Ex directora del diario The New York Times: "La mayoría de los estadounidenses no está conectado con las noticias"
La destacada periodista Jill Abramson conversó con La Tercera sobre la compleja relación de la prensa con Donald Trump. Así, señaló que la enemistad del Presidente con ciertos medios es una mera estrategia y que el uso de Twitter también responde al mismo fenómeno, porque los políticos no quieren un filtro entre lo que dicen y sus electores.
La periodista y escritora estadounidense, Jill Abramson (63), trabajó durante 17 años en The New York Times, donde se desempeñó como jefa de la oficina de Washington. En 2011 llegó a la cúspide al asumir como directora ejecutiva, transformándose en la primera mujer en el cargo, en 166 años de historia del influyente diario. Abramson estuvo en el puesto durante cuatro años. Autora de tres libros y actualmente profesora en Harvard, se encuentra de visita en Chile invitada por la cátedra Mujeres y Medios de la Universidad Diego Portales. En conversación con La Tercera entrega su visión sobre el periodismo y el gobierno de Donald Trump.
Trump mantiene una fuerte pelea con la prensa. ¿Cree que esto forma parte de una estrategia del Presidente?
Creo que es una estrategia y muy peligrosa. Creo que la primera enmienda de la Constitución en Estados Unidos protege la libertad de la prensa. Los fundadores de mi país creyeron que lo más peligroso era un poder sin fiscalización. Creo que los ataques de Trump a la prensa tienen como fin debilitar la importancia de tener medios, que fiscalizan la gestión presidencial. Creo que es una estrategia y es irónico, porque sin la cobertura que le dieron los medios durante las elecciones primarias, cuando nadie pensaba que Trump iba a ganar, él nunca habría obtenido la nominación. Él obtuvo cobertura gratis en los medios equivalentes a tres mil millones de dólares. Así que sin los medios de comunicación, él no sería Presidente. Ahora que es Presidente ya no necesita de los medios libres y provoca las noticias falsas.
Trump usa Twitter para dar sus opiniones en lugar de entrevistas y conferencias de prensa. ¿Cómo ve usted este cambio?
Creo que también es estratégico, aun cuando algunos de sus tuits son una locura. He visto a otros políticos que tratan de usar las redes sociales, especialmente a nivel local en lugar de nacional. Lo que quieren hacer es que no haya mediación entre lo que están diciendo y el votante. Así que no quieren que los editores, que están en sus oficinas, decidan cómo escribir la historia de lo que han estado diciendo. Ellos quieren decir algo y que se divulgue, sin ningún filtro y Twitter es el canal que más ama Donald Trump.
Al instalarse esta modalidad en la que no existe una revisión sobre lo que Trump dice en Twitter. ¿Cómo se lo han tomado los estadounidenses?
Desafortunadamente, la mayoría de los estadounidenses no se encuentra tan conectado con las noticias, no están siguiendo ni siquiera el escándalo sobre Rusia. La parte del país que sí está poniendo atención creo que corresponde a cerca de la mitad. Ellos piensan que lo que Trump dice no es verdad y es ridículo. Pero las personas que le creen son más apasionadas, le creen de manera apasionada y van a defender lo que está diciendo hasta el final.
Nadie pudo vaticinar la victoria de Trump ni que gran parte del electorado estaba descontento. ¿Cree que los medios fracasaron en darse cuenta de lo que pasaba? ¿Había una desconexión con la realidad?
Sí, creo que sí, especialmente por la preponderancia de internet. Hay muchos periodistas que están sentados al frente de sus computadores en Nueva York, Washington o Los Angeles y no tienen tiempo para salir a recorrer el país de la forma en que lo hacían los periodistas de política cuando yo me estaba iniciando en esto. Ellos salían a la calle, tocaban puertas en Ohio, en Iowa, en Carolina del Sur y escuchaban lo que estaban pensando las personas.
El caso de las revelaciones de Edward Snowden ocurrió bajo el gobierno de Obama. ¿Por qué él fue tan duro con la prensa frente a este tipo de publicaciones?
No fue tanto con el tema de Snowden, como lo que ocurrió con la primera publicación sobre Wikileaks. Él estaba más molesto con la revelación de esos documentos, especialmente por los cables diplomáticos, entre los embajadores estadounidenses y sus contrapartes extranjeras. La forma en que lo manejamos periodísticamente es la forma correcta, porque no desestimamos las preocupaciones del gobierno y los escuchamos. En algunos casos no publicamos ciertos documentos, porque ellos pensaron que eran muy sensibles y nosotros pensamos que no era esencial que las personas supieran. Tuve que lidiar con esto en más de una docena de casos desde la administración de (George W.) Bush, en las que se pedía no publicar artículos porque dañaban la seguridad nacional, pero al mismo tiempo estaba la importancia de llevar información a las personas, que si no sabían sobre ciertos secretos de seguridad nacional ellos podrían no haber consentido la clase de vigilancia, tortura, que estaba ocurriendo.
Usted fue la primera mujer que ocupó el cargo de directora en The New York Times. ¿Fue difícil ejercer ese cargo en un ambiente dominado por hombres?
Tenía sus dificultades. Nunca esperé que alguien sintiera lástima por mí, pero había dificultades. Es diferente cuando uno es la primera mujer en el trabajo número uno en una institución importante. Las personas te juzgan de una forma más personal. Hay muchos estudios que muestran que mientras más alto una mujer está, en cuanto al poder que tiene, les agrada menos a las personas. Mientras que en el caso del hombre, las cualidades que son vistas como poco atractivas en el caso de las mujeres, como ser muy ambiciosa o exigente, son vistas como liderazgo en los hombres. Hay un doble estándar heredado.
Los medios están en un periodo de cambio. ¿Cuál es la receta del éxito de The New York Times en cuanto a su suscripción digital?
Estuve ahí cuando se tomó la decisión de tener una suscripción digital y todos decían que nadie iba a pagar por las noticias. Tienes que ser un lector exigente y creo que hay muchos de ellos. Es por eso que The New York Times ha tenido éxito, porque han reconocido la calidad del periodismo del New York Times y reconoce que es mejor que muchos artículos que están disponibles de manera gratis.
¿Cree que es posible aplicar la misma estrategia de su ex periódico en América Latina?
Sólo si se trata de artículos de alta calidad, porque hay muchos que son gratis. Hay que producir artículos por los que realmente valga la pena pagar. No todo el mundo quiere eso. Hay quienes quieren las noticias que den clicks o notas de celebridades. Creo que hay una audiencia de elite que pagaría mucho por tener información de calidad.
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