El "Lado B" Del amistoso de Chile ante Perú: Sangre, goles y récord

El pleito será recordado por el juego 85 de Bravo en la "Roja", y también por el caso de Medel: gol, codazo en la boca y un diente menos.




Haga lo que haga, para bien o mal, Gary Medel siempre se las arregla para atraer la atención. Como si tuviera un imán para acaparar situaciones. Su valentía a toda prueba en aquel recordado partido con Brasil, jugando con un desgarro y un vistoso vendaje en el último Mundial, le valdrá ser el personaje del año del fútbol chileno seguramente. Anoche, escribiría otro capítulo, de dulce y agraz, en la Roja.

En cinco minutos, el jugador del Inter de Milán se robaría la película. Y todo lo que pasó antes, simplemente quedaría en el anecdotario. Entre otras cosas, el partido número 85 de Claudio Bravo en la Selección, hombre récord junto a Leonel Sánchez, quien de paso volvió a regalarse un partido sin goles en contra. Luce tan imbatible para los rivales que hasta los penales fallan, en este caso Paolo Guerrero cuando el marcador estaba en blanco.

Pero todo aquello del capitán de la Roja sería un historia paralela. La nueva edición del Clásico del Pacífico quedaría marcada por Medel, quien desde temprano se tomó en serio que este partido no tenía nada de amistoso. Desde que su nombre fue anunciado por el locutor del estadio, la gente se volcó a favor suyo, como preparándolo para el combate. Como si retrocediéramos a la antigua Roma, la gente quería ver algo más del guerrero.

Y Medel les dio en el gusto. Si hasta la pifia que tuvo antes del minuto, el hincha se la aplaudió, como si aquello fuese raro en su cometido. Y por lo mismo, por lo extraño, merecía reconocimiento.

Con el correr de los minutos, el jugador formado en la UC calentó motores. Afinó la pierna derecha y también afiló la lengua. Discutió durante más de cincuenta metros, cara a cara, con Paolo Guerrero, al punto de ganarse un par de retos del árbitro paraguayo Quintana. A partir de ahí, quedaría apuntado por los rivales, que más tarde le cobrarían la afrenta.

Mientras Vargas acrecentaba con dos conquistas su cuenta de goles en la Selección, revalidando aquello de ser el más efectivo desde la llegada de Sampaoli, el Pitbull preparaba su ingreso a escena. A esa altura no imaginaba lo que le depararía el destino. Simplemente fue a escribir su libreto.

Así, no dudó en ir a buscar un tiro libre desde el sector izquierdo para ir a pelear el centro aéreo entre los gigantes rivales, con la fe que sólo tienen los elegidos. Sin marca, aprovecharía el envío de Aránguiz para anotar su primer tanto de cabeza en la Roja, el sexto desde que debutara en la Selección.

Aquello parecía satisfacer al público, que con el tanto, el segundo de Chile, justificaba todo el amor hacia Medel con una sonora ovación. Pero aún quedaba otro capítulo en la noche porteña, esta vez doloroso.

Un entrevero en la mitad de cancha, minutos después del segundo tanto de la Roja, se resolvería con un codazo de parte de Rinaldo Cruzado a Medel, quien ni siquiera tuvo la chance de defenderse. Sencillamente no vio venir el golpe del peruano, que había perdido la paciencia con el toque chileno. El mediocampista que juega en Nacional de Montevideo fijó su objetivo en la humanidad del Pitbull, quien tras el impacto se desplomó en el suelo y cuanto intentó ponerse de pie, volvió a caer, antes de pedir la asistencia médica a duras penas.

Pese a que el árbitro no vio el golpe, la sangre que emanaba de la boca del zaguero chileno fue argumento suficiente para expulsar al agresor. La gente, atónita, sólo pedía que se pusiera de pie para regalarle otra ovación. Sus compañeros intentaban animarlo en medio del dolor y sobre todo de la angustia porque incluso una pieza dental quedaría enterrada en el pasto.

Aquel codazo sería lo último que vería Medel del partido. Minutos después sería trasladado a la zona de camarines con un vistoso algodón en la boca para frenar la hemorragia. Como pudo, casi groggy, sintió el aplauso de la gente, que despediría como héroe, otra vez, al Pitbull. El partido, que sólo sería iluminado por un par de lujos de Alexis Sánchez, ya no sería lo mismo sin Gary.

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