Jorge Baradit, escritor chileno: "Somos un Frankenstein mestizo y brutal"
El autor publica Historia secreta de Chile, su primer libro no ficción. En él habla del interés de Arturo Prat por el espiritismo, así como del terremoto de 1647.
El lado B de Chile. El real, el imaginario, el más cruel y bello. A veces sórdido, único en su territorio amorfo y telúrico. Joven y mestizo, ancestral y neoliberal.
"¿Dónde están los grandes y pequeños hechos que no se cuentan; los que son ignorados, los que pueden dar otros significados o enriquecer nuestro relato? (...) ¿Quién cuenta que en la Patagonia les pagaban a cazadores por cada cabeza de selknam entregada a los estancieros? ¿Cuándo podremos leer que las Fuerzas Armas de Chile han matado a más obreros, estudiantes y trabajadores chilenos que soldados de otros países", escribe y se pregunta Jorge Baradit, nacido en Valparaíso en 1969, al inicio de su primer libro no ficción, Historia secreta de Chile (Sudamericana), luego de editar a lo largo de una década una serie de novelas donde reinaban la cienca ficción y la ucronía.
"La historia es un tema que me interesa desde siempre, incluso antes que la literatura, diría que desde la infancia. Con este libro me di cuenta que había un común denominador en el trabajo que venía realizando. Desde mis libros más dementes hasta relatos más personales", señala Baradit, autor de los libros Ygdrasil, Synco, Kalfukura, la novela gráfica Policía del karma y Lluscuma.
Ahora, los protagonistas de Historia secreta de Chile son personajes de carne y hueso. También hay fantasmas, que son parte de la memoria nacional. Desde Arturo Prat en la Guerra del Pacífico y su vínculo con el espiritismo, el cadáver perdido de Manuel Rodríguez, hasta Miguel Angel Poblete, el niño huérfano que aspiraba neoprén y que decía comunicarse con la Virgen en Villa Alemana en los 80.
Escribe en el libro que Arturo Prat ansiaba comunicarse con el más allá para saber de su hija muerta y hablar con su padre...
La esposa de Prat, Carmela Carvajal, era aprendiz de médium, y Prat se interesó mucho en el tema. Siempre nos han mostrado a Prat como un santo laico del catolicismo. Sin embargo, era anticlerical, partidario del voto universal, hacía clases en colegios de obreros y estaba muy interesado en la reencarnación. Imagínate, qué sentido toma el salto al abordaje de Prat si descubres que dos o tres meses antes de fallecer escribía en su diario que era fundamental la manera de morir para que el universo decidiera quién ibas a ser en una siguiente vida.
También ahonda en el terremoto de 1647 y lo relaciona con el Cristo de Mayo que está en la iglesia Los Agustinos. ¿Por qué le interesó?
El misterio del Cristo de Mayo y el terremoto de 1647 me permitía hablar del Chile colonial, religioso, sincrético y de las catástrofes que terminan convertidas en meras fechas en los textos de historia. Con ese terremoto del siglo XVII, Santiago estuvo casi tres años paralizado, gente viviendo en un post apocalipsis zombie. Y la idea es mostrar estos hechos desde la emocionalidad más que una suma de eventos, o sea, dramatizar, narrar los sucesos.
¿Cree que hoy valoramos más la cultura mapuche que atraviesa varios de los textos del libro?
Somos un país joven, de 200 años. Nuestro idioma es español, nuestra religión es de Medio Oriente, nuestra ropa se hace en China, la tecnología viene de Europa, somos un Frankenstein mestizo y brutal, fantasmas flotando sobre el territorio todavía, y convivimos con un pueblo que tiene un lenguaje propio, su cultura, religión y comida. Mientras nosotros estamos en proceso de construcción. Somos un work in progress como pueblo. La cultura mapuche debería ser nuestra reserva, nuestro crisol, y recién hace una década que lo estamos validando. Ya no es tan aceptable que un humorista salga en el Festival de Viña vestido de mapuche y que le digan indio Iñi piñi. Hoy día hasta las autoridades celebran el Wetripantu.
En el escrito La internet de Allende vuelve a referirse, como en su novela, al proyecto Synco ¿Cree qué fue un acierto truncado de la Unidad Popular?
Fue como un detenido desaparecido tecnológico, que quedó como una anécdota nerd que Chile pudo tener una especie de Internet en 1972. Es como el palo de Pinilla, ¡Estuvimos a punto! ¿Qué habría ocurrido?... Vivimos en esa pregunta. ¿Qué habría ocurrido si funciona la Unidad Popular, si Carlos Caszely convierte el penal en España 82?...
Y está presente en el libro, el polémico escritor Miguel Serrano...
Para mí es un tótem. Latinoamérica es una convergencia de culturas. El fue capaz de producir una síntesis cultural, a partir de lo indígena, lo europeo, asiático y generó en su obra un mundo particular. Su mérito fue marcar un camino. Paradojalmente, él fue el gran mestizo. Yo creo que quiso escribir el gran Evangelio latinoamericano.
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