El capítulo final de los 31 años de Fontaine en el CEP

Su postura frente al lucro, su frío apoyo al ex ministro Harald Beyer y el debate interno respecto de la función que debe cumplir el think tank en la promoción de ideas son los factores principales que explican la salida de Arturo Fontaine, tras 31 años como cabeza del Centro de Estudios Públicos.




ESTABA PROGRAMADA desde hace tiempo, pero no fue una reunión habitual. El viernes 10 de mayo, a las 13.30 horas, se juntó el comité ejecutivo del Centro de Estudios Públicos (CEP) y la sesión duró un poco más de lo presupuestado: mientras uno de los presentes dice que se prolongó hasta las 17 horas, otro participante comenta que a las 16.00 ya estaba de regreso en su oficina. El tema, en todo caso, no era fácil, pues en el curso del encuentro Arturo Fontaine fue notificado formalmente de su desvinculación del cargo de director, el que ostentó por 31 años. Y quedó para el 7 de junio la decisión de nombrar a su reemplazante.

Del encuentro sólo ha hablado hasta ahora Fontaine, quien el miércoles pasado, tras filtrarse su salida del organismo, ratificó la situación. "Ha sido algo inesperado", dijo. La decisión se habría tomado porque el CEP debe entrar a otra fase con un nuevo director. Con el paso de los días, una versión de lo que ocurrió allí ha comenzado a circular por la casona de calle Monseñor Sótero Sanz: aunque cercanos a Fontaine sostienen que no todos estuvieron de acuerdo con la decisión y hubo un largo debate, miembros de este comité aseguran que no hubo voces disidentes respecto de la orientación que debe seguir el think tank.

Según ese relato, comentado por uno de los presentes, al comité asistieron seis de los ocho integrantes de la plana mayor del centro de estudios de corte liberal. En la mesa estaban sentados el presidente de la entidad, Eliodoro Matte; además de los vicepresidentes Leonidas Montes y Enrique Barros, los consejeros Carlo Solari y David Gallagher, y Fontaine.

Los empresarios Wolf von Appen y Juan Obach no llegaron a la cita. La sesión habría comenzado con una intervención de Matte donde, junto con destacar la gestión de Fontaine, reconoció que había concluido una etapa de la entidad y que ahora se necesitaba un nuevo director. Abierta la discusión, se produjo un largo intercambio de apreciaciones.

Según la misma versión, Fontaine preguntó por el futuro y la estrategia que iba a adoptar el centro de estudios, defendiendo la necesidad de dar continuidad a la política de mantener puentes de diálogo con todas las fuerzas políticas y sociales. Gallagher habría rechazado la alternativa de su salida y habría hecho presente que el centro no podía pasar a ser una fortaleza o trinchera ideológica. La versión no pudo ser confirmada con él.

Un miembro del comité ejecutivo habría planteado la necesidad de que el centro no confundiera su perfil con el del Instituto Libertad y Desarrollo, que defiende las ideas afines a la derecha en un plano más contingente. En el ambiente podía percibirse que Solari actuaba como una suerte de mediador en los énfasis que por un lado exponían Matte, Barros y Montes, y las que por otro planteaban Gallagher y Fontaine. No existieron diferencias, al menos explícitas, sobre la estrategia que debía seguir el CEP. Los primeros habrían dejado en claro que la única razón de la salida de Fontaine era la necesidad de darle a la entidad mayor protagonismo mediático en la promoción de las ideas de una sociedad libre. No obstante eso, durante el diálogo saltaron a la mesa los nombres del ex ministro Harald Beyer y del vicepresidente Leonidas Montes como posibles cartas para la dirección.

Quienes apoyan a Fontaine temen que detrás de su salida esté el propósito de transformar al CEP en un think tank más "militante" y funcional a las ideas tradicionales de la centroderecha. Esa opinión, sin embargo, es rechazada de plano por otros directivos, asegurando que el CEP seguirá siendo una entidad independiente, abierta, autónoma y comprometida con el debate de las ideas y con la calidad de las políticas públicas.

"Bajo mi dirección, creo que el CEP ha sido un lugar de encuentro y conversación, de análisis y discusión. Ha sido un instituto académico independiente, donde no sólo se habla de la libertad, sino que se la vive. El CEP no ha estado al servicio ni de la derecha ni del centro ni de la izquierda. Para eso están sus partidos e institutos. Tampoco ha estado al servicio de los empresarios. Para eso están los gremios empresariales", afirmó Fontaine en su declaración pública.

Buena parte del comité ejecutivo había considerado en diciembre del año pasado la salida de Fontaine. Pero, ¿cuándo se enteró él de su partida? En el CEP existen dos versiones. Una apunta a que se lo plantearon directamente en diciembre, pero que él creía que el fin de su gestión estaba definido para fines de este año. De ahí que haya declarado que la decisión fue "inesperada". La otra es que Fontaine fue alertado recién en la reunión del comité ejecutivo del 10 de mayo.

El mismo día en que se realizó la reunión del comité apareció una entrevista a Fontaine en Qué Pasa, donde, entre otras apreciaciones, tuvo juicios muy positivos hacia la campaña de Michelle Bachelet tras su arribo al país y habló de una suerte de "campaña del terror" que estaría instalando el oficialismo. Allí también insistió en sus críticas al proyecto de Superintendencia de Educación Superior y cuestionó el lucro en los centros universitarios, tal como lo había hecho desde que era ministro del ramo Felipe Bulnes y luego Harald Beyer, su segundo de a bordo en el CEP durante más de una década.

La opinión más difundida es que la posición de Fontaine fue debilitándose a partir de sus posiciones en el tema educacional, de las invitaciones al CEP a dirigentes del movimiento estudiantil -Camila Vallejo ha participado en dos ocasiones- y del factor Beyer. Circulan quejas en cuanto a que el ex ministro no habría tenido el apoyo que se esperaba del CEP a su gestión.

Al respecto, los críticos del director del organismo citan al menos tres episodios. El primero es de enero de 2012, a pocos días de que Beyer asumiera la cartera, cuando Fontaine puso en tela de juicio el proyecto de superintendencia ante la Comisión de Educación del Senado, explicando una posición que él ya había definido y fundamentado con anterioridad, y de la cual Beyer estaba al tanto.

El segundo fue la negativa de Fontaine a firmar una declaración de rechazo a la acusación constitucional y de apoyo a Beyer, la cual fue suscrita por un amplio arco de académicos de distintas sensibilidades políticas.

El tercero habría sido el tibio respaldo que le entregó a Beyer en el almuerzo que le ofreció un grupo de académicos tras la acusación de la Cámara de Diputados, cita a la que habría sido instado a concurrir por Patricia Matte. En su intervención, Fontaine recordó la trayectoria como estudiante del ministro y la equiparó con la de Eduardo Novoa. Señaló que ambos fueron después ayudantes suyos. Tras esa intervención, tomó la palabra el premio nacional de Ciencias Enrique Tirapegui, para dar una fuerte señal de apoyo y "recordar" a los presentes que el homenajeado era el entonces secretario de Estado.

Fontaine ha comentado que esta versión es falsa y le parece malintencionada.

En el CEP afirman que el frío respaldo de Fontaine a Beyer no fue bien visto por Patricia Matte, hermana de Eliodoro y quien encabeza la fundación que maneja las escuelas Matte. Lo que más habría molestado, según esa versión, es que Fontaine hubiera formulado críticas a las ideas-eje de la gestión del ex ministro, habiendo estado al tanto de que era su más seguro sucesor en el CEP, desde que en 2011 ascendiera de coordinador académico a subdirector, cargo que nunca antes había existido. Es más, en pleno proceso de la acusación constitucional, Eliodoro Matte ya era de la postura de que Beyer debía volver al CEP. Pero se indica que la relación del ex ministro con Fontaine habría quedado tan lastimada, que él, tras ser destituido por el Senado, habría descartado por completo volver a sus antiguas funciones.

También hay quienes descartan problemas de lealtad o que Fontaine no haya apoyado al ministro. De hecho, él le informó con antelación que expondría ante la Comisión de Educación del Senado respecto al proyecto de la superintendencia y el lucro. Ese punto de vista, por lo demás, Beyer lo conocía desde antes de llegar al gabinete.

En el entorno de Fontaine aseguran que no se sumó a la carta de apoyo de los académicos -la que recibió para su firma vía correo electrónico, pues estaba en el extranjero- porque no era partidario de involucrar al CEP, como institución, en este tipo de iniciativas. Y que así se lo hizo ver a Leonidas Montes, también por mail.

En privado, cercanos a Fontaine asumen que el novelista y filósofo perdió respaldo en la familia Matte, la más importante benefactora del CEP, en particular tras el episodio Beyer. Sustentan esta convicción en que, al margen del rol de Patricia y Eliodoro Matte, en la misma posición también se alinearon el académico Leonidas Montes (unido al clan por parentesco) y Enrique Barros, abogado del grupo y del ex ministro en la acusación constitucional.

Otras lecturas de la salida de Fontaine progresan por hebras distintas. Una de ellas pasa por el libro que editó el centro junto a Cieplan, sobre una nueva reforma tributaria. Otra apunta a la incomodidad del gobierno y algunos directivos por el trato "poco igualitario" que se le atribuye a Fontaine en la polémica sobre los índices de pobreza de la Encuesta Casen, donde el ministro Joaquín Lavín fue enfrentado por economistas de oposición en un seminario que organizó el think tank.

Fontaine llegó al CEP en 1981. Un año antes había vuelto de la U. de Columbia, Nueva York, con su doctorado en filosofía. Su nombramiento fue promovido con entusiasmo por Eliodoro Matte y figuras como Pablo Barahona y Sergio Baeza.

En 1974, cuando todavía era estudiante de Derecho de la UC y comenzaba a manifestar su vocación literaria, Fontaine había sido designado presidente de la Feuc, en el momento en que las elecciones estaban prohibidas por el régimen militar.

Eran días en el que fichaba en el gremialismo y mantenía un lazo de amistad con Jaime Guzmán, quien en un momento lo llegó a considerar uno de sus posibles "herederos" políticos. Propuesto por el ex Presidente Jorge Alessandri Rodríguez, Fontaine integró en 1975 -durante un año- el Consejo de Estado, organismo asesor de la Junta Militar que participó en los estudios de la Constitución del 80.

Quienes conocen a Fontaine -que terminó graduándose en Filosofía en la Universidad de Chile- señalan que su estadía en Nueva York lo marcó. Lejos del ambiente de polarización que entonces dividía al país, pasó a defender posturas más liberales, que serían las que más lo identificarían luego en el CEP.

Convencido de la necesidad de juntar la política con los datos duros de las percepciones, Fontaine fue uno de los encargados de manejar una encuesta que realizó el CEP poco antes del plebiscito de 1988. El sondeo, favorable a la opción No, fue guardado en una notaría y se publicó el mismo día de la elección en el New York Times. Bajo su gestión se realizaban encuentros con figuras de la oposición, como Ricardo Lagos y Edgardo Boeninger.

Tras el triunfo del No, Fontaine apoyó la opción de Hernán Büchi. En una columna de la época defendió la "contradicción vital" del ex ministro, sostuvo que su estilo era el que mejor penetraría en el elector opositor a Pinochet y recordó varios encuentros con él, uno de ellos junto a Piñera y Enrique Barros.

Durante la transición democrática, el CEP se transformó en uno de los puntos de encuentro de varios ministros de Patricio Aylwin, como Boeninger, Enrique Correa y Alejandro Foxley, con el empresariado. Pero ni Aylwin ni Frei acudieron al centro de estudios. Sí lo hizo el Presidente Lagos. Con él fue distinto: se trataba del primer mandatario socialista después de Allende y necesitaba forjar confianzas con el empresariado. Fontaine conversaba con frecuencia con el ex asesor laguista Ernesto Ottone. Lo mismo hizo después con Andrés Velasco, durante la administración de Michelle Bachelet. No sólo eso: con la ex presidenta tenía una relación directa.

Durante la campaña de Piñera realizó algunas críticas al candidato de la Alianza, y en los primeros años del actual gobierno, algunas opiniones suyas fueron severas con la actual administración.

Hoy, el ambiente en el CEP está convulsionado. Hay temores y desconfianzas. Hay incertidumbre respecto del futuro. La irrupción de Pablo Longueira obligó, por otra parte, a suspender la encuesta, la de mayor credibilidad en Chile, dado que se estaba midiendo a Laurence Golborne.

Como sea, en el centro de estudios no hay dos opiniones respecto a un aspecto de la salida de Fontaine, quien se quedará como investigador de tiempo parcial: las formas en torno a su salida no fueron las más prolijas, considerando que estuvo durante 31 años a cargo de la institución.

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