Pedro Lemebel vuelve a la carga: llega a Bienal de Sao Paulo y prepara exposición

El artista presentaba ayer un recital poético en el Teatro Municipal. "Estaba más arreglado que cara de travesti", dice sobre el Premio Nacional.




A las seis de la mañana del 11 de febrero de este año, Pedro Lemebel (1952) figuraba desnudo en las escalinatas del Museo de Arte Contemporáneo del Parque Forestal. Sólo cinco personas lo acompañaban, ayudándolo a trazar líneas de neoprén en el suelo que luego fueron prendidas con fuego. Acto seguido, el autor de Tengo miedo torero se envolvió en un saco de lino húmedo y rodó por el suelo ardiendo en llamas. Salió ileso. Desnudo bajando la escalera podría haber sido el regreso triunfal de Lemebel al territorio de la performance, si es que alguna vez lo hubiese abandonado del todo.

Aunque fue en 1997 que terminó oficialmente su alianza con Francisco Casas, su compañero en Las Yeguas del Apocalipsis, sindicado el colectivo de arte político más provocador de los 80, Lemebel ha seguido activo, como escritor y artista, sobre todo en los últimos dos años. Apareció en gloria y majestad para la Feria del Libro de Guadalajara de 2012, donde lanzó su libro de crónicas Poco hombre y realizó una lectura musicalizada con videos, a pesar del hilo de voz que le dejó el cáncer de laringe, contra el cual aún lucha.

"Nunca he dejado de producir, y no es por labor estética ni por ser trabajólico del arte. Odio trabajar. Es más bien por sobrevivencia. La enfermedad en este país se paga muy cara. Pero también sin drama, con un poco de ironía le tuerzo la mano y sigo caminando", dice el escritor.

Fue esa presentación en México, con tintes de acción artística, la prueba del regreso al ruedo de Lemebel como performista, y también el germen para el concierto poético gratuito que iba a dar anoche en el Teatro Municipal.

Además, este fin de semana, el artista viajará a participar de la Bienal de Sao Paulo, que se inaugura el 6 de septiembre, y donde el curador peruano Miguel López seleccionó un par de obras de Las Yeguas del Apocalipsis para la exhibición principal. Algo similar sucedió en 2012, con la muestra sobre arte latinoamericano que realizó el Museo Reina Sofía de España, y el año pasado, el Mali de Perú también tuvo a Lemebel y Casas, exhibiendo sus icónicas fotos. Todo es parte del fenómeno de revalorización internacional que vive la obra de Las Yeguas del Apocalipsis y que inició el curador cubano Gerardo Mosquera, con el libro de arte chileno Copiar el edén, el que terminó cruzando fronteras. "El trabajo de las Yeguas no era conocido y ahora es normal que despierten interés. Sus obras fueron directas, creativas, heterodoxas y muy necesarias", señala Mosquera.

Para Lemebel, es más que todo un acto de justicia. "A buena hora las Yeguas han pasado a la posteridad del arte latinoamericano. El trabajo nuestro sobre los detenidos desaparecidos desde la homosexualidad fue único en el continente. Nadie lo puede negar y debiera estar en el Museo de la Memoria", afirma Lemebel, quien hace pocas semanas también era candidato para el Premio Nacional de Literatura.

Miles de firmas de lectores y colegas se juntaron para que el autor de Loco afán se quedara con el galardón que terminó ganando Antonio Skármeta. "Comenzó como un juego, como una propuesta de mi amigo Sergio Parra (dueño de la librería Metales Pesados) y acepté. Nunca imaginé que tomaría tanta fuerza popular. Una adhesión cariñosa de mi pueblo lector que el jurado no tomó en cuenta. Nunca creímos que podría ganar. Sabíamos que ese premio estaba más arreglado que cara de travesti", dice Lemebel.

FUEGO Y NEOPRÉN

Lo cierto es que por estos días, el escritor está más concentrado en revivir su faceta de artista, que lo tendrá en noviembre realizando su primera retrospectiva en la galería D21. Bajo el título Arder, Lemebel reunirá fotos y videos inéditos de sus performances con Las Yeguas del Apocalipsis, además de sus acciones en solitario y una nueva producción.

"Es un material que estaba muy disperso y alguno perdido. Las Yeguas funcionaron al margen del margen. La Escena de Avanzada nunca las reconoció, porque a diferencia de ellos, que tenían atrás a la Academia, con teóricos como Nelly Richard o Justo Pastor Mellado, Casas y Lemebel funcionaban bajo sus propias reglas. Iban en contra de todo, no les interesaba rendirle pleitesía a nadie, ni ponerse la etiqueta de arte para entrar a los museos", dice Pedro Montes, galerista de D21 y quien trabaja en el archivo de Lemebel.

Entre 1988 y 1990, Las Yeguas del Apocalipsis realizaron sus acciones más míticas. En 1988, por ejemplo, entraron desnudos y a caballo al Campus Juan Gómez Millas de la U. de Chile; luego, en 1989, bailaron cueca descalzos sobre un mapa de América Latina que repletaron de vidrios, en la sede de la Comisión Chilena de Derechos Humanos; y en 1990 emularon el cuadro de Frida Kahlo Las dos Fridas, en la desaparecida galería Bucci, que se convirtió en una foto emblemática del grupo. Sin embargo, pocos fueron testigos en su momento de estas performances, ya que ni Lemebel ni Casas estaban interesados en trabajar para el gran público.

"Las acciones de las Yeguas siempre han sido muy privadas. Creo que tiene que ver con que, para Lemebel, la performance es su forma de estar en el mundo. No es una parada artística inventada. El tiene fotos de los 13, 14 años donde ya estaba posando. Es un artista innato. Entonces, las performances no estaban tan planeadas. Elegían días y lugares especiales, pero todo lo que pasaba entre medio era muy precario y espontáneo", dice Montes.

Así pasó también en junio pasado, cuando Lemebel hizo su última performance en la pasarela del Cementerio Metropolitano, donde está enterrada su madre. Allí escribió sobre el piso el abecedario con neoprén y lo encendió. Junto a él había no más de cuatro personas y el fuego otra vez apareció. "Siempre he usado fuego y neoprén, por toda la carga simbólica que tiene ese pegamento inflamable desde la dictadura; la droga del tolueno para el hambre, los jóvenes cesantes, la barricada, el corazón molotov, hasta ahora que se vuelve a potenciar  en la calle incendiada de la marcha estudiantil", dice el artista, quien advierte que por este año no hará más acciones para concentrarse en su exposición. "Tampoco uno hace performances rotativas. No son los 80. Creo que, por este año, con esas dos está bueno", concluye.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.