La Perla del Pacífico: una joya por pulir
Su ambiente logra el objetivo de sacar al visitante de la levedad del mall e instalarlo en ese Valparaíso idílico.
Su ambiente logra el objetivo de sacar al visitante de la levedad del mall e instalarlo en ese Valparaíso idílico, fruto de las postales que por años han seducido -y lo seguirán haciendo- a quien vuelque con curiosidad su mirada hacia la ciudad con más personalidad de Chile. Hay botes hechos cómodas mesas, casas de cerro replicadas en pinturas naif, mini mascarones de proa, tipografías de cartel de micro, redes y aparejos varios. Todo repartido en un espacio cómodo, amplio y creíble en general. Más allá de los detalles (¿qué hace una camiseta del Everton de Viña del Mar pintada en la pared?), visualmente resulta una interesante avanzada virtual del Puerto en pleno Parque Arauco.
Ambientalmente convence, en materia de servicio también. A restaurante lleno, y en almuerzo de fin de semana, los garzones aportaron precisión, rapidez y amabilidad, mucho más de la que podría hallarse en un comedor costero en iguales circunstancias de público y presión. En eso aporta un equipo de cocineros que tiene claro el libreto de la gran marisquería, por mucho que se le tengan que aplicar algunas menudencias pretensiosas por estar en Las Condes y no a metros de la Iglesia de la Matriz (por favor, que alguien explique para qué quitarle virilidad a un Congrio a lo Pobre -$ 8.900- poniéndole huevos de codorniz). De la prueba de platos, queda clara una cosa: menos es más.
Es decir, lo más sencillo, si no es más sabroso, concuerda mejor con la puesta en escena. Las Machas a la Parmesana ($ 4.900), con un poco menos de queso y crema resaltarían mejor el marisco, pero la blandura y tamaño de las porciones eran impecables. Más loas para la cocina: se pidió un Mahi Mahi ($ 6.900) a la plancha y a punto y eso precisamente fue lo que apareció, acompañado de una ligera versión de Charquicán de Verduras ($ 1.900), colorida y de gran refinamiento al paladar. El Cebiche de Corvina a la Peruana ($ 5.900) era una razonable porción de daditos frescos del pescado, ligeramente marinado y a la postre de factura notable… Pero de sazón peruana, nada. Un cambio de nombre no les vendría mal, para no sulfurar aún más a nuestros vecinos. Por su parte, la ligereza del Caldo de Nuestro Mar ($ 6.900) era evidente, pero sin llegar a ser un plato soso; con más marisco o menos líquido, tanto mejor. Al límite.
Hay vocación de bar, con una amplia gama de opciones para beber. Destacados: el espumante de Viña Maipo, correcto y conveniente al bolsillo por botella ($ 10.600) y el agradable tono anisado del Absenta Sour. Tarea para la casa: Copitos de Nieve ($ 2.600), una Leche Nevada que careció de su emblemático poder dulce como para aspirar a ser un postre de respeto. Una suerte de 'enjundia', que afinada en ese y otros platos permitirá al lugar pasar de consulado a embajada culinaria porteña en la capital.
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