Los "heladeros" aterrizan en la Estación Mapocho
El Sebastián abrió hace 26 años al lado del Drugstore. Hoy, los hijos del fundador, Carlos Pesce, abrirán un local en Mapocho.
Fue en marzo de este año, mientras Sebastián Pesce (29) montaba y desmontaba los carritos de helados que instaló para la Bienal de Arquitectura, cuando el equipo de desarrollo de la Estación Mapocho le propuso hacerse cargo del Café Centenario. Los últimos nueve años se los había pasado trabajando con su padre en la heladería "Sebastián", un clásico en Providencia de los helados y paletas bañadas en chocolate artesanal, que más encima fue bautizado así en su honor. "Poner un nombre es lo más difícil que hay. Se debe recordar, tiene que gustar, en fin. Cuando supe que mi maestro heladero le había puesto el nombre de mi hijo, dudé en hacer lo mismo", cuenta Carlos Pesce, el patriarca.
Hasta ese momento, Sebastián nunca había pensado en cortar el cordón con su padre. Pero la idea no le pareció descabellada cuando le propusieron instalarse en el centro cultural.
Así, con la propuesta en mano, llamó a su hermana Catalina (32) a Barcelona -chef de profesión- para que viniera a ayudarlo. Ella había ido a perfeccionarse a Cataluña en la prestigiosa academia Hofmann, luego de lo cual había alcanzado a montar su propio restaurante de comida mexicana en el corazón del Barrio Gótico.
Juntos le contaron la idea a su padre, quien les prestó el capital inicial para comprar los equipos y hacer la remodelación del lugar. Así comenzaron a montar el renovado "Sebastián", el cual debutó al comenzar la Feria del Libro de Santiago.
Con la marca creada por su padre, la calidad reconocida de sus helados artesanales, el aprendizaje de cómo llevar una cafetería/heladería adelante, apostaron por lo propio con una carta de propuestas distintas de las del local de Providencia: además de la cafetería, le sumarán coctelería pronto y están construyeron una cocina más amplia para poder hacer producción gastronómica para eventos.
Ambos se ríen al recordar los inicios de la heladería que sacaron a flote sus padres. Ellos, los menores de cuatro hermanos, no olvidan las siestas que dormían debajo de la caja o dentro de la bodega cuando eran pequeños. Sebastián pasó tardes enteras jugando en los fleepers cerca del Drustore y Catalina no tiene pelos en la lengua para decir que ya no le gustan los helados de tanto que comió.
Hoy, el patriarca suele pasearse por la Estación Mapocho para saludarlos y probar lo que están haciendo. Aprovecha también de darles sus consejos y recibirlos. De hecho, ya tiene pensado llevarse a Providencia varias ensaladas y aderezos que ha preparado Catalina, a fin de renovar la carta de ese clásico local que lleva 26 años en Andrés de Fuenzalida.
Hará lo mismo con los sándwiches con toques más gourmet, las parrilladas de verduras como acompañamiento más saludable y el pan tumaca, un clásico de la cocina catalana, no podían faltar.
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