La lucha de Tomás González para llegar a Londres a escribir una nueva historia
De niño los nervios lo traicionaron en la primera prueba ante un técnico ruso, de adulto ha enfrentado a los dirigentes de la gimnasia. Y también recibió la millonaria ayuda de Farkas.
Con diez años, Enrique Tomás González Sepúlveda se para ante Evgeni Belov, técnico ruso de gimnasia. Los nervios traicionan al niño y su rutina no impresiona al especialista. Marcela Sepúlveda, ex gimnasta y entrenadora, insiste para que le den una segunda oportunidad y lo logra. ¿Resultado? Hoy Chile tiene por primera vez un finalista olímpico en gimnasia: en salto y suelo.
Y es que la historia de Tomás González tiene varios capítulos así, con toques cinematográficos, aunque no todos tan felices.
Hijo de Enrique González, también ex gimnasta, y Marcela, ver a los gimnastas soviéticos en Barcelona '92 impresionó a Tomás, quien quizás por eso llegó nervioso a la prueba con Belov (ya fallecido), que en 1993 llegó a Chile para hacerse cargo de la rama de la Universidad Católica. En 1995 se produjo el encuentro y el trabajo se mantuvo hasta 2003.
Sus éxitos partieron en 2004 , con un bronce en la Copa Mundial de La Serena. Después repitió bronce en Moscú 2006, plata y bronce en los Panamericanos de Río, oro en Glasgow, plata en Barcelona (2008), plata en Düsseldorf 2009 y en 2010 fue campeón del mundo en salto, en 2011 fue doble oro en París y alcanzó el número uno en salto y suelo.
Pero también hubo problemas. En 2008, con 22 años, se frustró su deseo de ir a los Juegos de Beijing, donde creía podía haber alcanzado las finales en salto y suelo. Pero el ingreso privilegiaba a los equipos y eran muy pocos los cupos para individuales, para los que además se consideraba el all around, que por esos días no era su fuerte. Tampoco pudo acceder a un wild card, ya que la siempre cuestionada federación no hizo los movimientos adecuados. "Si mis dirigentes hubiesen querido que fuera a los Juegos, habría estado en Beijing", reclamaba en esa época.
Los problemas con la directiva eran radicales y el más claro ejemplo de los problemas dirigenciales fue que en abril de ese año se remataron todos los implementos de la gimnasia que había en el CAR, por una deuda de 20 millones de pesos.
Tomás González denunció negligencias a la hora de inscribirlo en competencias internacionales y una serie de ex directivos acusaron una corrupción institucionalizada que terminó con la expulsión de la antigua directiva, integrada por Alfonso Castro, padre de Simona, la chilena que participó en estos Juegos Olímpicos, pero que ya quedó eliminada. Al mismo tiempo, varias gimnastas hablaron en contra de Isabel Lazo (madre de Simona), por haberlas desplazado injustamente de la selección nacional.
En 2009, González llegó a la final del Campeonato Mundial de Gimnasia de 2009, donde obtuvo el séptimo lugar. Tras su participación, la federación de Gimnasia no inscribió al gimnasta en la Copa del Mundo en Stuttgart, debido a un supuesto "olvido". La situación debió ser solucionada por las gestiones directas de Neven Ili?, presidente del Comité Olímpico de Chile. Y González respondió con una medalla de plata en suelo.
Su historia llamó la atención del particular empresario Leonardo Farkas, que en 2009 pagó $ 80 millones en comprar lo necesario para que el gimnasta pueda entrenar en Chile y le pidió una presea para los Juegos 2012.
En esa oportunidad, González llegó a la oficina de Farkas y en el computador del empresario busca por internet lo que necesita. Ya en el sitio web, y con los implementos elegidos, Farkas tomó asiento y se puso a comprar anillas, potro, suelo, paralelas, caballete, trampolín, más pisos y colchonetas.
Así, se cerró la donación de Farkas a González, luego de que el gimnasta lo nombrara, en broma, como una de las personas que podría ayudarlo.
Ahora, González puede sumar un capítulo más a esta historia. Ya logró dos históricas finales olímpicas y el reconocimiento del país.
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