Qatar, el emirato que busca marcar distancia de Arabia Saudita
Es el mayor exportador de gas en el mundo y el décimo de petróleo. Desde 1995 lleva adelante una política exterior independiente.
Neutralidad, equilibrio e independencia. Estas parecen ser algunas de las claves de la política exterior de Qatar que detonaron la actual tormenta entre este emirato y casi una decena de países árabes, donde aparece en el trasfondo la disputa entre las dos potencias regionales: Arabia Saudita e Irán. De hecho, Riad habría visto con malos ojos la estrategia de Doha de dialogar y buscar algún grado de entendimiento con Teherán. Pero es imposible sacar de esta ecuación -pese a su tamaño geográfico y peso poblacional- el poder económico que ha logrado Qatar en los últimos años y su ambiciosa apuesta por convertirse en un país influyente y en un centro cultural, educativo y financiero en Medio Oriente.
Qatar, como nación moderna, es muy joven. Su territorio fue ocupado por los británicos tras la Primera Guerra Mundial y se mantuvo como protectorado hasta que pasó a ser país independiente en 1971. Sus gobernantes han sido miembros de la familia Al Thani. Pero eso no ha impedido los golpes de Estado entre ellos. Hasta ahora ningún traspaso del poder se ha producido a la manera tradicional, es decir, cuando el heredero asume tras la muerte del monarca.
Ahmad bin Ali Al Thani era el emir al momento de declarar la independencia, pero en 1972 fue depuesto por su primo Khalifa bin Hamad Al Thani. Este a su vez fue depuesto en 1995 por su hijo, Hamad bin Khalifa Al Thani, quien en 2013 abdicó a favor de su cuarto hijo, el actual emir Tamim bin Hamad Al Thani, quien actualmente tiene 37 años.
Fue el emir Hamad bin Khalifa Al Thani el que se esforzó por aprovechar los millonarios ingresos por el petróleo (es el décimo exportador del mundo) y el gas (es el primer exportador del planeta) para modernizar el emirato. Y tomando nota de la experiencia de Kuwait, que fue invadido por Irak en 1990, decidió mover sus fichas para situarlo en el mapa de la política exterior y mantenerse neutral entre Riad y Teherán.
Gracias a esa fórmula es su estrecha alianza con Estados Unidos, que tiene en ese país su principal base aérea en Medio Oriente y el cuartel general del Comando Central norteamericano. Pero también era base del liderazgo político del grupo palestino islamista Hamas (que tuvo que mudarse desde Damasco por la guerra siria y por diferencias con Assad), aunque esta semana las autoridades qataríes pidieron que algunos de los dirigentes dejaran el emirato. No solo eso. Qatar ha apoyado a los Hermanos Musulmanes y al depuesto Presidente egipcio Mohamed Morsi.
Esta política internacional independiente, que no había sido criticada hasta esta semana por Washington, ha hecho posible que actúe como mediador entre EE.UU. y los talibanes, y en otros conflictos como en Líbano, Yemen, Darfur y el de los palestinos. En la guerra civil siria al comienzo Doha se mostró en contra del gobierno de Damasco, pero desde 2013, apostó a jugar el rol de mediador entre las partes.
Otro de los sellos del país en estos años, que solo tiene unos 300.000 habitantes autóctonos y el resto (87%) son trabajadores extranjeros, es la cadena de televisión Al Jazeera y la línea aérea Qatar Airways. Y busca quedar en la retina de todo el planeta gracias al Mundial de Fútbol de 2022.
Nada de esto, y en especial su política exterior independiente y desprejuiciada, ha sido muy del agrado de Arabia Saudita, único país con el que Qatar tiene frontera terrestre. Ya en 2014, Riad, los Emiratos Arabes Unidos y Bahrein retiraron por nueve meses sus embajadores, pero la crisis volvió a reflotar y parece que esta vez los sauditas quieren demostrar quién es la verdadera potencia del mundo árabe.
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