Muere Elmore Leonard, el escritor que renovó el policial americano

Admirado por Martin Amis y adaptado al cine por Tarantino y Soderbergh, falleció a los 87 años.




Rechazaba el exceso de adjetivos y de adverbios. También los sustantivos pomposos y las palabras al viento. Para él, llamado a menudo el "Dickens de Detroit", escribir significaba ahorrar en palabras y excederse en diálogos que reflejaran lo que pasaba en la calle. De preferencia, en los bajos fondos. Para eso, Elmore Leonard escribía todos los días, corregía mucho, trabajaba sin parar. De vez en cuando, también veía un partido de los Tigers de Detroit, su equipo de béisbol de siempre. Pero a fines de julio, cuando sufrió el derrame cerebral que finalmente le causó la muerte ayer, se encontraba trabajando. Desarrollaba su novela número 46, que se iba a llamar Blue dreams.

Elmore Leonard murió a los 87 años en su casa, en los suburbios de Detroit, rodeado de su familia. "Nos juntábamos tres veces a la semana y me contaba cómo iba con su novela. Estaba realmente entusiasmado. Lo extrañaré mucho", afirmó ayer su hijo Peter Leonard al periódico The Detroit News.

La obra rescataba nuevamente a Raylan Givens, un personaje que Leonard había creado hace 20 años para su novela Pronto y que desde el 2010 era, a su vez, el protagonista de la serie de TV Justified, ganadora de un Emmy. A Leonard, como ayer lo decía su hijo, "le encantaba aquel programa, y escribir otra narración con uno de sus personajes era una forma de dar gracias al show". Sin ir más lejos, el escritor ya había hecho una primera puesta al día con estos personajes en Raylan, su última novela.

Amigo de los policías de mediana monta y simpatizante de los pequeños gángsters antes que de los grandes héroes, Leonard ambientó muchas de sus obras en las calles de Miami, Los Angeles o Detroit, la ahora decaída ex cuna de la industria automovilística que fue su hogar desde los nueve años. En esos terrenos se desarrollaban las historias policiales que desde los años 50 empezaron a renovar el género. A la larga lo harían, dejando atrás los lugares comunes que tan bien describieron Dashiell Hammett y Raymond Chandler.

Leonard reemplazó los melancólicos detectives de impermeable en días lluviosos por truhanes con humanidad, humor y, sobre todo, capaces de hablar con ingenio y realismo a la vez. Una de sus normas era esta: "Si suena como lenguaje escrito, lo vuelvo a escribir". Otra era: "Trata de eliminar todo lo que el lector tiende a saltarse".

Admirado por Saul Bellow y Martin Amis, este último dijo: "Al lado de Elmore Leonard, Raymond Chandler es cursi". En Chile, Francisco Ortega (Mocha Dick) destaca lo que él llama "su lado B". "Es el estilo de pulp de Leonard, sus novelas de vaqueros baratas y vendidas en quioscos, donde desarrolla el estilo que lo haría famoso", dice.

Al mismo tiempo que se ganaba la vida en una agencia de publicidad de Detroit, comenzó a publicar relatos en el género western. Eran cuentos de salida rápida, a veces lanzados en revistas y cuya ágil narrativa los hizo llegar al cine con velocidad: en 1957, dos de ellos se transformaron en las películas Los cautivos, con Randolph Scott, y El tren de las 3:10 a Yuma, con Glenn Ford. Antes, en 1953, había publicado The bounty hunters, su primera novela.

A fines de los 50 comenzó su período de asociación con Hollywood, industria que adaptó 25 obras de Elmore Leonard. Hubo muchos fracasos, algunos trabajos decentes y al menos dos obras sobresalientes: Jackie Brown (1997), de Quentin Tarantino, y Un romance peligroso (1998), de Steven Soderbergh. En el intertanto, Leonard jamás encegueció frente a las luces de la fama y el éxito. Se transformó en bestseller, pero siguió escribiendo todos los días, de nueve de la mañana a seis de la tarde, sin almorzar.

Uno de sus herederos es Tarantino, que afirma que aprendió a escribir diálogos leyéndolo. En 1998 decía: "Lo leí desde adolescente. Con él aprendí que los personajes no sólo hablan de sí mismos, sino que de cualquier cosa, por trivial o ridícula que sea".

Quizás ese "oído" hacia el diálogo provenía de su sentido de pertenencia a una comunidad, a una ciudad. Lo resumió así el año pasado: "Me gusta vivir en Detroit. Mucha buena música y mucha pobreza al mismo tiempo. Ya no podría ir a ningún lado. Es demasiado tarde".

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