¿Es tan trascendente la ola de cambio en el mundo árabe?
Túnez, Egipto, Libia, Barhéin, Omán... Muchos dicen que estamos ante un giro histórico en la región. ¿Pero es así? BBC Mundo le preguntó al especialista en estudios islámicos Tariq Ramadán.
Hace poco más de dos meses y medio, la situación política de la mayoría de los Estados del Norte de África y Medio Oriente -en muchos casos inmutable durante décadas- era ajena a las portadas de los medios de comunicación. En sólo unas semanas, esto cambió radicalmente.
Este lunes, los enfrentamientos continúan en Libia, un país dividido en zonas bajo control de los opositores y las fuerzas leales a Muamar Gadafi.
Túnez se encuentra inmerso en un vacío de poder después de la dimisión, el domingo, del primer ministro interino, Mohamed Ganuchi. Y en los últimos días, las protestas llegaron a Omán, donde este fin de semana murieron dos manifestantes en enfrentamientos con la policía.
Un movimiento de cambio se extiende por la región y muchos analistas afirman que estamos ante un giro histórico -e imprevisto- en el mundo árabe y musulmán. Pero, ¿qué tan trascendental es este fenómeno? ¿Y hacia dónde se dirige?
Para intentar encontrar respuesta a estas preguntas, BBC Mundo habló con Tariq Ramadan, nieto de Hassan al Banna, fundador en 1928 de los Hermanos Musulmanes y uno de los pensadores más influyentes del Islam actual.
Estamos ante unas protestas que hacen pensar en un cambio histórico en el mundo islámico. ¿Cuál es la magnitud real de este proceso?
El punto muerto se rompió con la primera revolución en Túnez y ahora tenemos un efecto dominó que hizo que el dictador de Egipto, uno de los países más importantes de la región, abandonara el poder. Sin embargo, no estamos viendo el final del régimen ni el colapso del control del ejército. Ese control todavía existe.
Pero estas revoluciones son muy importantes porque significan que algo puede cambiar en el mundo árabe, que es la única región del mundo que se mantuvo ajena a cambios democratizadores durante los últimos 50 años (...) Sea cual fuere el resultado, incluso si estas revoluciones no tienen éxito, esto es muy importante.
Significa que las protestas masivas no violentas pueden cambiar el paisaje político en la región y derrocar a dictadores (...) Los árabes y los musulmanes están mandando un mensaje al mundo diciendo que quieren dignidad, libertad y que quieren ser respetados.
¿Se podría hablar de un cambio de paradigma como el que supuso la caída del bloque soviético?
Estamos ante un punto de inflexión enorme. Es importante darse cuenta de lo que está pasando y sí podría ser equiparable en importancia como lo que sucedió a fines de los 80 en Europa del Este.
Se ha discutido el carácter secular o religioso de estos movimientos...
En este punto nos encontramos con la visión binaria que se aplica como referencia en Occidente. Es como si en el mundo musulmán sólo tuviéramos por un lado a los radicales islámicos y por el otro a los dictadores.
Creo que lo que los jóvenes en Libia están diciendo es que no quieren dictaduras, quieren libertad, justicia y dignidad. Y esto no tiene nada que ver con el islamismo. Lo que se puede inferir de esto es que los musulmanes quieren los mismos valores que nosotros.
Deberíamos dejar de lado la visión binaria de que, cuando los musulmanes se oponen a una dictadura, el proceso acaba en una revolución islámica. Ése fue precisamente el argumento que utilizaron los dictadores para justificar su mano dura. Y también algunos países occidentales para apoyar silenciosamente durante años a esos dictadores.
¿Hasta qué punto estamos entonces ante protestas "no religiosas"?
Las protestas no son religiosas. La gente que participa lo es. Son cristianos, son musulmanes. Pero no piden una teocracia, sino libertad, democracia y un régimen transparente. A veces se utiliza el argumento del miedo, que no sabemos qué puede venir después de estos movimientos. Pero sea lo que sea será mejor que cualquier dictadura en la región.
Pero algunos analistas sugirieron que con las "revoluciones" actuales podría pasar lo que sucedió en Irán, dónde en 1979 se inició un régimen islámico
Para establecer paralelismos hay que comparar cosas equiparables. Y lo que sucedió en Irán no tiene nada que ver con lo que está ocurriendo ahora en estos países. Si se mira el conjunto de las protestas masivas, se puede ver que no hay un líder carismático, no hay un islamista como el ayatolá Jomeini en Irán, a quien el pueblo apoyaba.
Hoy la gente no sigue a un líder carismático, no sigue una tendencia concreta. Incluso, los islamistas están intentando encontrar su camino y ubicarse. Así que reducir estas protestas a un caso concreto es histórica, política y científicamente incorrecto.
La heterogeneidad es a la vez la fortaleza de estos movimientos, porque nadie puede controlarlos, y su debilidad, porque no hay liderazgo.
Ahora, esperamos que se creen plataformas para que las fuerzas de oposición puedan organizarse y expresarse de manera permanente.
¿Cree que sería posible trasladar un modelo de democracia liberal al estilo occidental a los países árabes?
Piden los mismos principios. El modelo que resulte, nadie lo sabe. Piden transparencia, responsabilidad, justicia social, un voto por persona, separación de poderes…
Los modelos dependerán de cada sociedad y no debemos imponerlos. El modelo británico de democracia no es igual que el francés o el español. Dejemos que la gente encuentre su propio modelo de democracia sin comprometer esos principios comunes.
¿Cómo puede ser ese modelo propio de democracia?
Eso es difícil de saber. Sabemos lo que los opositores a las dictaduras no quieren; ahora tenemos que preguntarles qué quieren. Hablan de procesos democráticos, de libertad… Ahora es su responsabilidad organizar esa democracia (...) Pero no debemos dar lecciones desde Occidente y menos cuando se ha mantenido silencio hasta ahora sobre unos sistemas que torturaban y reprimían.
¿Qué actitud esperan los manifestantes de occidente y de la comunidad internacional?
Solidaridad para estos movimientos. De momento ha sido muy tímida. Europa ha estado callada o fuera de sintonía. Lo mejor es no intervenir, respetar a la gente, apoyar las protestas masivas y dejar de hacer negocios con dictadores.
Algunos países se mantuvieron al margen de las protestas. ¿Dónde puede parar la ola de movilizaciones?
En Yemen la situación es complicada; en Argelia se está dando un movimiento más político y menos de masas; en Bahréin, donde algunos están intentando enfrentar a sunitas y chiítas, va a ser difícil que se dé un cambio. Pero cualquier cosa puede pasar.
¿Este efecto dominó puede marcar el surgimiento de un nuevo movimiento panarabista?
Estas son protestas masivas nacionales y simultáneas. Pero no parece que sean transfronterizas. No tiene nada que ver con panarabismo o panislamismo. Tampoco son antioccidentales (...) Pero sí hay razones compartidas: corrupción, falta de transparencia, autoritarismo y pobreza.
¿Cuál está siendo el papel de los medios de comunicación e internet en el desarrollo de las protestas?
Internet y las redes sociales son medios, pero no la esencia de las protestas. Está claro que tuvo un papel importante porque fue difícil para los poderes controlar las comunicaciones. También están teniendo importancia medios de comunicación como Al-Jazeera.
Pero la chispa fue la inmolación del joven tunecino Mohamed Buazizi y el origen de la protesta procedió de la realidad sociopolítica.
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