Heysel 1985, el partido que jamás debió existir

Hoy, hace 30 años, 39 personas perdieron la vida minutos antes del comienzo de la final de la Copa de Europa entre Juventus y Liverpool. Una catástrofe televisada que conmocionó al mundo y manchó la imagen del fútbol para siempre.




Sucedió el 29 de mayo de 1985, en Bruselas. Los dos mejores planteles de fútbol del momento iban a medir sus fuerzas en la final de la Copa de Europa, pero otros lo hicieron antes, en su nombre. Los medios de comunicación habían acuñado aquel duelo como el Partido del Siglo, por el tremendo potencial de los contendientes. La hegemonía del fútbol europeo estaba en juego. Pero sólo eso. La génesis de la tragedia consistió, tal vez, en pensar que eso era demasiado.

Se trataba de dos conjuntos de leyenda. El flamante Liverpool de Phil Neal, de Ronnie Whelan, de Ian Rush, de Kenny Dalglish, defensor del cetro continental; y la pujante Juventus de Scirea, Boniek, Tardelli, Paolo Rossi o Michel Platini, responsables (los tres primeros) de la consecución del Campeonato del Mundo para la Azzurra tres años antes. Era además un partido con un precedente cercano, el triunfo 2-0 de la Vecchia Signora ante la escuadra red por la final de la Supercopa de Europa, hacía menos de un año.

Faltaba aproximadamente una hora para que arrancase la revancha, para que comenzase la fiesta, para que el fútbol eligiera a su nuevo campeón de manera soberana. Menos de 60 minutos de espera para las más de 60.000 personas que aquel día abarrotaban el estadio.

En la zona Z del recinto, fatal punto de encuentro entre barristas de uno y otro equipo, comenzó a escribirse, hace hoy 30 años, una de las páginas más negras de la historia de este deporte. Una avalancha humana, provocada por la violenta irrupción de un numeroso grupo de hooligans británicos, procedentes del sector contiguo, en una zona con mayor presencia bianconera, se cobró la vida de 39 personas y dejó cerca de 600 heridos.

Los hinchas, en su mayoría de nacionalidad italiana, pero también belgas, franceses y británicos, murieron asfixiados en su afán por escapar de la emboscada, aplastados contra las vallas de seguridad, a escasos metros de una cancha que, inexplicablemente, albergó dos horas después un partido de fútbol.

Ganó la Juventus, con un injusto gol de Platini desde los doce pasos. Aproximadamente la misma distancia que separaba el pasto del lugar donde yacían todavía algunos cadáveres. Un gol y 39 muertos. Ésos fueron los datos de aquella final, el triste saldo. "Algo dentro de mí murió aquel día", llegó a declarar, tiempo después, el fantástico ex delantero galo.

Porque si bien la de Heysel no fue la mayor tragedia de la historia del fútbol en términos de mortalidad, sí que fue la que hizo contraer a este deporte su deuda más importante. Y replantearse su existencia. Y avergonzarse. Porque el 29 de mayo de 1985 el fútbol le faltó al respeto a la vida, y a sí mismo.

Ni siquiera el propio Bill Shankly, legendario entrenador del Liverpool en la década de los 60 y los 70, y padre de la célebre frase ("el fútbol no es una cuestión de vida o muerte; es mucho más que eso") habría podido entender lo sucedido aquella tarde. Murió cuatro años antes de que, en Heysel, el fútbol se inmolase.

Las medidas adoptadas tras lo sucedido fueron ejemplares, pero terminaron por estigmatizar al fútbol británico en su conjunto, acusado de complicidad con el hooliganismo, movimiento de hinchas violentos y radicales en pleno auge en los años 80. Poco más de una decena de barristas del cuadro red, identificados como responsables de los hechos gracias a las imágenes difundidas por televisión, fueron condenados a tres años de prisión; los equipos británicos, privados de participar en competencias internacionales por espacio de cinco años; y el Liverpool, castigado con una década de suspensión lejos de sus fronteras, para la que más tarde lograría un indulto de cuatro años. Ni la UEFA, ni las respectivas federaciones, ni los responsables de seguridad del estadio, fueron señalados.

La Tragedia de Valley Parade, acaecida en Bradford, 18 días antes, que se cobró 56 víctimas mortales a consecuencia del incendio de una de las tribunas; y, especialmente, la Tragedia de Hillsborough, en 1989, que se saldó con 96 hinchas del Liverpool muertos por aplastamiento en un duelo ante Nottingham Forest, precipitaron la publicación del Informe Taylor, llamado a erradicar la violencia del mundo del fútbol.

Importantes medidas de seguridad fueron aprobadas y más tarde implementadas en los estadios británicos y europeos a raíz de la aparición de este influyente informe. La eliminación de los sectores sin asientos fue una de las principales novedades que trajo tras de sí la era post-Heysel, pero no la única. Numerosas reformas fueron acometidas tomando en cuenta las recomendaciones recogidas en el documento, redactado por petición expresa del gobierno británico, presidido entonces por Margaret Thatcher.

30 años después de aquella lúgubre noche, muchas cosas parecen haber cambiado. El Estadio de Heysel no volvió a albergar nunca más un partido de fútbol, hasta que en 1995 cambió su nombre por el que ahora ostenta, Estadio Rey Balduino, luego de ser completamente remodelado. El equipo de Merseyside tardó 16 años en levantar un título internacional (concretamente la UEFA, en 2001), y los hinchas de Juventus, que disfrutarán de una nueva final el próximo 6 de junio, no han dejado de honrar a sus fallecidos durante todos estos años.

Hoy se cumplen tres décadas de la tarde en la que el fútbol vio ensuciada su imagen. 30 años del partido que jamás debió jugarse.

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