Diario del artista cachorro: Auster narra su juventud
En Informe del interior, el escritor estadounidense, que vendrá a Chile en 2014, retrocede a sus primeros años y relata su afición por el cine, sus lecturas y sus días en Francia en los 60. El volumen es la continuación de Diario de invierno.
Su familia era de clase media. Estudió en un colegio público. Leía obsesivamente revistas de béisbol. Pasaba horas viendo televisión. Era la década del 50 en Nueva Jersey, donde creció Paul Auster. "Una ciudad de quince mil habitantes poblada de protestantes, católicos y judíos, todos blancos salvo por algunos negros", anota el escritor estadounidense en Informe del interior, su nuevo libro biográfico que acaba de llegar al país editado por Anagrama. El volumen anticipa la visita de Auster a Chile en abril de 2014 junto a su esposa, la escritora Siri Hustvedt y su amigo, el Premio Nobel sudafricano J.M. Coetzee. Los tres participarán en el ciclo La Ciudad y Las Palabras de la UC.
"Las ramas de los árboles eran brazos. Las piedras podían pensar, y Dios estaba en todas partes", apunta Auster, de 66 años, intentando retroceder a sus días de infancia. Así, recorre historias de sus 4, 6, 8, 10 años hasta su juventud: su primera visita al cine, su origen judío, sus lecturas iniciales, el sentido de la culpa, el impacto por la Guerra de Vietnam, el auge de la Guerra Fría hasta su precario paso como estudiante en Francia.
Los tempranos recuerdos de Auster comienzan justo cuando finaliza Diario de invierno (2012), su anterior novela testimonial, donde se vuelve a su pasado, pero desde el comienzo de la vejez.
"Una cosa era escribir sobre tu cuerpo, el catálogo de los múltiples golpes y placeres experimentados por tu ser físico, y otra explorar tu mente tal como la recuerdas de tu infancia", señala Auster al inicio de Informe del interior, comparándolo con el trabajo de Diario de invierno. Ambos títulos están escritos en segunda persona. "Este dispositivo de distanciamiento puede parecer pretencioso, pero en general funciona", anotó el diario británico Financial Times sobre el volumen dividido en cuatro capítulos. El primero llega hasta los 12 años, el segundo se vuelca en su afición por el cine (Auster es autor de guiones y filmes), donde se centra en dos películas: El increíble hombre menguante, de Jack Arnold y Soy un fugitivo, de Mervyn LeRoy. La tercera parte son fragmentos de cartas entregadas por su primera esposa, Lydia Davis, y la última (Album) es un conjunto de fotografías que resumen su pasado, que van desde un retrato del Gato Félix a uno de Chuck Berry.
MILES DE PALABRAS
La infancia del autor de La trilogía de Nueva York era ver series de western en la televisión, donde "los pieles rojas eran asesinos despiadados, enemigos de la civilización", escribe Auster, quien a los seis años entra por primera vez a una sala de cine. "Recuerdas la espeluznante sensación de quedarte a oscuras en la butaca", dice sobre esos instantes previos a la exhibición de La guerra de los mundos. "Dios estaba tan indefenso como el más desamparado de los hombres", anota tras hablar de marcianos y naves metálicas. "Fue una sacudida de la que nunca te has recuperado", agrega. Antes de los 12 años compra su primer libro (las Obras completas de Allan Poe) e intenta comprender El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Stevenson.
Sobre su origen judío, Auster dice en Informe del interior que lo asociaba "a la noción de extranjería", aunque "en casa no se practicaba ritual alguno". Ser judío, dice, "representaba una categoría de personas antes que un sistema teológico, una historia de lucha que había culminado en los desastres de la Segunda Guerra Mundial".
Auster y su primera esposa, Lydia Davis, se conocieron en la década del 60. El recuerdo vuelve cuando ella reaparece en su vida para entregarle fotocopias de las cartas que algún día le hizo llegar desde Francia. "Miles de palabras dirigidas a la misma persona, a la muchacha que se convirtió en tu primera mujer", anota. En una de ellas señala: "Escribo con una lentitud exasperante. Agotadora... He tenido un estado de ánimo muy variable: verdaderamente deprimido".
El autor de El país de las últimas cosas se ríe de sí mismo tras la visita de su ex. "Creías que no habías dejado rastro". Y sobre el olvido y el paso del tiempo, reflexiona: "Todos los cuentos y poemas que escribiste en tu niñez y adolescencia han desaparecido, no existen más que unas cuantas fotografías tuyas".
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