El camino de Jorge Martínez para ser la maravilla del rally
El piloto más exitoso del Rally Mobil, con siete títulos a los 27 años, repasa sus inicios, habla de su familia tuerca y el sueño de correr en el extranjero.
Con apenas 27 años, Jorge Martínez tiene un palmarés en el Rally Mobil que cualquiera se lo querría. Cinco campeonatos en la N4 y dos en la R3 avalan la ilustre trayectoria de un piloto que partió muy joven para conseguir esto.
¿Cuán joven? 14 años, para ser exactos. Y no lo hizo en la tierra, donde brilla actualmente. "A mi papá, del mismo nombre, lo acompañaba cuando él corría en un Fiat 600 en los campeonatos regionales de pista en Concepción. Una vez me dijo que corriera y así partí", recuerda el penquista.
La experiencia trajo buenos dividendos y al segundo año pudo celebrar un campeonato. En 2003 pasó al Rally Mobil. "Sabía que había un campeonato, pero no sabía cómo se corría ni nada", explica Martínez. A su padre lo invitó la organización a competir y él hizo una apuesta que a todos les llamó la atención: prefirió darle el auto más potente a su hijo, un Subaru WRX STi 2001, mientras que Martínez padre se subió a uno de la serie N2, más pequeño y de baja potencia. Como era menor de edad, debía ser autorizado por su padre y no podía manejar en los enlaces, sólo en las especiales.
"Le decían que estaba loco porque yo no tenía experiencia", recuerda. Los inicios distaron de los éxitos actuales. En tres carreras ese año sumó dos abandonos.
"El auto falló en esos abandonos, pero como era chico pensaba que era culpa mía. Entraba a los foros del rally chileno y me hacían bolsa, que cómo me dejaban correr, que no sabía... fueron momentos duros", admite Martínez.
Pero no todo fue malo ese año. El experimentado piloto argentino Walter Suriani, campeón de la N4 ese año y quien ya le había enseñado varias cosas, le presentó al que es su actual navegante, Alberto Alvarez. Con él han conformado una de las duplas más sólidas del parque actual. Fue un hombre clave en el repunte.
"La primera vez que lo vi fue en el aeropuerto en Concepción. No puedo olvidarme de su imagen de niño con frenillos", dice Alvarez. En su primer test arriba del auto, el transandino supo que tenía pasta. "Era impetuoso, pero tenía condiciones. Lo más fácil es enseñarle a frenar a un piloto, no a acelerar y a Jorge había que calmarlo", explica.
En 2004 ya se mete en la pelea, aunque seguía corriendo con el Subaru, "dando ventaja porque era un auto viejo", como apunta Martínez. En 2005 y ya con un Mitsubishi Lancer EVO VIII comprado por su padre sorprende a todos y se corona campeón de la N4 con apenas 17 años. Nacía así el apodo que aún lo acompaña: el Niño Maravilla. "Pasé mis vacaciones tratando de asumir que era campeón de Chile. No lo creía", cuenta.
Hasta 2008 el sustento siempre fue familiar, después llegaron los auspicios. Por eso, los problemas financieros que sufrió la familia Martínez Fontena no mermaron en demasía la carrera de Jorge, que hasta ahora ha sido una constante sumatoria de logros: los N4 de 2007, 2008, 2009 y 2012, más los títulos de la R3 de 2013 y 2014, este último el más sufrido de todos: "el mismo día que me casé se me cayeron los auspiciadores", apunta.
Pensó en el retiro, reconoce, pero el apoyo de su grupo cercano fue más, entre sus amigos y su familia, todos tuerca. "Mi viejo corría, mi esposa Javiera Barrie es navegante, mi cuñado Cristián Navarrete corre en la R3, por el lado de mi esposa también han estado en los autos, hasta mi mamá Lidia Fontena reconoce un auto por el motor. Sólo hablamos de autos. ¿Fútbol? La selección, con suerte, nada más", indica Martínez.
Con siete títulos en el cuerpo, ¿le quedó chico Chile a Martínez? "No, puede dar mucho más", dice Alvarez. "Hay más retos, volver a ser campeón de la R3, por ejemplo", agrega, pero miran de reojo el sueño de correr en el extranjero. "Es lo que queremos. Sería ideal si se da", dice Martínez. A su edad, tiene tiempo para lograrlo.
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