La difícil tarea de ser oposición en Rusia

El asesinato de Boris Nemtsov ha puesto una vez más en jaque a los opositores de Putin. Los analistas creen que los detractores necesitan cohesión y que ahora están ante una oportunidad para conseguir sus objetivos.




El 23 de febrero las pantallas de televisión rusas mostraron una visión de lo que podría ser el futuro del país: un líder de la oposición se convertía en el nuevo presidente de Rusia tras ganar inesperadamente las elecciones de 2018. Sin embargo, luego del asesinato de Boris Nemtsov el viernes 27 de febrero, la historia que cuenta el programa piloto de la serie Zavtra (Mañana) sólo se quedaría en la ficción. Esto porque, según los analistas, ese día la asediada oposición rusa perdió a una de sus más importantes voces.

La muerte de Nemtsov caló hondo en la disidencia al gobierno del Presidente Vladimir Putin, debido a que era un líder carismático y muy respetado. Así, la determinación de miles de personas que salieron a las calles de Moscú el domingo pasado para honrar su memoria, en lo que fue denominado por varios sitios de internet como la "marcha contra el miedo", hicieron que surgiera la pregunta de si su asesinato se convertiría en un punto de inflexión para la sociedad rusa y la oposición.

En una columna escrita para el centro de estudios Carnegie en Moscú, el analista Alexey Malashenko señaló que "la desaparición de Nemtsov no afectará la política de manera considerable". "Es improbable que la oposición se reestructure sustancialmente. Seguirá siendo tan desunida como antes y no será una amenaza para el régimen. Aparentemente, Nemtsov era el único líder carismático. Sería más reconocido y habría logrado más, bajo un sistema político más normal", añadió.

El escepticismo radica, según explica la BBC, en que si bien los líderes de la oposición rusa son conocidos -como es el caso de Alexei Navalny, el ex premier Mijail Kasyanov y Mijail Jodorkovsky-, "no han sido capaces de tener el impulso necesario para que la oposición conquiste a la gente".

Parte de esto se explica en el complejo sistema de partidos del país. Los partidos de oposición en Rusia han sido calificados por la prensa como "sistémicos" o "no sistémicos". Los primeros son aquellos que están registrados y pueden participar en las elecciones, porque cumplieron con los requisitos de la Ley sobre Partidos Políticos, que exige una serie de tecnicismos sobre el manejo de la agrupación y el financiamiento. Como estos partidos siguen las reglas del Kremlin,  los líderes opositores, como el ex campeón de ajedrez Gary Kasparov, consideran que participar sería una suerte de sumisión a las autoridades, por lo que se niegan a formar un partido legal y actúan de manera individual. Si no, forman un partido que no se registra, como es el caso de Parnas, que estaba liderado por Nemtsov.

Actualmente hay tres colectividades de oposición  representadas en el Parlamento: Rusia Justa, Liberales Demócratas y el Partido Comunista. Al ser "sistémicos" tienen espacio en la televisión, no así los "antisistémicos", por lo que es más difícil para ellos tener una plataforma real.

Los líderes de la oposición alcanzaron notoriedad después de las elecciones parlamentarias de 2011, cuando acusaron que se había cometido fraude en los comicios y se realizaron concentraciones de protesta. Los ánimos se volvieron a encender tras la victoria de Putin en 2012. Sin embargo, varios de los manifestantes tuvieron que enfrentar un proceso por ofensas menores, lo que actuó como  un factor disuasivo.

En un ensayo de Vladimir Gel'man, académico de la universidad Europea en San Petersburgo, se sostuvo que la oposición -que se concentra en Moscú principalmente- está muy lejos de conseguir sus objetivos, porque "permanece dividida", lo que "abre las puertas para las tácticas divisorias del Kremlin". La oposición "ha sido reprimida de muchas formas y no ha conseguido desarrollar una agenda positiva clara", añadió.

En una columna publicada por la BBC, el analista Konstantin von Eggert afirmó que la mejor opción que tienen los líderes opositores es unirse en torno a un programa específico de cambio político, más que luchar por tener primacía.

Para Judy Dempsey, analista del Carnegie, es difícil que Rusia tenga un impulso al estilo del movimiento Euromaidan, que llevó al derrocamiento del mandatario ucraniano Viktor Yanukovich, en febrero del año pasado. "Muchos críticos y periodistas que han querido hablar en contra de la Rusia de Putin han sido asesinados o encarcelados", señaló en una columna. Sin embargo, planteó que los gobiernos europeos tienen la tarea ahora de "apoyar a la sociedad civil rusa".  En todo caso, advierte, ésta no es una misión fácil, porque los filántropos, los donantes de otros países y las ONG son considerados como agentes extranjeros y deben reportarse al Ministerio del Interior en forma trimestral, de acuerdo a una  ley aprobada en 2012. Desde entonces, muchos centros de estudio han sido cerrados.

Dempsey propone que los países occidentales ofrezcan visas flexibles para los jóvenes rusos, con tal de que salgan y estudien fuera, y regresen a su país con la semilla del pensamiento democrático.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.