La víctima del 27/F que viajó a sacar barro: perdió a su hijo en el tsumani y ahora ayuda en Atacama
Fernando Isla, quien perdió a su hijo en el tsunami de 2010, no dudó cuando vio las imágenes de devastación: partió desde Dichato a Atacama para ayudar.
A unos 60 kilómetros al sureste de Copiapó la vegetación ha ido surgiendo en algunos cerros. Es un paisaje poco habitual para una región desértica, donde las tonalidades verdes parecieran no ser parte de los suelos atacameños, y que por estos días agregó otro color a su geografía: el gris del lodo.
Desde el día del aluvión, el pasado miércoles 25 de marzo, ese color poco familiar para los nortinos y que ahora se asocia a la tragedia se apoderó de la zona, incluso en lugares apartados, como San Antonio y Los Loros, en la comuna de Tierra Amarilla.
Fernando Isla y cuatro compañeros llegaron hasta Los Loros, un poblado de cerca de tres mil habitantes, sorteando caminos cortados, escasa comunicación y nula locomoción. Venían a ayudar desde el sur, desde Dichato, comuna que también carga con el peso de una tragedia, como fue el tsunami del 27/F.
Isla no es un hombre cualquiera. Aquella jornada de febrero de 2010 fue golpeado directamente por los embates de la naturaleza: debido al tsunami perdió a su hijo de 12 años, apodado "El Pollito".
"Mi deber como chileno es estar acá. En el sur también llegó gente del norte a ayudarnos hace cinco años; tenía que estar aquí. No es justo que nos quedemos de brazos cruzados", dijo el hombre, mientras ayudaba a un vecino, que se identificó como Toño, a sacar el barro desde su casa.
Apenas vio por televisión los estragos que estaban causando las lluvias, no lo pensó dos veces y salió el mismo miércoles desde su casa "desesperado", dice, a buscar a sus compañeros de la caleta en Dichato. Ese mismo día salieron en bus hacia Santiago.
"Llegamos hasta el cruce Batuco, nos bajamos y empezamos a hacer dedo hasta que unos carabineros nos trajeron en auto", contó el pescador, quien llegó a Copiapó el viernes en la noche, día que comenzó a ayudar a limpiar las calles con sus compañeros.
Ayer arribó solo hasta Los Loros. Sus amigos partieron a ayudar a Chañaral. "Que la gente venga, no cuesta nada llegar, existen caminos cortados, pero se puede, si uno quiere, se puede", relata.
Toño, el hombre al que Isla ayudó a sacar lodo desde su casa, dice estar agradecido por la solidaridad. "Todos somos seres humanos y hay que ayudarse, porque no hemos tenido ayuda de nadie y viene gente como él, desde el sur", cuenta.
Ya finalizada la jornada, Fernando Isla toma su pala y enfila a pie nuevamente a la ruta. No se devuelve al sur, al contrario: regresa a Copiapó, para buscar a un nuevo compatriota que necesite su ayuda.
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