El milagro del disco
Claudio Romero, el atleta del momento, soñó toda su vida con ser el campeón que hoy es. Se mueve con soltura frente a los micrófonos y, en competencia, no hay nadie que quiebre su temple. Éste es un viaje por los inicios del lanzador, el oro mundial que Chile esperaba.
Claudio Romero Beltrán (17 años)esperaba este momento. Lo ansiaba. Lo soñaba. Cada instante, cada gesto que realiza, cada palabra con la que explica sus hazañas fueron parte de un guión que ensayó durante los últimos cinco años. Un monólogo que repetía una y otra vez en su cabeza, donde una medalla dorada sería la señal para salir al escenario. Por eso ahora, que es recibido entre improvisados aplausos en el aeropuerto Arturo Merino Benítez de Pudahuel, se mueve con una soltura impropia de sus 17 años. "¡Claudio, mira aquí!", "¡Claudio, muestra la medalla acá!", "Claudio, Claudio...". Sin ninguna complicación, Romero hace lo que los periodistas que llegaron a recibirlo le piden. Soñó estos minutos hace rato. Es el campeón del mundo en su categoría. Se comporta como tal.
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Es el complejo deportivo del colegio San Gabriel y Romero, que juega de wing o segundo centro, junto a un par de amigos, se niega a correr. Cinco vueltas a la cancha son el aperitivo del entrenamiento de hoy, junto al equipo M14 de rugby, pero él no quiere recorrerlos. Es eso o practicar junto a la clase de atletismo. Allí, entre velocistas, vallistas y fondistas, están los lanzadores, que a simple vista parecen ser los que menos se desgastan. Romero no lo piensa mucho y se suma al trabajo. Pide ejemplos de cómo se acomoda la bala y recuerda también lo que le enseñaron en la clase de educación física.
Le explican que es junto al cuello y la clavícula, que debe empujarla recto, apoyada con el talón de su mano. Lo hace de una forma rústica, ridícula. Pero todos quedan impresionados. Alcanzó casi 9 metros, una distancia que pocos de los niños que allí practicaban pueden lograr. Romero sorprende por su fuerza brutal.
Claudio, cinco años después, lo explica así: "No me gusta trotar, así que para saltarme el trabajo físico me tenía que meter a atletismo. Vi a los guatones lanzando y dije 'ésa es mi manada'. Me metieron a un campeonato porque faltaban lanzadores y salí segundo. Ahí nació mi pasión por el atletismo". Esa competencia fue en un interescolar, donde superó los 11 metros de distancia. El primer hito en sus registros llegó en su primera incursión.
Pero Claudio pudo haberse dedicado al deporte que quisiera. De hecho, durante sus primeros años pasó por varios. Críado en una familia de clase media acomodada, el motor de su formación, además de los estudios, son las actividades extraescolares. Comenzó muy pequeño en las artes, tocando el violín. Luego, pasó por la equitación, el vóleibol, el judo y la natación. "Y en todas era bueno, eh", asegura Claudio, 73 años, el padre.
Claudio Ignacio, el hijo, es el menor de tres hermanos. Antes que él están Cristián (36) y Nataly (29). Su progenitor es físico e imparte clases de Electromagnetismo, Termodinámica y Mecánica en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la U de Chile. Él, aunque trate de esconderlo, ha sido el principal impulsor en la carrera del campeón. "Yo diría que esto lo hace por motivación propia", asegura con modestia, y agrega: "Claudio Ignacio no necesita que le digan qué cosas tiene que hacer. Para él, faltar a un entrenamiento es algo grave, es muy dedicado".
El discóbolo es heredero de una familia con tradición deportiva. Un tío abuelo, Ricardo Romero Meza, participó en los JJOO de Berlín en 1936 por esgrima. Otro esgrimista, Javier Gutiérrez Romero, y el nadador Cristián Romero Cocuy, también son sus primos.
En la casa de los Romero hay distintas fotos de la infancia del más pequeño del clan que decoran sus muros, dejando en claro que es el favorito de este hogar de Providencia. En la sala de estar, por ejemplo, se le ve esquiando o divirtiéndose de niño. En el patio trasero, en cambio, Nolda Beltrán (49), la madre, muestra la última adquisición del retoño: una jaula de entrenamientos donde se entrena con dominadas, sentadillas y distintos trabajos de musculación. Desde hace años que en esta familia el deporte pasó a ser tema recurrente en reuniones o almuerzos, y en casi todas es Claudio Ignacio el centro de la discusión.
"Somos todos fanáticos de él. Casi todos los fines de semana tiene campeonatos y a todos lo acompañamos, sea en Chile o afuera. El año pasado compitió en el Mundial Juvenil de Polonia y también lo acompañamos", dice la mamá.
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Es jueves en San Carlos de Apoquindo y un grupo de siete jóvenes y una veterana (Marcela Barriento, múltiple campeona máster a nivel nacional y mundial), entrenan lanzamientos de bala y disco en el foso. Aquí, hace cuatro años atrás llegó Claudio Romero padre en busca de una escuela de atletismo donde se formara su hijo.
José Luis Rencoret (28), ex lanzador de bala y disco y el instructor más joven de la UC, recuerda a la perfección aquella tarde: "A los 13 años vino el papá de Claudio, miró como funcionábamos y al otro día lo trajo". De ahí comenzó a pulirse el diamante.
Los lanzamientos son una prueba que no goza de mucha aceptación entre los jovenes. De las especialidades del atletismo, esta prueba no es precisamente la más divertida, por lo que pocos se convencen en transformarse en lanzadores. Romero también se enfrentó a ese debate. "La pelea de él fue con el rugby. No quería dejarlo, hasta que tuvimos que obligarlo a decidirse entre una u otra", cuenta Recoret.
Pero tampoco fue una disyuntiva de profundo análisis. En el atletismo, Romero gozaba de un promisorio futuro, en el que muchos lo proyectaban entre los logros que ahora cosecha. "¡Es que tiene una fuerza que es brutal! Es un talento muy poco común y aquí tratamos de encaminarlo para que rinda al máximo. Con sus características, es impredecible decir cómo le irá en una prueba. Saca fuerzas de cualquier lugar para despachar un tiro que lo puede meter en un campeonato o en una final", dice Rencoret, visiblemente emocionado.
Esa misma fuerza interior fue la que el año pasado lo llevó al Mundial Sub 20 de Polonia, donde se clasificó al último instante. "Su entrenador le dijo que no se saltara etapas, que era menor y que no le correspondían esos campeonatos aún. Iba a competir en Estambul, pero se suspendió el mundial por los atentados. Como premio de consuelo lo dejaron intentar lograr la marca. Y lo consiguió", cuenta el padre. Con el disco de 1,75 kilos, el mismo con el que el viernes se transformó en campeón panamericano, le pedían una marca de 55 metros, él hizo una de 55,75. Allá, contra exponentes cuatro años mayor que él, terminó en la octava posición y con su mejor marca personal hasta ese momento, de 56,37 metros.
Bajo este rojizo ocaso precordillerano también presencia el entrenamiento Eduardo Sotomayor (59), ex decatleta y deportista olímpico por Chile. Impulsor del proyecto Campeones para Chile, que trajo a la UC al entrenador especialista en lanzamientos de la ex URSS, Stanislav Vozniak, del que aprendió todo. Hace sólo un día que aterrizó en el país. Viajó durante dos noches desde Nairobi, Kenia, junto a su discípulo. Y se ríe, porque recuerda todo el camino que debió superar el atleta para ahora ser el campeón del mundo Sub 18.
"En la UC tenemos la idea de que todos los lanzadores deben tener una prueba complementaria. En el caso de Claudio, su segunda especialidad eran los lanzamientos del disco, pero parece que eso ya no es así", cuenta. Cuando Romero llegó, sólo quería dedicarse a la bala, y además arrastraba consigo una serie de tics en su ejecución técnica, los que con el tiempo y trabajo se borraron.
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Miércoles 5 de julio. Nairobi tiene más militares en las calles que los que Chile tuvo para el golpe de Estado, piensa Sotomayor en su arribo a la capital keniana, donde su pupilo debe competir diez días después. Adelantaron en cuatro el arribo a África, pues la idea es adaptarse con tiempo para lo que viene.
No ha sido una buena temporada para Romero: pese a que llega con la mejor marca del año en disco, de 58,15 metros (récord nacional sub 20), en el Sudamericano de Guyana de un mes antes se quedó con el segundo lugar, marcando apenas 52,23 metros. Las ansias lo traicionaron, por lo que ahora, su entrenador decide acompañarlo para que nada fallase.
Los niños en Kenia paran a Romero. Lo ven vestido de rojo, con la bandera chilena, y le piden que por favor le diga a Alexis Sánchez que no se marche del Arsenal. Les dice que lo hará; algún día lo hará, por qué no. El atleta fue el primero de todos los lanzadores en llegar a la cita y está concentrado en que ahora sí podrá celebrar. No hay nada al azar.
Llegan con un disco, una bala y distintos implementos para poder prepararse, y lo hacen con tal entereza que cuando llega el grueso de las delegaciones, el chileno es el que más lejos lanza. "Eso pudo intimidarlos también. Tiene mucha personalidad", cree Sotomayor. Romero se mueve con soltura. disfruta cada momento y se expresa sin problemas junto al resto de sus rivales.
El sábado 15 de julio tiene que hacer realidad todas las imágenes que pasaron por su cabeza durante tanto tiempo. Llega al foso después de disputar la final de la bala, donde acaba cuarto. Y ahora, con el disco, sabe que puede hacer historia. Avanza cómodo a la final, pero en ella se encuentra con algo desconcertante: apenas comienza, el ucraniano Oleksiy Kyrylin hace un lanzamiento de 63,98 metros, la mejor marca del año hasta ese momento. La anterior, de hecho , le pertenecía a Romero, con 63,65 metros. Pero el chileno se tranquiliza, respira hondo y lanza. El resto ya es historia conocida.
Todos concuerdan en que, además de la disciplina y la técnica de Romero, lo que más lo enaltece como deportista es su personalidad. "Su talento es claramente su fuerza, pero además tiene una personalidad increíble, una frialdad para competir, sabe manejar muy bien la presión y su estado físico es óptimo", dice Rencoret.
Sotomayor sostiene que está encontrando su madurez como atleta: "Aprendió a competir. En el Sudamericano del año pasado y éste llegó con la mejor marca del mundo en su categoría, pero no ganó, fue bronce y plata". Ahora, Romero es de oro.
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Es la rueda de prensa que el CDUC ideó para el recibimiento de su atleta, el campeón del
mundo sub 18. Los periodistas y las cámaras están sobre él, que en vez de amilanarse, responde cada pregunta que se le plantea.
"Claudio, si bien no sabías que con ese lanzamiento de 59,08 metros ganabas, cuáles fueron después las sensaciones, ya campeón", le pregunta una periodista. "A ver, ese lanzamiento fue en la qualy, gané con el de 64,33", le corrige. Ahora, es él quien pone en aprietos a los periodistas, como siempre lo pensó. Como estuvo esperando desde hace cinco años.
Ayer, Claudio Romero seguía compitiendo. En la bala, su otro lanzamiento. Terminó en la novena posición, con un intento de 16,38 metros, en el Panamericano sub 20 de Trujillo Perú). En disco, dos días antes, se había colgado el oro.
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