Matrimonios alcanzan la cifra más alta de los últimos 15 años

En mayo de 2004 se aprobó la ley 19.947, conocida como Nueva Ley de Matrimonio Civil o Ley de Divorcio. Iniciado el siglo XXI, Chile junto con Malta eran los únicos países en el mundo que no tenían divorcio. Luego de una década de intenso debate, por primera vez se incluyó el divorcio vincular. Atrás quedaba el recurso de apelar a la incompetencia del oficial del Registro Civil para dejar sin efecto el matrimonio, la llamada nulidad.

La Ley fue catalogada como “desastre” y “suicidio social”. ¿Los pronósticos? Cada vez menos chilenos optarían por el matrimonio, una institución que ya venía en decadencia desde 1990, año en que comenzó un paulatino descenso en las uniones, que en ese entonces superaban las cien mil al año.

Pero la ley de divorcio generó el efecto contrario, e incluso, desde el año 2010 las cifras comenzaron a superar las 60 mil uniones: 62.170 en 2010, 66.132 en 2011, 65.290 en 2012 y 63.413 para 2013. Hasta llegar a 2014 cuando los matrimonios superaron los 67 mil, la cifra más alta desde el año 2000, cuando se verificaron 67.397 matrimonios.

Viviana Salinas, demógrafa y socióloga del Instituto de Sociología de la U. Católica, dice que pese a los pronósticos de que la Ley de Divorcio destruiría el matrimonio, se generó el  efecto contrario. “Se trata de personas de segundas nupcias que tienen interés en casarse y gente que quería casarse pero con la opción de divorcio”.

Si bien, en la mayoría de los matrimonios el estado civil previo de los cónyuges es de solteros (84,8% mujeres y 80,4% hombres), según datos de Estadísticas Vitales 2013 del INE, ha aumentado el número de matrimonios en que los contrayentes son divorciados. Si en 2000 representaban el 7% del total de casamientos, para 2011 era el 22%.

Pamela Soto, experta en familia y parejas de la Facultad de Psicología de la U. Diego Portales, dice que cuando se habla de matrimonio ya no se habla de lo mismo: “Hoy hay personas que se casan por segunda y tercera vez, algo que nosotros no vivimos, los matrimonios en segundas y terceras o más nupcias”.

El matrimonio sigue siendo importante socialmente. “Es la necesidad de marcar hitos. Es un ritual social en el que se involucra a otros, tiene que ver con algo que se colectiviza. Es un ritual necesario”, dice Soto.

Al mismo tiempo, agrega Salinas, la composición de la población cambió, lo que también ha contribuido al alza: “La población chilena ha cambiado. Hay menos niños y más población joven y adulta, que está en edad de casarse. Eventualmente se ve una mayor propensión de parejas en riesgo de casarse, a efectivamente casarse, es un efecto de composición y estructura de edad de la población”.

Efecto educación
Juan Carlos Oyanedel, sociólogo y director del Centro de Estudios Sociales Experimentales Oxford-U. de Santiago (CESS), indica que se trata de un fenómeno que se entiende a su vez, por la expansión educativa posterior a los años 80. Y las más beneficiadas fueron las mujeres, principalmente las de nivel socioeconómicos medios altos.

Datos del Consejo Nacional de Educación muestran que en 2005, el número de mujeres que se matriculó en primer año en la educación superior era el 47,1% y los hombres el 52,9%. Diez años después esas cifras pasaron a 50,5% las mujeres y 49,5%  los hombres.

“El acceso masivo a la educación superior implicó que por un periodo las mujeres se casaran menos. Ahora se están casando más”, sostiene Oyanedel.

Herminia Gonzálvez, directora del Centro de Investigaciones Socioculturales  de la U. Alberto Hurtado, destaca que hoy el orden tradicional en el proceso de formación de una familia, sobre todo, la familia conyugal, se ha invertido.

“Con orden tradicional me refiero a que el encadenamiento que considera emparejamiento, matrimonio, corresidencia y nacimiento de los hijos, se transforma adquiriendo configuraciones que no tienen por qué dejar de lado la posibilidad de contraer matrimonio, sino que simplemente este adquiere posiciones diferentes en esta cadena”, dice Gonzálvez.