Democratización en Medio Oriente pierde peso en la agenda de EEUU
El gobierno decidió reducir fondos destinados a la promoción de la democracia en Egipto, pese a que reanudará ayuda militar a ese país.
Sin importar su color político, casi todos los expertos estadounidenses en asuntos de Medio Oriente coinciden en señalar que la política del Presidente Barack Obama hacia la tan anhelada democratización del mundo árabe ha sido, a lo menos, tambaleante. Y ahora con mayor razón, pues el gobierno decidió reducir los fondos destinados a la promoción de la democracia en Egipto, pese a que con la venia del Congreso, reanudará la ayuda militar y estratégica a ese país, la que se encontraba congelada tras el golpe que derrocó en julio del 2013 al Presidente Mohamed Morsi.
A más de tres años de la Primavera Arabe -proceso de liberación que Obama se comprometió a apoyar-, actualmente los promotores de la democracia tienen poco que celebrar en Washington. Hay quienes sostienen que el gobierno de EE.UU. perdió interés en el tema, dado que la consolidación de la democracia en tales países sería una quimera. El segundo argumento que justifica la distancia actual es que sólo basta con defender los intereses estratégicos de EE.UU. en la zona y que hay que negociar con quien detente el poder.
La realidad parece darles la razón a los escépticos: Egipto, la nación más populosa del mundo árabe, está nuevamente en manos de los militares. Túnez, bajo un clima de violencia e incertidumbre, da pasos lentos hacia un proceso eleccionario. En Siria se vive un infierno, mientras que en Irak, tras la fallida invasión promovida por George W. Bush, Al Qaeda gana bastiones que no soñaba con asegurar. Y en el resto de los países árabes, la democracia no es siquiera un tema de conversación.
La semana pasada, el politólogo David Ignatius inauguró una cátedra en el Woodrow Wilson Center, uno de los think tank más importantes de Washington. Durante la charla, titulada "El Congreso y la política exterior en Medio Oriente: lo bueno, lo malo y lo feo", Ignatius fustigó con dureza al Parlamento de su país. Se quejó de las trabas que pusieron los congresistas a las recientes negociaciones del gobierno con Irán y aclaró que muchas veces "la diplomacia no puede operar con un Congreso hostil".
También se refirió al recién publicado libro de Robert Gates, el ex secretario de Defensa que sirvió como tal a Bush y a Obama. De allí citó una anécdota elocuente: cuando tenía que concurrir al Congreso a explicar su trabajo, Gates lo hacía de mala gana. "Especialmente cuando las cámaras de televisión estaban presentes", relata Gates, "los congresistas se comportaban como unos verdaderos hijos de p…". Finalmente, Ignatius dio otro ejemplo para ilustrar la inoperancia de los parlamentarios: "Mientras Medio Oriente está en llamas, todavía tenemos a un Congreso obsesionado con lo que les pasó a cuatro personas en un techo", aludiendo a la investigación recién concluida sobre los hechos ocurridos en Benghazi en 2012, donde murió el embajador de EE.UU. en Libia.
Esta semana, otro de los centros de pensamiento relevantes de Washington, el Atlantic Council, ofreció una conferencia dedicada a la promoción de la democracia en Egipto. La principal oradora, Amy Hawthorne, investigadora de la entidad y ex empleada del Departamento de Estado, argumentó que la democracia no es el principal objetivo de EE.UU. en Egipto; sí lo son la seguridad y la estabilidad. Para mejorar esta situación, propone dos modos de actuar: la influencia y el enlace (cooperación militar, compromiso económico y legitimación de la democracia); y la formación de una coalición con aliados europeos para reunir fondos destinados a lograr esas metas.
El otro exponente, Shibley Telhami, profesor de la Universidad de Maryland en la cátedra Anwar Sadat, aseguró que Egipto no será una democracia de aquí a tres años. Las prioridades del gobierno de EE.UU., sostuvo, son la posibilidad de que Irán obtenga la capacidad nuclear, el conflicto palestino-israelí y Siria. "Lo que sea que suceda en Egipto, no va a significar una guerra. Y hay que cultivar las buenas relaciones con Egipto y Arabia Saudita, que son los que tienen mayor influencia en el mundo árabe". Finalmente, el académico sostuvo que EE.UU. no es -ni será- el principal agente de cambio en Medio Oriente.
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