El gran dilema del Festival de Viña

El creciente celo de los artistas por las transmisiones de TV ha afectado la parrilla del certamen.




Tan majaderamente dijeron que el Festival de Viña del Mar "salía al mundo" que, ahora que empieza a pasar a nivel sudamericano (a través del canal A&E), ningún artista quiere venir. En tiempos en que el negocio de los músicos está en las presentaciones en vivo y no en la venta de discos, aceptar estar en un certamen que se transmite a todo Chile y al continente es una suerte de suicidio artístico. El derecho de imagen ha subido considerablemente con el correr de los años y eso ha jugado en contra del poder de negociación de los organizadores del Festival.

En febrero pasado Marc Anthony, "la" estrella de la última edición, estuvo a punto de caerse por culpa de la transmisión televisiva. El salsero no entendía tanta exposición, reguló la cantidad de repeticiones de su show y fue el que más cobró porque, si su espectáculo lo iban a mostrar íntegro, eso valía más plata. Para la próxima edición, el problema se ha acrecentado. 

En Canal 13 reconocen que les ofertaron a Beyoncé. Sería la figura top y los dineros estaban dentro de los márgenes que podían pagar para una estrella como ella (sobre $ 400 millones). Pero los representantes de la cantante se rieron cuando les dijeron que su show de casi 90 minutos se emitiría, en vivo, a toda Latinoamérica. Pequeño detalle. Hasta ahí llegaron las conversaciones. Y, dicen fuentes ejecutivas de la estación católica, ese ejemplo se ha multiplicado en esta temporada.

Así, con el mismo presupuesto de  la última edición (unos US$ 10 millones) y con el creciente celo de los artistas por las transmisiones de TV, la parrilla programática se ha armado esta vez con lo que hay a mano. Entre unos que no tienen nada que perder, como Paul Anka y Raphael, que son notables, pero hace rato que viven de la nostalgia, o Los Fabulosos Cadillacs, que pisarán la Quinta Vergara para luego volver a un receso sin fecha de retorno. 

Y otros confirmados, como Miranda!, Don Omar o Tito, el bambino, que tienen mucho que ganar, porque saben que sus carreras tienen fecha de vencimiento y hay que estirar la cuerda lo máximo que se pueda. Incluso el ejemplo se repite en el humor: a Stefan Kramer no le conviene "quemar" su rutina por menos de $58 millones, que los organizadores no quisieron pagarle, pero "Coco" Legrand va nuevamente a la Quinta porque mostrará Los coquitos dicen, un show que viene presentando hace un par de años. Nada que perder.

Es cierto, todavía faltan nombres por anunciar y por ahí se podría colar alguna sorpresa, pero el cartel que se está armando hasta ahora, con Ricardo Arjona como "gran figura", revela el estado de crisis en el que está el Festival, tan roteado por algunos pero que sigue marcando alta audiencia (sobre 40 puntos de rating). Tal vez sea hora que el certamen se replantee, que gire antes que los nuevos tiempos lo dejen en evidencia. Asumiendo que será un escenario exclusivo para emergentes o viejos cracks, porque los que importan, los que están de moda, vienen a hacer shows durante el año. Y sin cámaras de televisión.

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