El jefe de Sampaoli: "Ganar empieza por no tener miedo"
Habla Ramón Rodríguez Verdejo, Monchi, 48 años, el mago que descubre jugadores a precio de saldo y luego los revende convertidos en oro, el tipo que se atrevió a llevar a Sampaoli a Europa y hoy sonríe por ello.
Son las nueve de la noche de un día normal cuando acaba de llegar a casa. Y no es tan tarde. Al menos, para él, Monchi, el irrepetible director deportivo del Sevilla, cuya agenda podría compararse tantas veces a un atasco en hora punta. Un hombre con derechos de autor, domiciliado en medio mundo, que ama el fútbol y su incertidumbre. Hoy, casi es uña y carne con Sampaoli. Un interés común, un nexo de unión imprescindible entre los dos que no sólo hablan de fútbol en sus conversaciones. Monchi explica a Sampaoli sin agobio y como si no hubiese mañana.
¿Se estaba acabando el efecto Sampaoli?
No, al contrario. Todavía tenemos un margen de mejora importante. Quizás los últimos partidos nos habían descolgado un poco, pero no quería decir que se hubiera acabado el efecto Sampaoli ni nada.
¿Y por qué se personaliza tanto en Sampaoli?
Pero es normal. Sabíamos de sus éxitos en Sudamérica, de los equipos victoriosos que había sido capaz de construir, pero no que esto también fuese a pasar en Europa. Hasta se podía dudar de que su capacidad de adaptación fuese rápida. Y, sin embargo, lo ha sido.
¿Usted también lo dudaba?
No, pero no siempre se piensa que todo va a tener un efecto inmediato, ni en el fútbol ni en la vida. Por eso pensaba en la paciencia y estaba convencido de que iba a hacer falta. Pero de ahí a dudar de Sampaoli, no, para nada. Si hubiese dudado no lo habría traído. Ya conocía sus virtudes. Tenía estudiado al entrenador. Sabía de él.
En realidad, él apenas se está dejando conocer en España.
No podemos ir en contra de eso. Jorge tiene esa forma de ser. No sé si es timidez o introversión en uno mismo. Pero es cierto que a lo que cree que puede despistarle no le da importancia. ¿Por qué? Pues no lo sé, pero si lo pienso fríamente yo también soy un poco así. Tampoco me gusta airear mis intimidades en público, ni en lo personal ni en lo profesional. Me parece que es una forma de ser muy válida.
¿La victoria lo justifica todo?
No. La victoria no lo justifica todo. Pero si no se logran triunfos es como si faltase algo. Por lo tanto, hay que buscar los medios necesarios que nos lleven a la victoria.
¿Si el Sevilla no gana la Liga será un fracaso?
No, no, por favor. Ni se me ocurre pensar así. Otra cosa es que tengamos la idea de pelear por todo. Pero de ahí a generar frustraciones si una cosa no se logra no tiene nada que ver. No sería justo pensar así. No podemos hablar con tanta libertad de la palabra fracaso. Tenemos que evitarla.
¿Sampaoli le recuerda al Bilardo que llegó al Sevilla en 1993?
No, no me parece la comparación.
Le recuerdo que usted era el arquero suplente en aquel Sevilla.
Por eso lo digo. Porque lo recuerdo bien y le puedo asegurar que aquel era un Sevilla más mediocre que éste que llevaba muchos años sin clasificarse a Europa. Y, de repente, un hombre tan mediático como Bilardo. que arrastraba una repercusión enorme, un entrenador que venía de ser campeon del mundo con Argentina... No se puede ni comparar con esto de Sampaoli. Era otra época...
¿Cómo fue la última bronca que le echó usted a Sampaoli?
Broncas, no, nunca. Ni a él ni a nadie. En mi idea de la vida no hace falta eso de levantar la voz. No cuento con ello. Prefiero el diálogo y si hay discrepancia no me asusta; entiendo que nos va a hacer crecer a todos. Al final, en mi idea del fútbol se trata de eso.
¿Se deja Sampaoli invitar a tomar un café?
No he tenido la oportunidad porque en los hoteles que viajamos con el equipo está todo pagado por el club.... Pero si quedamos a comer paga él o pago yo, es indiferente, no hay problema. No lo ha habido hasta ahora, vaya.
¿Y eso es amistad?
Intento traspasar lo deportivo y claro que hablamos de situaciones personales de nuestras vidas. Incluso hasta cuando hablamos de fútbol o del mercado, porque todo eso es un espejo de vidas. No todo puede ser fútbol. Nos volveríamos locos. Ayer mismo nos quedamos un rato hablando en la Ciudad Deportiva. Yo le cuento y él me cuenta. Pero tampoco sé si eso es amistad porque para lograr amistad hace falta mucho tiempo.
¿Es más importante usted o él?
No, yo no, yo siempre seré un actor secundario, me niego a adquirir un papel que no me corresponde. No me lo imagino.
El día de Leganés, en los últimos minutos, su imagen fumando un pitillo dio casi la vuelta al mundo.
Pero no volverá a ocurrir. Hace tres meses que he dejado de fumar.
¿También es fumador Sampaoli?
No, no, yo no lo he visto.
Alimenta fama de raro ese hombre.
No, no lo es tanto. Se lo digo yo que llevo 29 anos en el fútbol. Quizás también es cierto que por eso a estas alturas ya es difícil que me sorprenda nada. Pero de ahí a esos calificativos de loco Sampaoli... No, hombre, no. Los gestos no valen para juzgar a las personas.
¿Y cómo se puede mantener una conversación con un hombre que no mira a los ojos?
Siempre he pensado que es un gesto de timidez por su parte. Las personas, que tenemos un reflejo público, una vez que estamos fuera del escenario, buscamos algún modo de defendernos. Nos cuesta trabajo levantar la mirada. Nos volvemos más tímidos. Así que si me pasa a mí, entiendo que también le pueda pasar a Sampaoli y que lo exprese de esa manera.
El día que Sampaoli habló de ganar la Liga usted le llamó al orden.
No, porque yo también lo dije. Pero no dijimos eso, sino que no debíamos tener miedo a ese reto ni a ninguno, porque ganar empieza por no tener miedo.
No se puede vivir sin ganar.
No es eso, sino de establecer retos en función de cómo vaya el campeonato. Y si en esta Liga, en vez de estar entre los primeros, hubiésemos peleado por la salvación habría que saber aceptarlo sin generar frustraciones.
¿Qué aprendió de Sampaoli?
Sobre todo, a dar valor al fútbol ofensivo. He aprendido que se defiende mejor atacando recuperando el balón lo antes posible y lo más cerca de la portería contraria.
¿Y eso no lo sabía?
Sí, hombre, saberlo sí, pero no lo había visto puesto en práctica tan cerca, en cada entrenamiento, cada día de la semana... No sólo es la posesión de la pelota, sino lo que se hace para recuperarla.
Valdano dice que el discurso de un DT está destinado a agotarse en dos años en un mismo equipo.
Admiro mucho a Jorge, pero en eso difiero. No estoy para nada de acuerdo. Es más, creo que los ciclos se pueden reciclar. Máxime en un club en el que se cambia tanto de plantel como el Sevilla. Yo mismo llevo 17 años y hace diez, cuando ganamos por primera vez la Europa League, me decían: 'vete ya, que no vas a lograr nada mejor'. No hice caso y aquí sigo.
¿Podría Sampaoli durar en el Sevilla 17 años?
No lo sé, pero lo único que se me ocurre pensar es que, mientras se sienta a gusto, me encantaría que siguiese en el Sevilla. No quiero que Sampaoli se aburra aquí. Y si lo logra, no tenemos por qué pensar en el tiempo...
En las redes sociales se ha hablado de un intercambio entre Sampaoli y Simeone.
Ni me lo planteo, porque me parece una idea absurda.
El periodismo también tiene derecho a realizar preguntas absurdas.
Y no se lo recrimino. Cada uno conoce su profesión y sabe lo que debe hacer. Pero igual que su obligación es la de preguntar la mía es la de responder. Y si se trata de hacerlo con sinceridad ya le he dicho que es algo que me parece absurdo sólo el mero hecho de pensarlo. Sampaoli, Simeone.... Conozco y admiro a los dos....
Si Sampaoli no puede ser campeón de Liga, ¿qué es lo máximo que puede lograr en el Sevilla?
No creo que lo máximo vaya relacionado con logros. Ni siquiera creo que se pueda personalizar en un solo hombre, sino que hablaría del Sevilla como club. Y entonces se me ocurre recordar que siempre hay retos como consolidar nuestra imagen, crecer en las nuevas tecnologías.... No todo se resume a un título.
¿Entonces tampoco le ha cogido usted a Sampaoli, en un momento de locura, hablando de ganar esta Champions?
Que no, que no, ya se lo he dicho. Lo primero porque nosotros nunca miramos tan lejos. Nuestro campo de acción está en el presente, no en el futuro. No tiene sentido que nos pongamos ahora a imaginarlo. El futuro ya llegará y ya se verá lo que pasa. Pero queda, queda mucho.
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