Historiadores de cine: "Este es el cine chileno... bueno o malo, pero este es"

La investigadora Jacqueline Mouesca publica junto a su marido el libro Breve historia del cine chileno, un recorrido por 110 años de rodajes y estrenos, de proyectos, éxitos y fracasos.




Sin mayúsculas. En la presentación de su Breve historia del cine chileno, Jacqueline Mouesca y Carlos Orellana señalan que "nuestro libro no es exactamente lo que podría llamarse una 'Historia'". Y sí, el volumen va más por el lado del registro y la crónica, pero de cualquier modo planta sus banderas, sobre todo de cara al público que quiera tener una idea de lo que ha pasado en más de 110 años de ires y venires, de momentos cuasi estelares y esperanzas frustradas.

Aparte de Revisión del cine chileno, donde Alicia Vega y su equipo analizan títulos específicos, no había mucho precedente. Grandezas y miserias del cine chileno (1957), fue la compilación de recuerdos del iquiqueño Alberto Santana, director de ¡Cocaína! (1926). La Historia del cine chileno, de Mario Godoy, sobre todo  reunía sus escritos en  Ecran. Taxativo y apasionado, Historia del cine chileno, de Mario Ossa Coo (1971), es en rigor el único precedente análogo, con sus 95 páginas y una tirada de 50.000 ejemplares.

Casi cuatro décadas más tarde , este matrimonio que cambió hace meses la capital por Viña del Mar, se lanzó a la piscina. Ella, precedida por un largo trabajo de docencia e investigación (Plano secuencia de la memoria de Chile, El cine en Chile). El, por una larga trayectoria como editor, incluyendo libros de su esposa y una publicación a dúo (Cine y memoria del siglo XX).

Es un volumen que se entusiasma con películas recientes y que mira vistosos fracasos, como el cine de los 40, con una mezcla de severidad y simpatía. Porque tenían locura y arrojo personajes como Jorge Délano o José Bohr, el mismo de la antigua frase: "El cine chileno va de mal en Bohr".

El recorrido de Chilefilms, ¿les parece sintomático de tantas expectativas frustradas?
Carlos Orellana: Ha habido siempre un sube y baja, pero cuando se producían los bajones, siempre  había alguien que intentaba repuntar. El estado creó Chilefilms y eso permitió abrigar esperanzas, reunir dinero y hacer cosas, aunque se hicieran mal. Sin embargo, aun cuando Chilefilms contaba con enormes estudios nuevos, una infraestructura desconocida hasta entonces, la mayor parte de las películas de ese periodo se hizo en forma independiente, no vía Chilefilms. El cine chileno siempre le ha debido mucho a algunos locos por el cine, a gente capaz  de jugarse hasta la camisa o de hipotecar sus casa  con tal de poder hacer una película. O tipos tan modestos como Sergio Bravo, quien con Pedro Chaskel y el Cine Experimental sembraron una semilla.

¿Les da la impresión de que cuando ha habido gente capacitada para hacer cine, no han estado los recursos (técnicos, financieros) o al revés?
CO: Las dos situaciones han existido. No hay, desgraciadamente, una síntesis hasta ahora lo suficientemente estable, que permita que haya recursos cuando hay capital técnico y humano. Pero ahora el problema es fundamentalmente de distribución.

Jacqueline Mouesca: Como profesora, vi por 20 años gente con mucho talento que se perdió. No tuvieron el temple para ir a buscar la plata o de trabajar con productores que consiguen plata como sea.

En el libro se lee: "No basta producir muchas películas si la mayoría de ellas son mediocres o francamente malas, su proliferación desalienta al espectador, generalizando el desinterés por la producción local".
CO: No quisiera esquematizar esa afirmación que viene ahí al final. Haría un símil con los libros: la buena literatura se produce de todos modos en las condiciones en que hay mucha literatura. No hay que tenerle miedo al exceso, aunque en el caso del cine el asunto es más complejo, porque tienes que competir con el cine norteamericano. Ahora, no puedes aspirar a que El brindis, para mencionar un modelo de mala película reciente, ayude a educar a un público de modo que empiece a sentir deseos de seguir viendo películas chilenas.

¿Cómo valoran la coexistencia actual de un cine festivalero "de nicho" y uno popular?
CO: Todos los caminos son legítimos mientras las películas tengan un mínimo de validez. El cine muy malo no ayuda, evidentemente, pero hay un cine, llamémoslo liviano, que siempre existirá y es bueno que así sea, porque entre otras cosas es una suerte de escuela que va creando oficio. Ahora, el problema es cuando se caen los puntos altos. Ese es el punto grave desde 2005. Hasta ese año había películas que pasaban fácilmente de los 100.000 espectadores y después ya no, salvo algunas comedias.

¿Cómo se adapta el cine chileno a las nuevas pautas de consumo de películas?
JM: Hay algo que pasa en el país y en todos lados, que la gente prefiere ver películas en su casa y que en las salas hay puras películas infantiles o adolescentes...

CO: Hace poco vimos en TV a Ernesto Díaz (director de Mirageman), que apuntaba a un fenómeno digno de atención. Dice que ha aprendido, conforme a la experiencia norteamericana, que no le preocupa cuánto público vea en la sala sus películas, porque están las demás ventanas, sobre todo el DVD. Y si eso garantiza el financiamiento, él puede seguir haciendo cine.

RECUERDOS
En la mencionada historia de Carlos Ossa, hombre de izquierda, hay un entusiasta acercamiento al celuloide realista de los años inmediatamente anteriores, pero apenas un párrafo para Largo viaje (1967), Patricio Kaulen, quien era el presidente de Chilefilms durante el gobierno de Frei Montalva. Esta cinta fue mantenida al margen del Nuevo Cine de Littin, Ruiz y Aldo Francia. "Abusivo descriptivismo", acusó Ossa a una cinta que ha vuelto a ser objeto de escrutinio. Breve historia del cine chileno le da bastante más de un párrafo y la reivindica, aunque no como Explotados y benditos, el libro de Ascanio Cavallo y Carolina Díaz sobre la filmografía de los 60. "Mucha gente consideró en su momento -explica Mouesca- que la película de Kaulen no era ni chicha ni limonada. Era lo que pensaban los dogmáticos del cine neorrealista".

Su libro discute con el de Cavallo, quien cuestiona la "versión estándar" en torno al Nuevo Cine chileno.
CO: Nuestro libro no cede a visiones, digamos, aceptadas, que tenían mucho de sectarismo; por ejemplo, el librito de Carlos Ossa, que tiene una serie de méritos, pero también caídas fatales. Ahora, las limitaciones impuestas por una visión sesgada de la política y del mundo, llevó a excesos como, por ejemplo, decir que "aquí nace el cine chileno" y todo lo que hay para atrás no sirve. Lo decía  Pedro Chaskel, Sergio Bravo, Miguel Littin. Pero ojo, creemos que Ascanio Cavallo está pasándose para el otro lado cuando reivindica, por ejemplo, la película de Germán Becker Ayúdeme usted compadre (1968) como un gran momento de la historia del cine chileno. Francamente, eso no me parece. ¿Por qué? ¿Por haber sido la más vista?

Da la idea de que hay un interés en generaciones jóvenes por el pasado del cine chileno. ¿Lo perciben así?
JM: Por el contrario, los veo cada vez más alejados del cine chileno. En clase les decía a mis estudiantes de cine, "tú te encuentras con un argentino, te encuentras con un mexicano, y ellos saben de su historia del cine, sean buenas o malas las películas, pero ellos saben ¡y ustedes no saben nada! Porque tampoco es que estuvieran obligados a ver estas películas, pero necesitan saber de su propio país". Y esa es una de las razones por las que hicimos el libro: este es el cine chileno, bueno o malo, pero este es.

En Diálogos de exiliados, de Raúl Ruiz (1974), ustedes actuaron.
JM: También fui segunda productora y mi principal recuerdo es que Raúl Ruiz es un personaje. Gran parte de esa película la financió el PC francés y ellos quedaron muy decepcionados, tal como la RAI cuando le produjo Nadie dijo nada. Pero a él le importó un rábano y se puso a hacer la película que quiso.

¿Cuáles son los títulos que más atesoran?
JM: Taxi para tres. Me gusta también Turistas, por esa situación subjetiva que tiene. Me gusta el El húsar de la muerte y también El Chacal de Nahueltoro. La buena vida también la incluyo, es de un Andrés Wood más maduro.

CO: Y está Tres tristes tigres.

JM: Y Palomita blanca. Es que a veces pasa que a uno no le gusta toda la película, le gustan escenas, imágenes. Algunas películas de Littin tienen eso; como la segunda que hizo, La tierra prometida.

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