El guagua-gate

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Esta es la historia de cómo con un chiste ofendí a una turba iracunda de madres y padres, y lo que aprendí al respecto.




Esta semana viajé de Buenos Aires a Santiago; en el vuelo, una guagua de aproximadamente un año lloró -en la versión chillido inconsolable infantil- las dos horas completas. Aullidos. Cuando bajamos, con un grupo de colegas nos miramos con cara de "por fin", e intercambiamos historias del terror de viajes junto a niños chicos. Recordé cuando mi hermana voló con sus cuatro hijos, el menor con otitis, y me decía, entre risa y llanto: "Yo era la persona que todo el avión odiaba", porque el crío chilló las ocho horas íntegras. O cuando hace poco me tocó una niña de unos tres años en el asiento del lado, la madre me juró que se portaría bien, y fue cierto; aunque me pateó y me despertó tres veces, era una niña muy simpática y no me importó mucho.

Una vez en mi casa puse en Twitter: "Es hora de sincerar esta cuestión y comenzar a discriminar a la gente con guagua en aviones".

Lo que pasó en las doce horas siguientes puede ser analizado de dos maneras. Primero, como una demostración de cómo las redes sociales agrandan, agreden y le dan a la gente que, quiero creer, es amable, un lugar para sacar lo peor de sí mismos. Que hay poco humor o uso de la sátira e ironía, no es sorpresa. Pero en segundo lugar, pasó lo que tres personas distintas describieron como "liberar al Kraken" (la versión vintage sería abrir la caja de Pandora), en cuanto a lo que la gente sin hijos (¡yo!) y la con hijos realmente pensamos los unos sobre los otros. Y no es nada bueno.

Vamos por parte: el tuit del avión, mientras escribo esto –a horas de su publicación–, tiene 101 Me gusta, 43 retuiteos, 66 réplicas, y dio paso a innumerables debates que ya tomaron vida propia. Están los comentarios de la gente que lo encontró simplemente fome como chiste (juro que tengo mejores). Luego están los que se pusieron muy graves, y estuvieron a punto de llamar al Instituto Nacional de Derechos Humanos y denunciarme. "Me parece muy poco ético una 'periodista' invitando a discriminar", dijo uno que se define en su biografía como "políticamente incorrecto".

Pero las más belicosas y agresivas fueron un grupo de madres, a las que no conozco, que se sintieron muy, muy ofendidas. Se dedicaron a comentar entre ellas que yo era tonta, fea, me dirigieron varios garabatos impublicables aquí, y luego dedicaron el día a decir cosas como "bueno, dejemos a los niños en la casa porque a la perla le molestan", advirtiendo que yo soy "de temer", porque les contesté algunos de sus tuits, sin garabatos. Podría haberles dicho que si así crían a sus hijos, mejor me voy del país, pero para qué apagar el incendio con bencina. "Ojalá tenga q viajar el resto de su vida en bus, es lo mínimo q se merece", puso otro que además me llamó "piojo inflado" varias veces, aún no entiendo bien por qué. "Ni siquiera" tiene hijos, escupió otro, como si sólo las madres pudieran opinar (de lo que sea).

También hubo un lado gracioso y buenos chistes: "¡Sí! yo propongo que se vayan en la bodega PERO que los papás puedan ir cuántas veces quieran". Hubo vítores entre los que pedían que separemos guaguas hasta en buses. Y, aunque no era mi intención, se armó una conversación entre padres, que me dio la impresión fue incluso liberadora, en la que aparecieron historias de terror propias -"Ni yo aguanto a las mías en los aviones"-; recetas como gotitas de agua en el oído o arrendar cunas con la aerolínea si la guagua mide menos de 70 centímetros; y las confesiones de los que se suben aterrados al avión cuando van con un niño.

Entre las soluciones para los sin hijos se mencionaron desde audífonos hasta datos como que en Air Asia se puede pagar por una "Quiet zone", espacio donde no están permitidos los infantes, tal como también lo están haciendo algunos hoteles en el mundo. Varios ideamos que los aviones deberían tener Business, Turista y Baby y se discutió si los llantos son o no peores que los niños que patean el asiento de adelante. Alguien compartió una perla de sabiduría paternal: "Una vez que tienes hijos, sólo sufres cuando lloran los tuyos en el avión. Cuando lloran los otros, ni los oyes".

Me compartieron el link a la rutina del comediante stand up Louis C.K., sobre viajar con guaguas y también otro con la noticia de que JetBlue, en un vuelo de Nueva York a Long Beach durante el día de la madre, les dio a los pasajeros un 25 por ciento de descuento en su siguiente viaje con la aerolínea por cada guagua que llorara. Había cuatro por lo que todos se bajaron del avión con un viaje gratis en el bolsillo.

Estaremos de acuerdo al menos, los con y sin hijos, en que viajar con niños es difícil. Al parecer, no se discute tanto, porque bueno, son guaguas y no es su culpa. Definitivamente hay poco humor al respecto, quiero pensar que porque los padres han dormido poco desde que esa guagua nació (broma, no puedo evitarlo). Lo que sí saco en limpio es que me niego a aceptar que se me trate a garabato limpio en redes. Que nadie debería hacerlo.

Y para quienes exigen disculpas de mi parte, o un "mejor fraseo" del punto en cuestión, digo no, no pienso. Tampoco borré el tuit. No me gusta ofender a la gente. Pero sean o no padres, si viajan solos y se les da para elegir ir al lado de un menor de un año o no hacerlo, la gran mayoría elegiría la segunda opción. Estoy dispuesta a apostarlo, pero eso sí, probablemente no volvería a ponerlo en Twitter.

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