Santiago a Mil apuesta por confrontar tradición y modernidad

Un menú de 40 espectáculos ofrece el certamen que abre el 3 de enero, entre ellas, obras de Royal de Luxe y Pina Bausch.<br />




Para muchos espectadores, la apuesta revisionista que traerá el director argentino Daniel Veronese al Festival Santiago a Mil 2010 resultará irrespetuosa. Uno de los directores latinoamericanos más influyentes y aplaudidos del momento se mete nada menos que con tres clásicos fundamentales del siglo XIX: Casa de muñecas y Hedda Gabler, de Henrik Ibsen, y Tío Vania, de Anton Chéjov. Veronese reescribe estas historias con desparpajo, suprime personajes e instala la trama en un insólito living contemporáneo. Los clásicos están presentes, pero destripados arriba del escenario.

"Al montar a Ibsen descubrí que le había pasado el tiempo a Casa de muñecas. Fue estrenada en una sociedad donde a la mujer no se la consideraba y resultaba una ofensa para el grupo masculino. Hoy esto ha cambiado y si bien la mujer todavía lucha por su independencia y la igualdad, la obra no produce el impacto que provocó en ese tiempo", apunta Veronese. "Como creador, lucho por actualizar esta o cualquier obra, y traerla a nuestros días".

Este conflicto entre tradición y modernidad es una de las claves del Festival Santiago a Mil 2010. La programación de 40 obras, que comenzará a exhibirse desde el próximo 3 de enero, también se sustenta en esa dicotomía. Por un lado, el certamen se abre a directores y compañías vanguardistas y experimentales, como los franceses de Royal de Luxe y los alemanes del Tanztheater de Pina Bausch, que desde los 70 cuestionan las nociones convencionales de teatro y danza.

Como contrapunto, se reconstruye la historia del teatro local desde los albores de la República. Con motivo del Bicentenario, se reestrenarán 17 montajes que se presentaron entre 1842 y 1993. Algunos de los seleccionados son Ernesto (1842), de Rafael Minvielle, precursor del melodrama y del género romántico, y Entre gallos y medianoche (1919), sainete costumbrista, muy popular en la primera mitad del siglo XX, escrito por Carlos Cariola. En este apartado también se reivindicará a grandes figuras de la dramaturgia chilena. Es el caso de Isidora Aguirre y Los que van quedando en el camino (1969), pieza de temática social replegada a segundo plano por el éxito de La pérgola de las flores.

Este homenaje a los 200 años de teatro chileno también incluye compañías que en el pasado formularon un discurso contestario y que hoy ya se han convertido en instituciones emblemáticas. Fue en los 70 cuando el Ictus se transformó en el grupo teatral símbolo de la oposición a Pinochet. En paralelo, también impuso el género de la creación colectiva. En clave realista, diferentes cuadros formaban una estructura fragmentaria donde cada historia era independiente de la otra. El hilo conductor era el lenguaje coloquial y la temática contingente. En Lindo país esquina con vista al mar (1979), obra que se reestrenará en enero dentro del festival, asistentes al Estadio Nacional se enfrentaban al absurdo cotidiano, dos dictadores se exiliaban en Miami o un viejo senil celebraba, junto a su enfermera Marilyn Machuca, una y otra vez la caída del general... Ibáñez.

"Reproducir lo que nos ocurió 30 años atrás es una experiencia artística valiosa para nosotros", señala Nissim Sharim, director del Ictus. "En esa época los militares nos dejaron montar la obra para demostrarle a la comunidad internacional que en Chile no había represión. Les tenían miedo a las repercusiones en el extranjero. Incluso, la Cancillería regalaba a los diplomáticos entradas para ver la obra".

AYER Y HOY
Otra insubordinada fue Pina Bausch, quien acostumbraba a no colocarles título a sus obras hasta minutos antes del estreno. Fiel a su revolucionario concepto de danza-teatro, incorporaba a sus creaciones sucesos cotidianos, pequeñas historias, música contemporánea, bailarines sin cuerpos perfectos y humor. En sus creaciones podían suceder hasta seis acciones al mismo tiempo, jugando con el ojo del espectador, que no sabía hacia dónde dirigirse. "Mis obras no se desarrollan de principio a fin, sino de adentro hacia afuera", decía Bausch, fallecida el 30 de junio pasado de  cáncer. Siguiendo esa línea, en su última creación, Pieza Chile, que se estrena el 6 de enero en el Teatro Municipal, reflejó las singularidades de la sociedad chilena, con los cafés con piernas incluidos.

Otros invitados que se tomarán sus libertades son los directores Heidi y Rolf Abderhalden, que presentarán Ansío los Alpes; así nacen los lagos, del alemán Händl Klaus. La pieza transcurre en un escenario completamente blanco, que se desploma durante la función.

A su vez, desde su fundación, Royal de Luxe jamás ha montado una obra en una sala de teatro y ha optado por los espacios públicos y gratuitos, donde su producción artística no se convierte en un objeto de comercio. 

La primera vez que se presentaron en Chile fue en enero de 1989, con la obra Roman Photo, tres meses después del triunfo del No en el Plebiscito de 1988. Su presentación fue una de las primeras concentraciones no políticas del país de esa época. En esa primera visita se anticipaba el retorno de la democracia a un Chile poco acostumbrado a los espectáculos callejeros.

Hoy, el formato ya no es novedad y en 2010 su Pequeña Gigante 2.0 promete volver a convocar a las 700 mil personas de 2007, con la ayuda de una milicia de "liliputienses" enfundados en trajes rojos.

Tal como las vestimentas de Royal de Luxe, el término vanguardia también proviene del mundo militar, del vocabulario bélico. Era la parte de una fuerza armada que iba delante del cuerpo principal. Pero durante el siglo XX fue el arte el que se apropió del vocablo para designar a sus precursores, a los que abren caminos.

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