Mon Laferte derrocha calidad ante una Viña que se rinde a sus pies
En un emocionante show, la artista selló su romance con el público de la Quinta Vergara, que incluso empezó a pedir la Gaviota tras el primer tema de su presentación.
Las lágrimas que caían desde el rostro de Mon Laferte tras la primera canción daban la magnitud de lo que estaba ocurriendo. Allí, en pleno escenario de la Quinta Vergara, la artista que creció en Viña del Mar había terminado una interpretación soberbia de "Tormento", y el público, en señal de reconocimiento, pedía rápidamente la Gaviota para la cantante.
Con un impecable vestido rojo y rosas en su pelo, la artista selló un show que demostró su calidad vocal, esa que ya tenía cuando era una joven Monserrat Bustamante con una "opción cinco" como segundo apellido y peleaba por las votaciones semana a semana en Rojo. Eso, también, pareció ser un círculo que se cerraba la noche del sábado.
Porque de alguna forma era justo que, tras no triunfar en ninguna de las versiones del programa, fuera Rafael Araneda, el mismo conductor, quien le diera las dos Gaviotas que sellaban su lugar como la que ha llegado más lejos de esa generación de artistas.
En los días previos, Mon Laferte había dicho que no se sentía cómoda en el Festival de Viña. Que las críticas a su vestido en la Gala -un homenaje a las artesanas mexicanas- la asombraban, y que no entendía el amarillismo que rodeaba al evento.
Pero al mismo tiempo, día a día, desde su rol como jurado se consolidaba como una de las más queridas, quizás por ese regreso a casa, o quizás por esa cercanía que hizo que su primera presentación en Viña 2017 no fuera la del Festival, sino la de la gala vecinal hecha al día siguiente del pomposo evento en que estaban todas las estrellas.
Tener las gaviotas de Plata y de Oro ya no es medida de éxito en Viña: cuando Márama y Rombai consiguieron el premio en la última actuación, sellaron que el doblete se les entregara a todos los artistas que llegaron al Festival en esta edición. Pero hay formas y formas. Mon Laferte, en la noche final, hizo que la Quinta Vergara fuera su casa y que su éxito fuera inapelable. La voz en cuello del público pidiendo los premios, e incluso clamando por una Gaviota de Platino que no llegó, fue la comprobación de ese vínculo.
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