Parejas suicidas: Unidos en el arte y la muerte
El caso de Edward Downes, director de orquesta quien planeó la muerte juntio a su esposa, se suma a los autores Stefan Zweig, Arthur Koestler y André Gorz.
Sólo bastó un vaso de líquido transparente para terminar con la vida de Edward Downes (85) y su esposa, Joan (74). Su muerte ocurrió el viernes pasado, bajo la supervisión de los profesionales de la clínica suiza Dignitas, un establecimiento especializado en eutanasia. La noticia, dada a conocer ayer, dio vuelta al mundo: el reputado director de orquesta, que estuvo a cargo de la Filarmónica de la BBC y la Royal Opera House, había planeado hace una semana morir junto a su esposa en la clínica de Zurich. Sus hijos presenciaron el procedimiento: "Ambos tomaron el líquido y se echaron en la cama. Se durmieron en un par de minutos", explicó su hijo, Caractacus.
Downes estaba casi ciego y su sordera iba en aumento. Lo cuidaba su esposa, Joan, a quien le diagnosticaron cáncer terminal de hígado y páncreas. "Es algo que mis padres habían considerado en forma abstracta y filosófica durante mucho tiempo", explicó Caractacus. "El diagnóstico de mi madre fue el catalizador". Pese a que la clínica Dignitas es legal en Suiza, en Inglaterra el suicidio asistido y la eutanasia están prohibidos, por lo que se ha abierto una investigación en Gran Bretaña.
Su caso se suma al de otras parejas suicidas. En 2007, el filósofo francés André Gorz (84) tomó la decisión impulsado por la enfermedad incurable de su mujer, Dorine (83). Publicó sus razones un año antes de elegir morir de una inyección letal, en Carta a D. Una historia de amor: "Ambos desearíamos no sobrevivir a la muerte del otro. Nos hemos dicho que si tuviéramos otra vida quisiéramos pasarla juntos". Tras su muerte, el libro de 75 páginas se convirtió en bestseller.
En 1983, el escritor Arthur Koestler (77) sufría de leucemia y enfermedad de Parkinson. Su esposa, Cynthia, estaba perfectamente sana. En 1983, sus cuerpos sin vida fueron hallados sentados en sillones de su departamento. Causa de muerte: sobredosis de barbitúricos. Koestler dejó una nota en que explicaba que había decidido "buscar mi autoliberación ahora", a través de fármacos "conseguidos legalmente y acumulados durante un largo período de tiempo". Su esposa fue más escueta: "No puedo vivir sin Arthur, pese a ciertos recursos internos".
La enfermedad no tuvo nada que ver con el suicidio del austríaco Stefan Zweig (60) y su mujer Lotte, en 1942. Ellos habían huido a Brasil, escapando del nazismo. Antes de que él y su esposa se envenenaran, Zweig escribió: "Saludo a mis amigos. Ojalá puedan ver el amanecer de Europa después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes". Gabriela Mistral, su amiga y vecina, encontró sus cuerpos tendidos sobre la cama, abrazados el uno al otro.
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