño del 20% y controlador de la estación, abrió su casilla de correo electrónico y se encontró con una inesperada carta de un antiguo socio.
"Reciban un gran abrazo y mis más sinceras felicitaciones en esta primera década del CDF. A pesar de todas las diferencias que pudimos tener, ustedes han hecho un gran aporte a la industria del fútbol. Disfruten del cumpleaños, pues lo merecen". La firma era de Harold Mayne-Nicholls, ex presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), el mismo que en febrero de 2007 había estado a punto de irse a los golpes con el hijo de Claro, Matías, tras un fuerte debate sobre la licitación de los goles en televisión.
La gala de aniversario se realizó en el Club Hípico. Durante la cena, después de elegir los 10 mejores goles desde que la señal salió al aire, el actual presidente de la ANFP, Sergio Jadue, pronunció un discurso. Como socios y dueños del 80% del canal, los clubes profesionales daban las gracias. "Aquí faltó un golazo, que fue el de Jorge Claro, quien convenció al ex presidente Reinaldo Sánchez de crear este canal. Ninguno se imaginaba cómo su criatura iba a transformar el fútbol chileno. Hasta este año, el CDF ha repartido US$ 216 millones a los clubes. Es un sueño hecho realidad".
Contento, Claro trazó ambiciosos objetivos para la empresa, que fue tasada por Pricewaterhouse en más de US$ 600 millones. "Hemos terminado recién el primer tiempo de este partido. Nuestra meta es que todas las familias chilenas puedan tener acceso al canal", señaló. "Nuestro gran mérito fue explotar esta mina de oro sobre la cual estaban sentados los clubes sin darse cuenta", añadió. Y no lo dijo allí, pero Jorge Claro lo sabe: esas utilidades también le han permitido a él invertir en un nuevo rubro que, al igual que el fútbol, es más bien una vieja pasión con décadas de historia a cuestas.
La visita mensual de Jorge Claro detiene las actividades en el fundo Paullín, a cinco kilómetros de Puerto Octay. El administrador del predio, Alastair McLeay, y su esposa llegaron en agosto pasado y llevan una vida apacible junto a su hijo Lucas, pero hoy, viernes 11 de mayo, deben dedicarlo al patrón, que llegó la noche anterior a Puerto Montt, en un vuelo comercial, y luego se vino por tierra hasta acá. Está ansioso por ver los avances en uno de sus proyectos favoritos.
En este viaje al sur lo acompaña Pablo Armas, uno de los socios en su empresa Claro y Asociados, que armó en 1987 para asesorías financieras. Hasta la creación del CDF, en 2003, el negocio era asesorar a empresas, más que crear una, pero cuando partió el canal todo su personal se volcó al proyecto. Armas trabajó en esa época con los hijos de Claro -Juan Ignacio y Matías- y permanece hasta hoy, cuando ellos ya se han ido a otras empresas.
Esta mañana ha cesado la lluvia, pero las nubes mantienen un gris amenazante, que tapa la vista hacia el volcán Osorno. Claro, de 70 años, se pone la parka y las botas, porque sabe que se va a ensuciar en el recorrido.
Un par de perros se acerca a saludarlo. Hay kelpies, pastores de los pirineos y border collies. En Paullín, los perros son la principal fuerza laboral, con siete guardianes y seis ovejeros. Otros cachorros están en los establos, en un proceso denominado "impronta", que dura un par de meses y consiste en acostumbrar a las ovejas a vivir entre perros y viceversa. De estos canes depende cuidar y mover a las 5.300 ovejas que se pasean por el predio.
McLeay pide abordar la camioneta para empezar el circuito por las 476 hectáreas de campo. El vehículo se pone en marcha y Claro fija la vista en la ventana. A través de ella observa sus corderos y recuerda su infancia en Magallanes. "Después de las lluvias, las ovejas no podían levantarse de lo pesadas que quedaban sus capas de lana. Se las comían los zorros", comenta. Armas asiente y recuerda que todavía faltan las lluvias más fuertes. Le apunta a McLeay que el drenaje del suelo debe estar listo antes del invierno, para no perjudicar el césped.
-Aquí estamos como el CDF en 2003, recién partiendo -afirma Claro.
-Pero bastante mejor parados que ahí, ¿o no, don George? -replica Armas.
El patrimonio de Claro no tiene nada que ver con el de hace 10 años. Hoy, el CDF supera con creces la tasación de canales abiertos, como el 13, Chilevisión o Mega, por el cual el grupo Bethia pagó US$ 182 millones en 2012. Tiene 700 mil abonados a la señal Premium y está presente en todos los cableoperadores. Con la holgura que dan las buenas utilidades, Jorge Claro pudo asociarse con su hermano mayor, Daniel (73), para reflotar el viejo negocio familiar: la ganadería ovina. Para ello, el año pasado compró Paullín, adquirió otro fundo a 15 kilómetros de allí, llamado Los Pellines, y arrendó otro en Riñihue por 10 años.
La meta es desarrollar una nueva raza de corderos, denominada "Golden Sheep", diseñada genéticamente por Daniel. Estas ovejas se podrán reproducir antes y en mayores cantidades. Producirán más carne y menos grasa. "En vez de criar corderos de 30 kilos, se pueden obtener entre 45 y 50 kilos, casi sin grasa, lo que es pura utilidad para el productor", explica Daniel, quien no sólo heredó el nombre de su padre y abuelo, sino también su profesión: la agronomía.
La camioneta avanza por las praderas de Paullín, para examinar el pasto y las ovejas, que van rotando por distintos cuadrantes, separados por 10 kilómetros de cercado eléctrico. En honor a su pasado como presidente del club Universidad Católica, Jorge Claro piensa bautizar cada sector con nombres como Alberto Acosta o Néstor Gorosito. El modelo es intensivo: aspira a tener 20 ovejas por hectárea, a diferencia de lo que ocurre en Magallanes, donde la escasa vegetación permite tener sólo una en ese espacio.
"El campo de mi padre en Tierra del Fuego -explica Jorge- tenía más de mil hectáreas, pero apenas cabían 3.500 ovejas. Se vivía de la exportación de lana, antes que aparecieran las fibras sintéticas". Fue allí, en la estancia Las Majadas, donde su familia pasó cada verano hasta que Claro cumplió 15 años, en 1958. Sin electricidad ni agua potable. Los cuatro hermanos pasaban el día montados a caballo y corriendo por pampas inacabables.
El recorrido hoy llega hasta la orilla del río Coihueco. Armas plantea que es un sitio ideal para instalar un quincho y preparar un asado de "Golden Sheep" al palo. La idea deberá esperar un par de años, pues se requiere al menos de dos temporadas más de "encaste" o cruza para depurar la raza. La paciencia es clave para Claro en sus negocios, en especial cuando la inversión ha sido tan osada. De acuerdo con versiones de prensa, aquí ha gastado más de US$ 10 millones. No tiene apuros. Su canal de fútbol recién empezó a repuntar al cuarto año y entregó ganancias a partir del séptimo.
-El CDF es el mayor acierto de mi carrera. Este será el segundo -sentencia.
Daniel Claro de la Maza era de Santiago, pero la ganadería ovina lo llevó al sur. Trabajaba para el Ministerio de Agricultura durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda cuando conoció a su esposa, Varsovia Mimica Scarpa, cuya familia era de Porvenir. Jorge Claro nació el 19 de mayo de 1943, en San Felipe, y fue el segundo hijo de la pareja. Al poco tiempo, la familia regresó a Magallanes.
El fanatismo de Jorge Claro por el fútbol comenzó temprano. Antes de cualquier otro equipo, fue seguidor del Sokol, el club de la colonia croata. La liga local se jugaba mientras el viento lo permitiera. Al término de los partidos, él bajaba al camarín y saludaba a los jugadores. El resto del año debía conformarse escuchando el campeonato nacional por radio y jugando pichangas; primero en la escuela unidocente de Miss Mildred Sharp, que enseñaba entre primero y sexto de preparatoria, y luego en los Salesianos, donde alcanzó a cursar hasta cuarto de humanidades. "Jugábamos en el patio de la casa. Jorge era bastante hábil, lejos, mejor que nosotros los hermanos. En el campo, se metía a los partidos de los trabajadores", cuenta Daniel.
Cuando el clima no admitía el fútbol, el futuro empresario se entretenía simulando partidos con botones, presionándolos entre sí para que salieran disparados hacia un arco ficticio. También se interesó en el básquetbol, el deporte en el cual destacaría a futuro, como seleccionado de la UC. Entonces cambió la franja dorada de Everton -equipo del que fue hincha en su adolescencia- por la azul del club estudiantil. "Con la camiseta puesta, cambia la cosa", reconoce.
Sus padres decidieron radicarse en Santiago en 1958, para facilitar el acceso de sus hijos a la universidad. Jorge terminó sus estudios en el Liceo Alemán y entró a Ingeniería Civil en la UC. En quinto año, al darse cuenta de que no satisfacía sus gustos, se metió a Economía e hizo carreras paralelas. Sacó ambos títulos, pero sólo ejerció de ingeniero comercial. En la facultad le vieron habilidades para la docencia. Apenas egresó, en 1968, le dieron el ramo de Inferencia Estadística. Luego sumó Econometría.
En 1972, en medio del gobierno de la UP, Jorge Claro y su esposa se radicaron en Quito, donde fue profesor de la Universidad Católica de Ecuador. Sólo regresaron a Chile después del golpe, en 1975. Por su cátedra de Introducción a la Economía de la UC pasaron personajes como Sebastián Piñera y Felipe Larraín. A mediados de los 70, fue también asesor del Ministerio de Educación.
Su primera incursión como dirigente deportivo ocurrió en 1982. Ese año, el rector de la UC Jorge Swett, quien ya lo había nombrado vicerrector económico, lo nominó dirigente de la rama de bridge de la naciente Fundación del Club Deportivo Universidad Católica. Doce años después, en 1994, Claro sucedió a su amigo Alfonso Swett (hijo de Jorge) como presidente del club, donde pasó a tener injerencia en el fútbol. Trajo millonarios refuerzos y contrató a Manuel Pellegrini como entrenador. Ambos tuvieron una relación cercana, al punto que el futuro DT de Manchester City le prestaba libros de fútbol. Pese a los refuerzos, el equipo no logró ganar un torneo nacional. "Antes de que llegara no teníamos mucha relación con él. Fueron los años de grandes contrataciones, pero de mucho gasto. Quedó una gran deuda", comenta un antiguo directivo de la rama de fútbol.
"Me frustró no haber coronado el trabajo con un título -contesta Claro-. Pero me fui tranquilo porque los hinchas recuerdan a un equipo que jugaba extraordinariamente bien".
Tras dos años de gestión dejó el cargo, en 1996. La experiencia le permitió aprender de la enorme rentabilidad de la venta de los derechos televisivos del fútbol. Fue en esa época cuando le planteó a Canal 13 la posibilidad de crear un "canal del deporte" para transmitir las actividades del club. Su idea fue desechada. Pero él no lo olvidaría: fue el germen que después se convertiría en el CDF.
Dentro de los casi 200 libros de fútbol que Claro tiene en su biblioteca, Sky High: The Rise and Rise of BSkyB, de Matthew Horsman, ocupa un lugar especial. En sus páginas se detalla cómo el magnate australiano Rupert Murdoch convirtió una empresa al borde de la quiebra en el cableoperador más importante de Gran Bretaña. Claro conoce la trama de memoria. Por eso le satisface que en las próximas semanas se lance CDF: la historia secreta, escrito por el periodista Rodrigo Garcés, una investigación para la cual él colaboró con más de 10 horas de entrevistas. "No es que me vea como un Murdoch chileno, pero estoy de acuerdo con él cuando dijo 'el fútbol no es el rey, sino el emperador de los contenidos'", señala.
En 1997, mismo año en que Claro leyó la historia de BSkyB, la ANFP le pidió a su empresa un estudio para maximizar las ganancias en la venta de los derechos de TV. El informe proponía crear una estación para el fútbol chileno, pero el presidente Ricardo Abumohor, necesitado de dinero fresco para los clubes, no consideró la alternativa y vendió los derechos a la subsidiaria latinoamericana de Sky, en 1998. Claro y la ANFP terminaron en un arbitraje por el pago de la asesoría. Tuvieron que agregarle $ 20 millones a lo ya pagado.
Los cinco años de contrato entre Sky y el fútbol chileno concluyeron en 2002. En ese tiempo, Claro estuvo alejado del fútbol, dedicado a su consultora, hasta que su hijo Juan Ignacio le dijo que era el momento de reactivar el plan, pues el producto estaba devaluado. Sólo Sky había ofertado para quedarse con los derechos: ofreció US$ 15 millones, un cuarto de lo pagado en el lustro anterior.
-Aquí está la oportunidad. Tú tienes un proyecto súper bien analizado. ¿Por qué no lo presentas? -le dijo Juan Ignacio a su papá.
Claro dice que le volvió "a picar el bichito". Pidió una reunión con el presidente Reinaldo Sánchez. Rescató sus viejas transparencias y se las presentó a Sánchez en el séptimo piso de sus oficinas en calle Roger de Flor. Ahí nació el CDF.
-El fútbol estaba en un momento crítico. Ofrecimos US$ 18 millones y establecimos una sociedad de 90% para la ANFP y 10% para nosotros. Después quedaría claro que era muy poco para nosotros y pasamos al 80-20. Creo que es la proporción justa -argumenta.
Las pasiones que Claro ha convertido en empresas pueden mezclarse sin problemas. Como esa mañana de mayo en su campo del sur, cuando de vuelta en la casa, Armas bromea con el triunfo de la "U" sobre la UC en Copa Chile. Su jefe, que hasta hace pocos minutos estaba concentrado mirando ovejas, esboza una sonrisa: dice que no vio el partido y que ya no ve tanto fútbol como antes, pero el gesto lo traiciona. Al estadio no va hace años. Todo lo ve por su pantalla. Cuando comienza a hablar del CDF, afuera llueve otra vez.
El primer problema fue pagar los US$ 18 millones. Para eso, Claro invirtió todos sus ahorros, pidió préstamos, vendió un par de propiedades, incluida la casa donde vivía. Tuvo que volver a ser arrendatario. Con 60 años, lo arriesgó todo. "Nadie hace esto a esa edad. Era una locura, pero yo tenía fe y lo había estudiado. Lo consulté con mi esposa y me dijo que me diera el gusto de hacer esto que tanto me fascinaba", relata. Su hijo Juan Ignacio cuenta que los primeros siete años "fueron de vacas muy flacas y tuvimos que apretarnos el cinturón al máximo, como cuando éramos chicos, pero mi padre nunca perdió la calma ni la confianza en el CDF".
Al poco tiempo aparecieron los adversarios. Claro sorteó con éxito los obstáculos legales interpuestos por Anatel, que no estaba dispuesta a que los goles se licitaran y quedaran en exclusiva para un canal. También fue a la guerra con VTR, en 2006 y 2010, pues costó llegar a acuerdo sobre el monto que el CDF recibiría para ser incluido en la parrilla programática. En la última batalla, la tensión llegó al punto que se desconectó la señal por ocho días. "Claro tiene un monopolio, el negocio ideal. Yo creo que en enero de 2010 quería ir al corte, porque sabía que iba a ganar", dice un ex ejecutivo de una compañía de cable. La respuesta de Claro es directa. "Ellos sintieron una amenaza a su modelo de negocios. Cada uno empuja el buque donde le conviene y si topamos, lo siento".
Otro conflicto permanente fue con la directiva de Harold Mayne-Nicholls, en la ANFP. Ambos tenían visiones muy distintas sobre la función del CDF. Mientras Claro pensaba en optimizar recursos, su contraparte quería transmitir más partidos, llegar a todo el país y entregar los goles a Anatel. Por este último punto fue que Matías Claro y Mayne-Nicholls se enfrentaron violentamente en un episodio detallado en el libro La caída, de Francisco Sagredo. El ex presidente del fútbol se habría molestado y lo habría gritoneado.
-Me hubiese gustado más colaboración entre socios. Tuvimos muchas discusiones, pero nos reunimos pocas veces. El era partidario de comprar nuestro 20%. Esa opción se abre cada cinco años y nosotros no tenemos nada que decir mientras paguen -señala Claro.
Mayne-Nicholls quería revisar los contratos, pues no estaba de acuerdo con que Claro tomara todas las decisiones y además, se quedara con un quinto de las ganancias que empezaron a aflorar en 2009. Según varios partidarios del ex funcionario FIFA, el empresario se plegó a la oposición para sacarlo de la ANFP. Finalmente, no fue reelecto.
Claro, en su campo de Puerto Octay, a horas de tomar el vuelo de regreso a Santiago, niega haberse involucrado en la polémica elección: "Tuve reuniones con presidentes de clubes y algunos ingeniosos lo vieron como intervención electoral. Yo lo desmiento 100%. Creo que estoy en paz con Harold".
Al ser consultado por este tema, la respuesta de Mayne-Nicholls fue escueta: "No me gusta hablar mal de la gente".
Claro y Asociados está en Cerro El Plomo, en Las Condes. La empresa se amplió y el personal está muy ocupado en distintos negocios, como la construcción de un complejo de entretención o una administradora de fondos. A veces, algún analista aparece por la oficina de Jorge Claro para hacerle alguna pregunta. El responde lacónicamente y da las gracias. Con Santiago a sus pies, dice que todavía se siente de clase media y que no le gusta la palabra "millonario", pues la gente lo confunde con una vida de helicópteros y yates que él no posee.
Casi todos los días va a las oficinas del CDF, que desde siempre ha funcionado en Roger de Flor. Allí se pasea con familiaridad, saluda a los administrativos y técnicos que se encargan de sacar al aire la señal (los estudios están en Chilefilms). Todos lo saludan con afecto. En dos años más, todo esto podría dejar de ser suyo, pues, por contrato, se abrirá una nueva puerta para que la ANFP compre su 20%. Hay dirigentes, como el presidente de la "U", José Yuraszeck, que rechazan la idea: "No hay que cambiar las cosas que andan bien. Jorge Claro da garantías".
El 2015 también será clave para su negocio en el sur, pues sus primeros corderos de raza pura estarán listos para ser faenados. Tanto el CDF como las "Golden Sheep" han sido proyectos arriesgados y Claro asegura que no se hubiera empecinado tanto en ellos si no los llevara en la sangre:
"Esto tiene que ver con mis raíces, no lo hubiera hecho de no ser así. Es algo que conozco mejor que cualquier otra pega. Si no, hubiera puesto una metalúrgica".
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