La villa de Mora
La Tercera visita la población Los Copihues, de La Florida, siguiendo las huellas de su vecino más ilustre, Felipe Mora, el goleador de Universidad de Chile, el hombre de moda del Clausura. Éste es un recorrido a pie por las canchas, los pasajes y los rostros de la infancia del delantero. Un viaje a sus orígenes.
El día en que Felipe Mora anotó su primer gol del Clausura con la camiseta de la U -ante Palestino, en partido válido por la quinta fecha del Clausura- su abuela Magdalena había ido por primera vez a un estadio. Fue aquella una tarde de resurrecciones. Por una parte, del conjunto laico, sumido hasta entonces en una profunda crisis de juego y resultados; por la otra, del propio Mora, confinado hasta ese día a la banca, ensombrecido por la jerárquica figura de la Gata, enterrado por muchos antes siquiera de haber tenido tiempo para mostrarse; y, por último y ante todo, del difunto abuelo Julio, el responsable, a su manera, de que ese día en Ñuñoa, Mora, Magdalena y la propia U brillasen con luz propia. Cosas del fútbol.
"Mi papá era el que lo llevaba a todos sus entrenamientos. Mi hermano Julio no podía ir y era mi papá el que, lloviendo o no lloviendo, se preparaba su sándwich, un termito con café, lo subía en la camioneta chica que tenía en ese tiempo y lo llevaba a todos los entrenamientos. Él era chuncho a morir. Desde el cielo estará mirándolo, porque él siempre decía: 'Ojalá que algún día llegue a la U. Y hoy está en la U". La que habla, en este mediodía templado en las entrañas de la comuna de La Florida, es Mónica Mora, tía del futbolista, apasionada repostera y uno de los tantos apoyos familiares en los que el joven Felipe fue construyendo su carrera como futbolista profesional. Pero de eso hace ya mucho tiempo.
Nacido accidentalmente en Puente Alto hace 23 años, toda la infancia del joven ariete de Universidad de Chile transcurrió en la modesta Villa Los Copihues, situada en el extremo norte de la comuna de La Florida. Es allí donde se encuentran todas sus raíces. Y también la casa familiar de los Mora, una construcción de dos pisos cuyas rejas proféticamente están pintadas de azul, que a la hora del almuerzo desprende un inconfundible aroma a queque. "Esta es la casa familiar, la casa de mi padre. Aquí nos juntamos siempre y aquí vemos también los partidos. Las raíces de Felipe son de esta población, porque en esta villa nos criamos todos mis hermanos. Esta parte de acá es como de toda la familia de nosotros", explica Mónica, describiendo al hacerlo un círculo en el aire, como si tratase de cercar con un lazo invisible los límites de su reino familiar en Los Copihues.
Pipe y El resto del mundo
Ocho años antes de ser reclutado en las series menores de Audax Italiano, Felipe Andrés Mora Aliaga, el primero de los dos hijos traídos al mundo por una joven pareja que trabajaba en una tienda de repuestos de automóvil, era ya el mejor jugador de El resto del mundo. Lo que no quiere decir, obviamente, que fuera el mejor futbolista del planeta, sino el chico con mayor proyección del principal club amateur de Los Copihues. Ése que dirigía la Señora Celinda.
"Antes de que Felipe empezara a jugar, había un niñito de la población que estaba enfermo, desahuciado y los chiquillos decidieron hacer un club para ir juntando plata. Y un día dijeron: 'Nos podemos llamar El resto del mundo'. Y quedó El resto del mundo. En ese club, que ya no existe, jugó Felipe desde los cinco hasta los 12 años, en una cancha de tierra", relata, en conversación con La Tercera, la propia Señora Celinda, la primera formadora -junto a su hijo Pascual- del Pipe, el nombre con el que siempre conocieron en su círculo más cercano al hoy ariete de la U. "Era un chico con muchas cualidades, que tuvo todo el apoyo de los papás. Y no siempre los chicos tienen ese apoyo. Yo siempre digo que tengo acá niños mejores que los de la Selección, pero algunos se pierden por falta de apoyo", agrega la incansable entrenadora de 67 años, quien hoy continúa -a pesar de los dolores que le genera la artrosis- formando niños en la renovada cancha Los Copihues, situada pocas cuadras de la casa de los Mora, en donde a esta hora Mónica se obstina en revisar la cocción de su flamante queque.
El ascenso de Felipe Mora al profesionalismo fue sencillamente meteórico. Tras anotar más de 200 goles en toda su etapa formativa en las filas de la escuadra audina y hacerse acreedor de todo tipo de distinciones individuales, Omar Labruna, entonces técnico de Audax, ordenó su debut con el plantel adulto en 2011, a la edad de 17 años. Esa misma temporada, ante Cobreloa, en Calama, en su segundo partido como titular celebrado el 12 septiembre (3-4), se convirtió en el primer futbolista juvenil, tras Alexis Sánchez, en firmar un hat trick en la Primera División chilena, finalizando el año con 11 dianas en su haber. Después llegaron su participación en el Mundial Sub 20 de Turquía y su partido número 100 con la enseña itálica, éste último en un duelo ante O'Higgins, con sólo 21 años. Y el 21 de junio de 2016 su ansiado fichaje por la U, el sueño de toda una vida.
"Cuando chicos íbamos a la feria y él iba siempre con la polera de la U y yo con la del Colo, a comer mote con huesillo. En esta familia casi todos son chunchos", confiesa al respecto Milko Fuentes, primo hermano del jugador -del que sólo le separan 22 días- y compañero también de equipo en El resto del Mundo. Y después agrega: "La verdad, no sé qué habría sido el Pipe de no haber sido futbolista. Yo creo que si no hubiera sido futbolista habría vendido helados. A él le gustaba eso. Él cuando era chico siempre decía que quería vender helados".
El gran salto
"Yo siempre vi fútbol, pero la primera vez que fui al estadio fue en el partido contra Palestino. Mi primera vez en el Nacional. Y Felipe marcó dos goles. Pero yo ya estaba emocionada antes de que empezara el partido. Lo que me dio pena es que no estuviera mi marido, él era el más chuncho de todos, pero no alcanzó a verlo jugar por la U", manifiesta Magdalena Montecinos, la abuela de Mora (viuda desde hace sólo dos años), tras hacer su entrada en la casa familiar situada en pleno corazón del polvoriento pasaje Los Bambués.
Un domicilio en el que también vivían hasta hace poco dos primas recién nacidas del futbolista, pero a una de ellas, Magdalena, se la llevó una terrible enfermedad hace algunos meses. Desde entonces, ella es gran fuente de inspiración del reservado delantero. "Nosotros tenemos dos sobrinitas enfermas acá, de mi hermano menor, con epilepsia refractaria y microcefalia, y él es el que más apoya siempre, porque el tratamiento es súper caro. De hecho una de ellas falleció en enero y Felipe esa semana anduvo bien bajoneado. Ahora la otra está hospitalizada. Sus triunfos se los ha dedicado todos a la Magdalena", relata, con la mirada nublada por la emoción, Mónica Mora.
Tan sólo una semana después de firmar un doblete contra Palestino ante la atenta mirada de su abuela Magdalena -y quizás también de su abuelo-, Felipe Mora volvió a su segunda casa de La Florida -el Estadio Bicentenario- para enfrentar a su ex equipo. Y tuvo que pedir disculpas hasta en tres ocasiones después de protagonizar un triplete. La U volvió a ganar y al artillero, al que todos coinciden en definir en su círculo más cercano como una persona "callada, introvertida, tranquila e incluso vergonzosa", le empezaron a llover las comparaciones. Claro que la veda ya la había abierto esa misma semana su propio entrenador, Guillermo Hoyos, comparándolo con el Guaje Villa. "A mí me gusta, me parece divertido porque lo agarramos pal leseo. El otro día, cuando dijeron que lo habían comparado con Villa, al tiro lo agarramos pal leseo por whatsapp. 'Buena, Guaje', le decíamos. Y él se reía. Se lo tomaba con humor, porque igual fue como un elogio para él", revela su primo Milko Fuentes.
Pero ni sus cinco goles anotados en las dos últimas fechas, ni las comparaciones surgidas con contrastados delanteros de primera línea, parecen haber transformado en modo alguno la tranquila vida del Pipe ni su apacible carácter.
Al joven amante del pollo asado con papas fritas que sigue sorprendiendo a los vendedores de la población yendo a comprar a los establecimientos más cercanos -tal y como había hecho siempre- cada vez que visita a su abuela; al chico callado que estudió en los colegios Alaín y Rafael Sotomayor de su comuna natal; al ex jugador de El resto del mundo que continúa yendo (como el resto del mundo) a ver jugar a los chiquillos de la población en la nueva cancha que hay frente al paradero de los colectivos cada vez que puede; es ya -dicen- muy difícil cambiarlo. "Los chicos de la población siempre me dicen: 'Tía Celinda, ayer el Felipe metió tres goles', o 'Tía Celinda, tienen que llevar al Felipe a la Selección'. Eso es por algo. Él es un ejemplo para ellos, pero sigue siendo igual. Felipe es lo más sencillo y corriente que hay", sentencia la señora Celinda.
Y mientras a las 7 de la tarde la familia Mora se reúne en la casa de rejas azul marino de Los Bambués para tomar once, los chicos de la población sueñan con llegar a ser algún día como Felipe Mora, el Niño Moravilla de Los Copihues.
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