La difícil preparación del comediante argentino Jorge Alis

El cómico, que actúa hoy, tuvo crisis de pánico y se aisló en su casa.




Aunque es probable que cualquier debutante en la Quinta Vergara declare nerviosismo y ansiedad, Jorge Alis debió variar hasta los hábitos de su último mes: "Loco, en enero me dio crisis de pánico, dije '¿qué hago acá?' '¿por qué acepté esto?' Me puse a pensar en miles de cosas, hasta que retomé el yoga, todos los días a las ocho de la mañana, y comencé a tomar calmantes y relajantes musculares para dormir, porque me despertaba a las cuatro de la mañana pensando 'uy, ¿qué viene después de esta parte en la rutina?' '¿qué hago si en este chiste me pifian?'".

Si el último mes fue complejo, la última semana fue casi una batalla para evitar el calvario: "Le dije a mi mujer: 'flaca, andáte a la playa'. Me quería quedar solo en mi casa, que nadie me hablara, no contesté el celular y me propuse ejercicios como hacer el monólogo de atrás para adelante y de empezar a probar todas las opciones posibles".

Bajo esa extenuante rutina, el cómico describe los capítulos previos al mayor desafío de su vida profesional: su presentación de esta noche en el Festival de Viña, coronando una trayectoria que desde 1997 lo tiene en el país, donde ha destacado como creador del bar El Cachafaz y como uno de los pioneros del stand-up comedy en los escenarios locales, participando de espacios como El Club de la Comedia y, el año pasado, Mentiras Verdaderas. Eso sin contar su carrera previa, donde en su natal Buenos Aires ofició de actor callejero, bailarín de tango en Caminito, verdulero y taxista ("me moría de hambre, básicamente", remata), para luego saltar a La Serena como instructor de tango.

Ahora, y a partir de sus apariciones en La Red, fue contactado por los organizadores del evento para integrar la misma jornada de Raphael y Fito Páez. "Y, quedé flashado cuando me lo ofrecieron. No lo creía, me quedé mirando para abajo y no podía ni hablar, se cruzó toda mi vida por delante y en particular mi vida en este país. Me demoré tres días en decidirme, hasta que un amigo me dijo: 'Tenés que aceptar boludo o ¿acaso vas a aguantar en un par de años contarle a tus hijos que no quisiste ir a Viña?'", cuenta sentado en una de las mesas del hotel O'Higgins y donde ha disfrutado las dos caras de la fama: mientras un par de adolescentes le solicitaron fotos en la puerta, al llegar al lobby del hotel a pedir sus llaves el encargado de recepción le preguntó "¿y usted quién es?".

A la hora de preparar la rutina, debió "blanquear" el tramo que dedicará a la mujer y a la vida en pareja. "Yo soy muy zarpado, entonces estuve varios meses presentándome para un público más blanco", agrega. Pero esa será sólo una parte de su show, ya que el inicio del libreto lo mostrará hablando de su condición de argentino aplastado por crisis sucesivas y las penurias de su patria. "Porque yo represento a otro argentino: el que se fue a la mierda, al que le salió todo mal. Supongo que nadie va a pifiar eso, ¿no?", remata.

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