Los secretos de la nueva novela de Dan Brown




Menos mal que el profesor Robert Langdon empieza el día con 50 vueltas a la piscina de Harvard. Si no estuviera en forma, de bien poco le serviría manejar esa oceánica cantidad de trivia sobre leyendas, secretos ancestrales y misterios místicos. Tener facilidad para descifrar un mensaje en clave es una cosa, pero hacerlo durante 12 horas seguidas arrancando de la CIA y de un desequilibrado mental fisicoculturista, completamente tatuado y dispuesto a matarlo, es otra. De eso se trata: de correr. Si Langdon no corre, y rápido, los libros de Dan Brown no funcionan.

La carrera de Langdon por París en El código Da Vinci rompió todos los estándares en la historia del best seller: más de 80 millones de ejemplares vendidos y un centenar de imitadores. Ahora Langdon corre por Washington. El símbolo perdido, su esperada nueva novela, estará disponible en Hispanoamérica el jueves 29 de octubre. Incluido Chile. Viene respaldada: sólo el 15 de septiembre, cuando apareció en inglés, vendió un millón de copias. Un récord. La crítica también lo aprobó. Los Angeles Times dijo que El símbolo perdido es una montaña rusa: "Emocionante, entretenida y luego se acaba". Les faltó una precaución: puede marear.

Siguiendo al pie de la letra la fórmula de El código Da Vinci, El símbolo perdido también está construido sobre un legendario secreto que, de ser revelado, puede tener consecuencias insospechadas: antes fue el Santo Grial y la descendencia sanguínea de Jesús, ahora es la existencia de un "portal místico que revelaría un mundo de misterios antiguos y una sabiduría oculta". Los pocos datos son estos: está en Washington, la capital de EEUU, y su ubicación la resguarda la más alta esfera de la masonería. Supuestamente está en una pirámide.

UNA MANO EN EL CAPITOLIO

De la estirpe de los héroes por accidente, Langdon debe ser el más incrédulo: nunca está convencido de sus proezas. Escéptico insobornable y eminencia mundial en simbología, parece el menos indicado para descubrir el "portal místico" de los masones. O el más indicado para desechar su existencia. Un par de años antes de que arranque El símbolo perdido, su amigo Peter Salomon, un millonario jerarca masón de Washington, le pide un favor: que guarde una pequeña caja cerrada desde hace un siglo. Supuestamente contiene un talismán.

Tiempo después, Langdon es invitado de forma urgente a la Rotonda Capitolio de EEUU a dar una conferencia para los socios del Instituto Smithsoniano, del que Salomon es el director. Pero es una trampa. Al llegar al lugar citado, el profesor se encuentra que no hay invitado. Y algo peor. La mano derecha de Salomon ha sido cercenada y dispuesta en la forma de un antiguo ícono: "Una invitación a recibir el secreto".

Detrás de la invitación a Langdon, cómo no, hay un plan maligno. Es Mal'akh, un villano mucho peor que el Silas de El código Da Vinci. Transformado a punta de esteroides, castrado a modo de sacrificio, está completamente tatuado con la historia de la simbología masónica. Mal'akh, quien se ha logrado infiltrar hasta la más altas esferas de la masonería, está obsesionado con encontrar el portal místico. Por eso llama a Langdon: el profesor no sólo guarda el talismán que permite la entrada, también podría ser la única persona capaz de descifrar los mensajes cifrados.

"Peter Solomon me confió un talismán... Un lunático me ha engañado para que se lo trajera al Capitolio y ahora quiere que lo utilice para abrir un portal místico", piensa Langdon, atontado por el giro de la noche. Para él, se trata de leyendas. Pero Mal'akh tiene a Solomon y amenaza con matarlo si el profesor no encuentra la pirámide masónica. Antes que Brown eche a su héroe a correr, pone otro par de elementos en juego: la familia y la seguridad nacional.

UN MISTERIO, OTRO MISTERIO

Inesperadamente, la temible Inoue Sato, la jefa de la Oficina de Seguridad de la CIA, está enterada de que Langdon ha sido engañado y de algo más: mientras no encuentre a Solomon, el destino de EEUU está comprometido. De pistola en mano, la insoportable Sato exprimirá los conocimientos que Langdon no se atreve sacar a relucir. El sigue sin creer lo que pasa. Otra que quiere encontrar a Solomon es su hermana Katherine, una científica que Dan Brown aprovecha para cruzar ciencia con misticismo: Katherine ha experimentado secretamente con la ciencia noética logrando pruebas sorprendentes y rigurosas del poder de la mente.

Con Katherine, Sato, Mal'akh y Solomon presentados, Brown echa a correr por Washington al profesor Langdon. Nuevamente, el escritor dosifica la información en capítulos cortos que nunca pasan de las cinco páginas. Todos terminan con un misterio. Ahí está el sistema de El símbolo perdido: todo misterio conduce a otro misterio y a otro y a otro más.

Los mensajes ocultos en la mano cortada de Solomon junto al fresco La apoteosis de Washington, dirigen a Langdon a una bóveda secreta del Capitolio. Adentro, una piedra ancentral lo obligará a recorrer una historia oculta que contó con aportes del pintor renacentista Durero y los científicos Isaac Newton y Benjamin Franklin. Recurrirá a las enseñanzas de la alquimia, del budismo y de la Biblia. También hay un anillo, el vértice de una pirámide, un sello invisible, una escalera en caracol oculta, una palabra... De fondo, un murmullo: en las bases de la fundación de EEUU, la masonería escondió la puerta a la "sabiduría ancestral".

Mientras Langdon va por la ciudad descifrando mensajes junto a Katherine y escapando de Sato, Brown narra las motivaciones del malvado Mal'akh y, de paso, exhibe por qué lo suyo difícilmente será algo más que el malabarismo: el origen de Mal'akh es tan ridículo que provoca las risas más auténticas del libro.

Hacia el final, mientras Brown anuda los cabos, salva a los buenos y castiga a los malos, algo se vuelve evidente: la dinamita que hizo estallar El código Da Vinci por el mundo no está en El símbolo perdido. Por el contrario, Brown hace las paces con la Iglesia Católica y cifra una oda, no tan oculta, a la Masonería. Brown no quiere problemas con nadie. Cierra el libro con su protagonista exhausto, Langdon corrió lo suficiente. No termina de quedar claro para qué, pero la novela ya llegó a su fin.

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