Las lecciones patagónicas del fotógrafo chileno que llegó a National Geographic

Claudio Almarza exhibe hasta enero En la orilla del silencio, muestra que reúne más de 50 fotos en Fundación Telefónica. Hace 10 años cambió el registro de conflictos en Perú y Colombia por la vida natural en el sur de Chile.




Sea para fotografiar un puma salvaje o una orquídea abriendo recién sus pétalos, Claudio Almarza suele tomarse su tiempo. Puede pasar toda una noche sin pegar pestaña, con el miedo latente de que el animal pueda fijar su apetito en él, o también más de tres días buscando la luz precisa para capturar todos los detalles de una flor. Hace tiempo que el fotógrafo aprendió que para obtener una buena imagen de la naturaleza, había que vivir a otro ritmo.

"El secreto de mi fotografía está en la luz, en cómo la mido y en los horarios que elijo para tomarla. Nada es al azar, por eso en una flor me demoro una semana. Hay días en que sólo la observo para conocer su comportamiento", dice el fotógrafo, colaborador de la revista National Geographic, y que hasta enero exhibe más de 50 de sus fotos del Parque Nacional Torres del Paine en el Espacio Fundación Telefónica.

Eso sí, En la orilla del silencio es más que una exposición: se trata de un ambicioso proyecto ecológico que aspira a difundir los peligros que corre la Patagonia. "No sirve de nada reforestar si no atacamos el problema desde la educación. Hay que empoderar al chileno con su naturaleza", dice Almarza, quien cuenta con el apoyo de Canon, Conaf y el Ministerio del Medio Ambiente.

IMPACTO VISUALl

No siempre el objetivo de la cámara de Claudio Almarza estuvo en la vida salvaje. A inicios de los 90, el fotógrafo se formó cubriendo temas de narcotráfico y zonas de conflicto en Colombia, Haití y Perú, para agencias como Reuters y France Presse. En 1995 volvió a Chile, se enamoró y dio a su carrera un giro radical. "Me puse a registrar la Patagonia, pero no era fácil. Yo seguía muy pegado a la noticia", cuenta.

A falta de sucesos, Almarza inventó sus propias expediciones: la primera escalada sin cuerda en el glaciar Pío XI, en 1996, o el cruce montado de la cordillera Darwin, en 1997. Hasta que se dio cuenta de que la vida cotidiana de la Patagonia era suficiente.

Se volvió entonces un naturalista experto, estudió Periodismo Científico en Madrid y Boston, y hace más de 10 años fotografía, investiga y escribe sus propios artículos para la edición latinoamericana de National Geographic.

Así, Almarza se mueve con propiedad tanto en la fotografía documental como en la artística. "Mientras una es cruda y realista, la otra es de una estética sublime. Tiene tal impacto visual, que se ve más bella de lo que es en realidad", explica.

En éstas, el color es clave. La luz rojiza que cae sobre unas montañas nevadas, los glaciares calipsos surgiendo entre las rocas grises y un bosque verde que esconde cóndores, ciervos y zorros. "No conozco el Photoshop. La magia de mis fotos resulta por el manejo de la luz y la paciencia que pongo al revelarlas", dice Almarza, quien por estos días busca financiamiento para un libro enciclopédico sobre la Patagonia. "Siento lo mismo que cuando cubría guerras. Busco una imagen que cale en el espectador, que cree conciencia sobre cómo vivimos", concluye.

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