Jefe de Estudios para América Latina de J.P. Morgan: "Noción de un ministro que levanta la economía sobre sus hombros como Atlas es una fantasía"

Aunque Vladimir Werning destaca la capacidad técnica y experiencia del nuevo titular de Hacienda, subraya que el contexto internacional condiciona el desempeño de Chile.




Las expectativas desempeñan hoy un papel central, en ocasiones predictivo, en el análisis de los resultados económicos de los países. Bien lo sabe el director ejecutivo y jefe de Estudios para América Latina de J.P. Morgan, Vladimir Werning. Esta semana, en Chile esas expectativas se movieron al alza tras el nombramiento de Rodrigo Valdés como nuevo ministro de Hacienda, de quien se valoró transversalmente su amplia trayectoria nacional e internacional. Werning, en todo caso, pone paños fríos. Aunque destaca la capacidad técnica y experiencia del jefe de las finanzas públicas, que en el caso de las reformas que impulsa el gobierno puede ayudar a evitar "costos innecesarios o generar incertidumbres desmedidas", apunta que factores externos, como el precio del cobre o las tasas de interés, son tanto o más relevantes.

Desde el retorno de la democracia, en Chile la inamovilidad de los ministros de Hacienda se había erigido casi como síntoma de estabilidad económica. ¿Qué tan cierto es ese principio y qué refleja entonces la salida de Alberto Arenas?

Los cambios de gabinete muestran a la Presidenta Bachelet tomando el control de la coalición gobernante y esto es una señal positiva para el mercado. La estabilidad de los ministros debería ser función de sus resultados y de su capacidad de gestionar eficientemente la agenda económica y no debería depender de los precedentes históricos. Hay coyunturas donde los gobiernos enfrentan desafíos de reordenar la administración pública y a los mercados les preocuparía más ausencia de capacidad política para enfrentar cambios que el cambio de gabinete mismo.

El arribo de Rodrigo Valdés fue ampliamente valorado en Chile y también en el exterior. ¿Es esperable un alza significativa en las expectativas de crecimiento o dependerá de otros factores?

No veo que la expectativa de crecimiento cambie de manera inmediata. La noción de un ministro de Hacienda que levanta la economía sobre sus hombros como Atlas es una fantasía. Hay una coyuntura internacional que condiciona a la economía chilena. Alegar que el crecimiento alto de la gestión de Piñera es virtud exclusiva de su ministro o creer que el crecimiento moderado actual puede ser alterado instantáneamente por la incorporación del ministro Valdés no es realista. El manejo de expectativas y la capacidad técnica son importantes. Pero también hay variables externas, como el precio del cobre o la tasa de interés internacional, que impactan en la economía. Los ministros pueden reaccionar adecuadamente o no a ellas, pero no las pueden determinar.

¿Dónde están los principales déficits de la anterior gestión en Hacienda y que deberían ser una tarea prioritaria para el nuevo ministro?

El mayor déficit de la anterior gestión ha sido el error de diagnóstico. Se enfocaron en ejecutar el mandato de reformas que recibieron sin contemplar los cambios adversos de la coyuntura internacional. Al no reconocer la necesidad de acomodar los tiempos o los contenidos de la agenda económica a la coyuntura complicada, las reformas terminaron sufriendo una estigmatización. Y esta última terminó contribuyendo a erosionar la imagen de la Presidenta. Esta falta de previsibilidad de Hacienda se dio a pesar de las alarmas que el Banco Central de Chile empezó a sonar desde mediados del 2013 al respecto y que lo llevaron a bajar la tasa de interés dos puntos porcentuales. Creo que este vacío se resuelve con la experiencia internacional que trae el ministro Valdés. Se incorpora así un ingrediente indispensable para llevar a cabo las reformas sin incurrir en costos innecesarios o generar incertidumbres desmedidas.

Hay quienes interpretan el cambio de gabinete, incluido el de Hacienda, como un giro hacia un mayor diálogo con el sector privado respecto de las reformas impulsadas por el gobierno…

Creo que la agenda de reformas no se modificará drásticamente. Pero los cambios de gestores de las reformas abren la oportunidad a un análisis de costo-beneficio más profundo en torno a los detalles de las reformas. Y eso puede despejar miedos y encauzar el debate hacia un ámbito más racional y menos emotivo.

¿Sería adecuado revisar algunas de las reformas ya aprobadas? ¿La tributaria, por ejemplo? 

No veo una revisión tributaria como algo imperativo en lo inmediato. De hecho, podría ser contraproducente, porque aumentaría la incertidumbre. Pero a un ministro de Hacienda no se le puede negar la posibilidad de plantear ajustes a la estructura impositiva. De hacerlo, le quitaría una herramienta de trabajo clave. Lo que hay que preguntarse es cuál es el objetivo. Si es darle más dinamismo al crecimiento para así reforzar la creación de empleo, creo que hay opciones más atractivas que otra reforma impositiva. Por ejemplo, sumar al paquete de reformas algunos cambios en la agenda energética, de manera de abrir oportunidades de inversión y bajar los costos a los consumidores y a empresas.

Hay quienes plantean que es el momento de hacer ajustes al proyecto de reforma laboral…

El proyecto laboral es distinto al tributario por la simple razón de que aún no se ha terminado de definir. Entonces, hay márgenes para considerar mejoras. La reforma laboral que hay hoy en carpeta es extremadamente conservadora. Plantea ventajas adicionales sólo para los que ya tienen trabajo. En cambio, carece de una visión más progresista, porque no se anima a plantear cómo mejorar el acceso al mercado de trabajo para los sectores más desprotegidos, como los jóvenes y las mujeres.

La economía chilena ha tardado en reactivarse, hoy las proyecciones están apenas cerca del 3%. ¿De qué manera se reimpulsa el crecimiento?

Un tipo de cambio competitivo es un pilar importante de la nueva fase de crecimiento. Pero la rotación de los factores de crecimiento hacia el impulso externo es un proceso gradual, entonces hay que buscar otros pilares complementarios. Una opción sería considerar estimular el consumo vía política fiscal o monetaria. Pero eso no parece aconsejable en lo inmediato. De hacerlo implicaría desandar el camino que ha transitado Chile y que lo distingue favorablemente del resto de la región: ser la única economía que redujo su déficit de cuenta corriente y recuperó el equilibrio externo. Entonces, creo que resultaría más factible plantearse trabajar sobre factores que refuercen la inversión.

¿Cuál sería una meta razonable de crecimiento para este año y para los dos siguientes?

La única meta razonable es la que ofrece la tasa de crecimiento potencial. Se puede apuntar más alto si se trabaja en reformas que mejoren la productividad. Pero ni la gestión de Piñera pudo comprometerse a esa tarea sostenidamente. Crecer por sobre esa meta sin un plan por el cual se mejora la eficiencia siempre termina en desequilibrios macroeconómicos. Hoy hay un debate sobre cuál es esta tasa de crecimiento potencial. El Banco Central estima que se redujo de 5% a 4,25%. Consultores privados hablan de valores cercanos al 3,5% o aun menores. Pero creo que esto es exagerado y que una baja en las estimaciones como la hecha por el Banco Central luce realista. La baja misma se origina en factores externos, como la caída de los precios de las materias primas, y también por factores internos, como la falta de una agenda enfocada en la productividad a partir de la segunda mitad de la gestión Piñera.

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