La guerra civil revolucionaria de Chile, según Ossa

Juan Luis Ossa, director del Centro de Estudios de Historia Política de la UAI, publica en Inglaterra un estudio atípico sobre la Independencia.




Hace casi ya una década, Juan Luis Ossa Santa Cruz (Santiago, 1982)se convirtió junto a otros ocho recién egresados de historia de la UC, en lo más parecido a un bestseller que se puede dar en su disciplina. El libro XIX buscó y consiguió acercar la historia decimonónica chilena al público no especializado, experiencia continuada en 2008 con XX. Su aporte a este último, sobre el "nacismo" local, es el único que ha hecho al estudio del siglo pasado. Lo suyo está en otro tiempo, como prueba su nueva publicación, esta vez en solitario.

Se acaba de editar en Inglaterra Armies, politics and revolution. Chile, 1808-1820, versión ajustada de su tesis doctoral en Oxford cuya traducción está aún en veremos. Cuenta el actual director del Centro de Estudios de Historia Política de la U. Adolfo Ibáñez, que pretendía hacer una historia de las relaciones político-culturales entre el Río de la Plata y Chile durante la Guerra de Independencia. "Pero entre que me aceptaron y que llegué a Oxford, me fui yendo hacia los militares, desde la perspectiva de la política. Y ahí me quedé".

Adhiriendo en parte a las tesis de Mario Góngora sobre un Estado chileno que nace de la guerra, el autor genera una propuesta que marca distancia de ciertas recurrencias disciplinares. Por de pronto, enfatiza la existencia de una guerra civil: "Me alejo de la historiografía más hispanista o más conservadora, pero también de la decimonónica liberal, que enfatizaron hasta el cansancio que ésta había sido una guerra entre dos naciones: entre el Chile incipiente y la España consolidada". No se ve para el autor un patriotismo que se incube a lo largo de todo el período colonial, llamado a culminar en el Estado nacional. Ambos ejércitos, por lo demás, estaban compuestos fundamentalmente por gente nacida en el Valle Central.

Adicionalmente, Ossa plantea, como Simon Collier, que ésta fue también una revolución. "No es una revolución social, no es una revolución económica, pero que es una revolución política no me cabe duda". Eso sí, y a diferencia de Collier, no usa revolución como sinónimo de independencia.

¿Por qué 1810 es revolucionario?

Porque hay un cambio total de régimen político. No es que el monarquismo se pierda en 1810, pero la creación de una Junta es muy revolucionario: no hay participación de agentes externos a las élites de Santiago y hay una mutación en la conformación y repartición del poder. Por primera vez se genera un autogobierno. Se podía ser leal a Fernando VII, pero eso no te hacía ser leal a la metrópolis y menos al virrey en Lima. Lo importante es que la revolución no es necesariamente igual a separación. Es igual a autogobierno, pero dentro de un estado imperial.

¿La no funcionalidad y la falta de épica favorecen la interpretación que descarta la guerra civil?

Diría que sí. Ahora, hay trabajos como el de Leonardo León sobre los "desertores de la patria", que plantean que el bajo pueblo no peleó por realistas ni por patriotas. Mi visión es que el soldado lucha porque tiene que sobrevivir, tiene que comer. Y el botín es algo que los oficiales incentivan muchas veces, que prometen para que no les deserten. Y las deserciones iban para acá y para allá, sin ningún tipo de compromisos ideológicos, al menos hasta 1814.

¿El militarismo es una necesidad y luego un problema?

La militarización de la sociedad es una necesidad porque hay una guerra civil con características totales: el hacendado se transforma en oficial; el inquilino, en soldado raso. La producción local depende de la guerra y de las necesidades de los ejércitos. Las autoridades pasan a ser militares. Es algo que se da plenamente a partir de 1813. Luego, hay una militarización que dura mucho. El Estado surge del Ejército, en muchos sentidos. Y a partir de la necesidad de que el Estado exista, el Ejército continúa siendo un actor principal. No ya, necesariamente, en el campo de batalla, pero sí en la burocracia: los intendentes suelen ser militares, los gobernadores suelen ser militares. Ahora, diferencia de Estados Unidos, donde siempre se enfatizó que los militares no eran una fuerza deliberativa en lo político, en América Latina las constituciones surgen muchas veces desde los militares. Son hechas para los militares, para quedarse en el poder. Es el caso de Bolívar.

¿Qué maridaje entre Ejército y élite explica que haya militares, activos o retirados, gobernando hasta 1851? 

Sería un error hacer la dicotomía Ejército/élite. El Ejército es miembro de la élite. Ya en el régimen colonial los altos cargos solían ser militares o milicianos, por lo cual yo no diría que el Ejército surge como cuerpo de élite a raíz de la guerra. Lo que  ocurre es que cambia la conformación social y política del Ejército, lo que produce ciertos cambios en la conformación de las élites. Y lo digo en plural, porque creo que no es correcto hablar de una élite: las guerras civiles y los conflictos intraelitarios dan cuenta de eso. Puede ser el mismo cuerpo social, pero no necesariamente el mismo cuerpo político.

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