Especial Viajes - Fiestas Patrias: Lima en 72 horas
La capital peruana se ha puesto de moda entre los chilenos y no sólo por su aclamada ruta gastronómica, sino también por su oferta cultural cada vez más variada y activa.
De manera paulatina Lima se ha ido convirtiendo en el nuevo destino de "escapada" para los chilenos, un fenómeno que probablemente se debe a que la constante inflación argentina ha hecho de Mendoza y Buenos Aires -nuestras ciudades extranjeras de viaje exprés por excelencia– lugares prohibitivos y a la ola de vuelos de bajo precio, que permiten llegar a la capital de Perú por mucho menos que antes. Sea cual sea el motivo, lo cierto es que Lima está de moda.
Aunque es indiscutible que su caballito de batalla es su variada y exquisita cocina, esa ciudad no se ha quedado sólo en la mesa y el mantel, sino que ha ido desarrollando tan rápido como su propia economía una oferta cultural y nocturna muy atractiva que se puede disfrutar en un fin de semana largo.
Día 1
Elegir una buena ubicación para alojar es clave en Lima, ya que si bien la seguridad y limpieza han mejorado de manera considerable –en un fenómeno que hasta es comparado con la conocida política de tolerancia cero del alcalde Rudolf Giuliani en el Nueva York de los 90-, el tráfico sigue siendo caótico, por lo que para evitar el taco permanente lo mejor es quedarse en un barrio estratégico.
San Isidro en este sentido cumple bien, ya que está a una distancia razonable del casco histórico, y de otros barrios infaltables en este recorrido como Miraflores o Barranco. El hotel Westin es una buena opción para los bolsillos más acomodados, por su buena ubicación, su spa –con piscina temperada techada-, su completísimo desayuno buffet en el restaurante Market 770 (al que también se puede ir sin ser huésped pagando 10 mil pesos chilenos) y su restaurante Maras, a cargo del reconocido chef Rafael Piqueras.
Airbnb es también otra alternativa, sobre todo para grupos o familias. En Lima se ofrecen departamentos, amplios y modernos desde los 60 dólares diarios, especialmente en barrios como Miraflores, y si se busca con tiempo hasta se puede encontrar un algunos con terraza y vista al mar.
Ya instalados, hay que recorrer el centro, que pasa por su mejor momento urbano, debido a una limpieza que sorprende y a un reencantamiento local que se ha traducido en una ola de gentrificación y con ello en una nueva movida cultural.
Tras las fotos de rigor en la Plaza Mayor, la principal joya arquitectónica que dejó el virreinato y que concentra edificios emblemáticos, como la Catedral y la Iglesia del Sagrario, el Palacio de Gobierno, el Club de la Unión y el Palacio Arzobispal, hay que ir a buscar más.
A pasos, en la esquina de Jirón y Soledad está por ejemplo, la Basílica de San Francisco, que hoy transformada en museo ofrece visitas guiadas por sus catacumbas, un impactante cementerio subterráneo que junto con el monasterio y claustro, hace que la visita valga mucho la pena.
La cara más under del centro de Lima está bien representada por el nuevo Cine Médium, una sala de Juan Daniel Molero, director de cine, autor de Videofilia –que ganó el galardón a la mejor película en el Festival de Cine de Rotterdam-, y ubicada en una casona antigua de la calle Jirón Moquegua, donde se exhiben joyas para los cinéfilos que las disfrutan en cómodos sillones reciclados en vez de butacas.
Y si un partido imperdible lo pilla a la hora de almuerzo, no dude entonces en ir al bar y restaurante Estadio Futbol Club, ya que probablemente lo estén exhibiendo incluso con pantalla gigante. Como la carta del lugar no decepciona, muchos locales llegan aquí a almorzar más interesados en su menú y platos como la fuente parrillera, un patache contundente con cuatro tipos de carnes, mollejas, corazones de pollo, papas, yuca y camote frito.
Después del partido y la parrilla se puede ir caminando a Polvos Azules, un mercado estilo persa, perfecto para aperarse de todo tipo de regalos previo regateo, donde se encuentran los souvenirs peruanos a mejor precio que en cualquier otra parte y, hay que decirlo, falsificaciones profesionales que incluyen desde camisetas de fútbol hasta zapatos y chalecos de marca.
Ya de noche es tiempo de conocer lo más refinado de la gastronomía limeña: una apuesta segura es ir a recorrer la avenida Mariscal La Mar, en Miraflores (conocida simplemente como "La Mar"). Aquí se encuentran algunas de las más aplaudidas cevicherías de Lima, como Pescados Capitales y Barra Mar, además de opciones más osadas como la de Jerónimo, fusión peruano-española o un poco más lejos Panchita, que combina lo peruano con lo mexicano.
Para terminar el día, un paseo por la zona de Leuro (vecina de Miraflores), en donde puede tomar un último pisco escuchando música, en el Jazz Zone o el más masivo el Cocodrilo Verde, ubicado a algunas cuadras de distancia.
Día 2
Se puede comenzar con alguna compra en Larcomar, el mall abierto vecino a la playa que más allá de una oferta de tiendas parecida a la chilena tiene una excelente vista al acantilado de Miraflores y al Pacífico y librerías muy bien aperadas y con precios mejores que los chilenos.
Luego, se puede seguir por la avenida Larco hasta el Parque Kennedy, donde siempre habrá alguna exposición fotográfica o la interpretación improvisada de un grupo de música y baile. Como Lima da mucha hambre, es el momento para hacer fila en La Lucha, una sanguchería que es el hit de los últimos años y con toda razón, ya que su menú completo saca aplausos.
Cerca del Parque Kennedy, a unos 10 minutos caminando, está el mercado Petit Thouars, en la calle del mismo nombre, donde se encuentran artesanías y arte local y abunda la llamada "estética chicha", de letras fluorescentes e influencia latina que puso de moda el muralista callejero local Elliot Tupac. Una vez más aquí el regateo es ley.
Para una versión más sofisticada de la escena artística se recomienda la Galería Dédalo en Barranco, donde según los entendidos se puede ver la vanguardia de la artesanía y diseño local. Otro imperdible de Barranco es el museo MATE, del aclamado fotógrafo local Mario Testino, quien ha colaborado para revistas emblemáticas como Vanity Fair y Vogue y ha retratado a algunas de las principales celebridades de las últimas décadas, trabajo que se puede ver en parte en esta casa-museo.
Como Barranco es el barrio de moda, lo mejor es quedarse a comer en ese distrito donde abundan los palacios de la antigua aristocracia limeña, que han dado paso a centros de evento, tiendas y restaurantes. Si se trata de bares, hay alternativas en cada esquina, desde el Bar Ayahuasca, un ícono limeño, hasta otras más populares, como las llamadas "bodegas", una curiosa mezcla entre almacén de barrio y cantina, que aún se conservan en el tiempo. Juanito (Almirante General Grau #270) es una de las más concurridas y mejor mantenidas.
Para rematar la noche, un poco de fiesta en la discoteque
, de música ecléctica, pero cargada al funk. Durante los fines de semana es habitual que se presenten bandas en vivo, lo que permite averiguar hacia dónde va la escena musical limeña.
Día 3
Una excelente alternativa tras una noche larga son las cocinerías del Mercado Central de Lima, donde pueden curar todo tipo de males con un vaso de leche de tigre y un sándwich de chicharrones.
Resucitado y caminando se llega al Museo del Pisco de la calle Girón Carabaya, bar enciclopédico dedicado al brebaje que nos disputamos con nuestros vecinos del norte, y donde hay todo tipo de variedades y preparaciones que hacen entender que hay mucho más que pisco sour.
Luego, en taxi (cuyo precio, dicho sea de paso, siempre hay que negociar antes de subir) vaya a la playa a 35 kilómetros del centro en la zona sur. Elija Punta Hermosa, hogar de la elite surfista del país, o el Balneario del Silencio. Ambas opciones seguras, sobre todo en temporada baja.
El Parque de los Enamorados en Miraflores es una opción más cercana para relajarse. Sus grandes áreas verdes y su vista al mar son el cierre perfecto para una estadía de fin de semana en Lima, que ya sea por buena comida o por su estilo en constante evolución deja con ganas de volver.
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